Venciendo el Temor, la Preocupación y la Ansiedad. Elyse Fitzpatrick
pasado. La culpa empeoraba su confusión porque sentía que le estaba ocasionando problemas a la familia y, en particular, a su esposo. También creía que sus temores irracionales eran pecaminosos, así que estaba preocupada por su salvación y pensaba que era una decepción para el Señor.
¿Qué estaba pasando en la vida de Kathryn? ¿Tenía acaso algún extraño problema místico? ¿Sólo necesitaba orar y leer más su Biblia? ¿Podía incluso encontrar en la Biblia respuestas concretas a su problema? ¿Cuál era exactamente esta emoción que parecía dominarla y de donde provenían estos sentimientos?
Entendiendo el Lado Físico del Temor
En los próximos capítulos vamos a examinar con detenimiento el temor, sus causas y sus consecuencias. Vamos a considerar lo que la Biblia dice de porqué nos volvemos temerosas y cómo superar nuestros temores. Pero primero comencemos dando un vistazo al lado físico de esta emoción.3 Como todas nuestras emociones, el temor se experimenta tanto en nuestra mente como en nuestro cuerpo, provocando intensas respuestas físicas.
Físicamente el temor es una reacción que sentimos al percibir el peligro. Porque Dios nos ama, nos creó con la habilidad de responder rápidamente al peligro. Aquí está un ejemplo: Imagina que tu auto se apagó en una vía del tren. Escuchas un silbido y alzas la vista y ves que un tren se dirige justo hacia ti. Tan pronto como estos hechos se registran en tu cerebro, tu cuerpo automáticamente se pone en “hiperactividad.” Tu cerebro recibe la advertencia de que el peligro es inminente y le ordena a tu cuerpo que rápidamente libere varias hormonas, incluyendo adrenalina. Una vez que estas hormonas son liberadas en el torrente sanguíneo, de inmediato sucederán ciertos cambios físicos. Tus músculos se tensarán para prepararte para la acción. Tu ritmo cardiaco y tu respiración se acelerarán para darte oxígeno y fuerza extras. Incluso tu visión y tu audición se agudizarán. Tu pie pisará el pedal del acelerador hasta el fondo y te moverás más rápido de lo que pensaste que fuera posible. Todos estos cambios ocurrirán instantáneamente, en una fracción de segundo.
Siempre que nos enfrentamos al peligro es fácil ver cómo la gracia de Dios alcanza hasta la forma como fuimos creadas. Los atributos físicos que nos ayudan a protegernos del peligro son realmente un buen regalo, ¿o no? El diseño de Dios de nuestro cuerpo es impresionante, como lo dice el Salmo 139:14, “porque formidables, maravillosas son tus obras”. Dios nos ha dotado con estas habilidades físicas para que podemos sobrevivir en lo que a veces es un mundo peligroso.
Te habrás dado cuenta que dije que el temor es una reacción que sentimos al percibir el peligro. A propósito definí el temor de esa manera porque algunas veces nuestras mentes perciben o imaginan un peligro que realmente no está ahí. Todo el mundo ha experimentado la sensación de despertar de una pesadilla con el corazón latiendo rápido y respirando aceleradamente. En estos momentos, el peligro al que nuestro cuerpo está reaccionando está completamente en nuestra mente. A pesar de esto, nuestro cuerpo responde como si enfrentáramos una amenaza real. Como puedes ver, nuestras mentes sí afectan nuestros cuerpos de maneras muy poderosas— y Kathryn admitía esto.
El temor de Kathryn de vomitar en el centro comercial era irracional. Aunque su temor era infundado, su cuerpo no podía diferenciar entre las alarmas verdaderas y las falsas. Sólo respondía de la manera en que se suponía que debía hacerlo. No importaba que el peligro no se justificara. Siempre que iba al centro comercial tenía miedo de experimentar todos los cambios físicos a los que les tenía temor y esto la hacía sentir náuseas y la convencía de que probablemente perdería el control y se sentiría avergonzada. Como ves, realmente tenía miedo de tener temor.
Nuestros cuerpos no sólo responden al miedo equipándonos para evitar o atacar el peligro; también hay ocasiones en que los químicos de nuestro cuerpo actúan en nosotras de maneras más sutiles. Si estamos ocupadas atendiendo otro asunto o si estamos acostumbradas a movernos en altos niveles de estrés, a veces no nos daremos cuenta de lo cambios que se dan. No sabremos lo que está pasando en nuestros cuerpos hasta que pase algún incidente que los haga evidentes.
