Cloe, la chica loba. Sandra Rodríguez Jiménez
clandestinidad, manteniendo equilibrio entre la naturaleza y los seres humanos, cuidando y respetando el planeta. Cuando las personas dormían, ellos les protegían sin pedir nada a cambio.
Nadie supo jamás de la existencia de tal pueblo.
Con el paso de los años, los seres humanos se volvieron egoístas, irresponsables y malvados contra ellos mismos.
Hubo guerras y más guerras, destrucción, fuegos, deforestación y constante contaminación. Todos esos sucesos transformaron los bosques, las montañas, los valles, ríos y mares, en lugares poco habitables para muchos seres vivos. Todos esos problemas, junto con el cambio climático y la caza sin control, provocaron casi la extinción de este mágico pueblo de lobos y lobas.
Los licántropos, decepcionados por el comportamiento de los seres humanos, dejaron de creer en ellos y dejaron de cuidarles.
Tan solo se dedicaron a subsistir y a no desaparecer.
Con el paso de los siglos hasta la actualidad, tan solo perduró una pequeña manada, cuyos descendientes sobrevivieron con mucha dificultad y gracias al cumplimiento de unas normas muy estrictas. Los últimos nuevos líderes, el hombre lobo Orus y la mujer loba Tana tenían una única hija, llamada Evania, la cual debía unirse con el gran hombre lobo Edon para seguir perpetuando la manada.
El destino, la casualidad o la caprichosa naturaleza quisieron que Evania se enamorara de un hombre no licántropo. Evania se enamoró de un humano, y por suerte o por desgracia, él también se enamoró locamente de Evania.
Evania y el humano siguieron viéndose a pesar de estar prohibido, pues según la ley que este pueblo forjó a fuego, nunca jamás debía permitirse la unión entre un licántropo o licántropa y un ser humano.
EL DESPERTAR DE CLOE
Cloe estuvo inconsciente dos eternos minutos. Su padre y su abuelo la tumbaron en el sofá, le dieron aire con un abanico, y al instante Cloe reaccionó y abrió los ojos. Lo que pasó a continuación preocupó mas todavía a su padre.
Cloe empezó a llorar y a gritar desconsoladamente tapándose la cara con las dos manos.
—¡No, no, no! ¡No puede ser! ¡Mirad, mirad lo que había dentro de la bolsa! ¡Alguien me robó mi diario, papá! ¡Es una desgracia! ¡Alguien habrá leído mis secretos! ¡Me siento vulnerable y desnuda! ¡Abuelo, no puedo soportar tanto dolor! ¿Por qué, por qué, por qué…? ¡Yo respeto a todo el mundo! ¿Por qué han tenido que traicionarme de esta manera? ¡No es justo! ¡Buaaaaa, buaaaaaa!
—Pequeña Cloe, como abuelo con mucha experiencia en la vida, te digo que esto no es tan grave. Tranquilízate, mi pequeña —le susurraba su abuelo.
—El abuelo tiene razón, cariño. Todo tiene solución y esto es una chiquillada. Es una broma de mal gusto, pero nada más. Cálmate, mi niña. No debes sufrir por estas tonterías —le aconsejó su padre.
—¿Tonterías, papá? ¿Cómo puedes decir que son ton-te-rí-as? ¡Papá, estamos hablando de mi diario! ¡Estamos hablando de montones de sentimientos y secretos que están aquí guardados en mi diario, y que alguien los ha leído toooo-dooos! ¡Tú no me comprendes! ¡Aaah! ¡Tengo un cabreo de mil demonios! ¡No puedo controlar mi ira! ¡No volveré a escribir en un diario nunca, nunca, nunca, jamás! ¿Pero en qué estaría yo pensando para llevarme el diario en la mochila? ¡Uuuff, no puedo creerlo, he sido una estúpida! —se lamentaba Cloe.
—Hija, en serio, esto no tiene importancia. En la vida hay verdaderos problemas como para preocuparse por una tontería. Y si a ti te gusta escribir en tu diario, no dejes de hacerlo.
—¡Papá, no es una tontería! Es mi diario. Aquí tengo cosas escritas muy íntimas y privadas. ¡No volveré a escribir en un maldito diario nunca más! ¡Nunca más!