Disculpe, Mis Ansiedades Se Están Manifestando
Mi esposo Phil y yo vivimos en San Diego, California, una ciudad en la frontera de Estados Unidos y México. Hemos hecho muchos viajes a México y siempre me da miedo cruzar la frontera de México de regreso a Estados Unidos. En este punto fronterizo, tan cruzado en el mundo, las filas casi siempre son largas y la espera para llegar al punto de control es tanto tediosa como angustiosa.
En una ocasión en particular, cuando mi esposo y yo cruzábamos la frontera de vuelta a los Estados, ambos recibimos toda una sorpresa. Parte de la rutina que los oficiales de la Patrulla Fronteriza practican es preguntarles a los viajeros dos cosas: ¿Cuál es su nacionalidad? y ¿Qué trae de México? Ambos Phil y yo respondimos “Norteamericana” a la primera pregunta y entonces yo respondí “Fruta” a la segunda. ¡No se pueden imaginar nuestro susto a mi respuesta! La razón era porque no llevábamos ninguna fruta de México y sabíamos que cruzar fruta por la frontera era ilegal. Ambos sólo nos quedamos sentados ahí, horrorizados y sorprendidos, con nuestras bocas abiertas. Finalmente recuperé mi compostura y dije, “Quiero decir, nada.” Afortunadamente el oficial simplemente me miró como si estuviera loca y nos dio la señal para que pasáramos. Todo el camino a casa Phil me siguió observando de reojo— ¡creo que pensaba que él sabía dónde estaba la verdadera fruta!
En este incidente ligeramente divertido, no sabía qué tan miedosa y estresada me ponía al cruzar la frontera hasta que mis acciones me hicieron consciente de ello. Este incidente me abrió los ojos a mi nerviosismo innecesario en la frontera y también a mi ceguera hacia mi verdadero estado emocional.
El Círculo Vicioso
El temor no sólo afecta tu cuerpo y tu comportamiento, lo contrario también es cierto. Si eres una persona con una predisposición a reaccionar de forma temerosa, será más probable que experimentes los síntomas físicos del temor si bebes demasiada cafeína, consumes demasiada azúcar o no descansas o te ejercitas lo suficiente.4
Si por lo general te sientes estresada por tus responsabilidades o temerosa por tu vida, no te sentirás cómoda descansando y probablemente no te darás el tiempo para comer correctamente o ejercitarte. La incapacidad de relajarte o de dormir profundamente agudizará tu sensibilidad a la aprensión y al peligro provocando que se libere más adrenalina en tu cuerpo que, a su vez, puede causar incluso más problemas de sueño. Tomar cafeína para vencer la sensación de cansancio y pereza causada por la falta de sueño simplemente empeorará el problema.
Desde esta breve perspectiva general, puedes ver con qué facilidad el temor puede empezar un círculo vicioso de pensamientos fuera de control, respuestas físicas, imaginaciones y atención descuidada del cuerpo que sirven para traer más temor y agudizar las respuestas físicas. Es fácil ver cómo los resultados del temor pueden crear mayor temor, llevando a una total esclavitud.
El Temor Es Crónico
Juana, una mujer que luchaba con el miedo crónico, trabajaba como asistente de enfermera certificada en una casa de reposo de la zona. Como Kathryn, tenía una fe sólida en Dios y quería agradarlo. Vino para platicar conmigo porque estaba teniendo problemas en su trabajo. Se dio cuenta que cada vez que entraba al cuarto de un paciente gravemente enfermo, se sentía abrumada por el terror. Su cuerpo reaccionaba con síntomas como fuertes latidos, dolor de pecho, falta de aire y debilidad. Le aterraba desmayarse o atemorizar a su paciente o de alguna manera lastimarlo. Sentía que estaba fuera de control y pensaba que podía estarse volviendo loca. Podía decir que realmente disfrutaba su trabajo pero le daba miedo tener que cambiar de carrera. De hecho, sus problemas con algunos pacientes se habían vuelto tan graves que habían provocado resentimientos con otras enfermeras asistentes y conflictos con su supervisora.
Mientras analizábamos sus dificultades, dijo que había tratado de superar sus temores orando cada mañana y pidiéndole a Dios que la ayudara a no pensar en su miedo. No estaba consciente de ningún pensamiento de temor que desencadenara sus sentimientos de pánico; parecía que sólo salían de la nada.
El temor, como todo lo demás en la vida, puede