Cloe empezó a experimentar algo extraño en su cuerpo. Era como si alguien empezara a tirar y a tirar de sus orejas para ponerlas alargadas y grandes, su olfato se agudizó y pudo oler cada rincón de su casa y de la calle, incluso pudo oler un olor diferente y desconocido en su diario. Sus manos empezaron a cubrirse de pelo recio y negro; su boca se quedó pequeña para esos dientes que crecieron como si de un monstruo se tratara. De buenas a primeras su ropa se rajó y encogió. Le pareció que la habitación encogía un poco, y pudo escuchar el sonido de varias hormigas que había en el suelo. Sin esperarlo, soltó un aullido que retumbó en todas las paredes del salón.
Cloe ya no era Cloe. Ahora era una chica loba.
Óscar y Corban abrazaron a Cloe para que se calmase.
Sandy empezó a lamerle las piernas, o mejor dicho, las patas de loba, para mostrar su cariño.
Quedaba claro que Cloe ya estaba iniciando su transformación, y ellos debían explicárselo todo.
—¡Papáááá, abueloooo! ¡Qué me ocurre! ¡Estoy soñando otra vez y parece más real que nunca! ¡Quiero despertar, quiero despertar! ¡Socooorooo! ¡Qué alguien me despierte! ¡Papá, abuelo, ayudadme!
—Cloe, cálmate hija, tranquila, estamos aquí. Relájate, mi niña. Esto no es un sueño. De esto quería hablarte, pero te has adelantado. Aún no debía suceder, pero parece ser que tu ira ha acelerado tu proceso de transformación. ¡Pero si es de día y ni siquiera hay Luna llena! ¡No lo entiendo!
—Hijo, creo que nuestra pequeña Cloe será aún más poderosa que su madre. Ningún licántropo ha podido transformarse sin el poder de la luna llena. Creo que Cloe es diferente. Tal vez nuestra pequeña Cloe esté destinada a ser guardiana de la noche y guardiana del día.
—¡Papá, abuelo! ¿Estáis hablando de mí? ¡No entiendo nada! ¿Qué está sucediendo? ¡Mirad mis manos! ¡Mirad mis orejas! ¡Tengo un hocico enorme! ¡Mis colmillos también han crecido! ¡Tengo la ropa destrozada! ¿Y esto qué es…? ¡Tengo una cola peluda! ¡Papáááá, abueloooo, parezco… parezco… una loba! ¿Me he transformado en loba? ¡Ay, esto es horrible...! ¡Parezco un monstruo! ¡No puedo estar más fea!
Óscar y Corban abrazaron de nuevo a Cloe. Sandy movía su colita de felicidad.
—Hija, tú eres preciosa. Por dentro y por fuera. Este aspecto es solo temporal y aprenderás a controlar tu transformación. Cuando te calmes, volverás a ser Cloe. No entiendo cómo has podido transformarte siendo de día y sin el poder de la Luna llena. Parece ser que tu ira ha provocado tal transformación. Se suponía que no sucedería hasta cumplir los doce años... Verás, hija, tu madre era una mujer loba. Tu madre tenía un poder excepcional y tú lo has heredado —le explicaba su padre.
Cloe, se fue relajando y calmando. Al cabo de unos minutos, guardó su aspecto de chica loba y volvió a ser solamente Cloe.
Escuchó atenta y sin pestañear la historia que le narraban su padre y su abuelo. Miraba fascinada el álbum familiar con una mirada diferente.
Cloe fue pasando por distintos estados emocionales: alegría, frustración, nerviosismo, miedo, admiración, tristeza, añoranza…
Cuando por fin escuchó la historia familiar, miró a su padre, miró a su abuelo, miró a su perrita y dijo: ¡Guauuu! ¡Seré Cloe, chica loba! ¡Seré como una súper heroína para cuidar la naturaleza y a las personas!
Óscar y Corban sonreían mientras miraban a su pequeña mujercita. De ahora en adelante comenzarían una nueva etapa en sus vidas. Cloe ya se estaba preparando para ser una buena guardiana, tal y como deseaba su madre, Evania.
Después de todo lo ocurrido, Cloe quitó importancia al episodio de su diario.
—Tienes razón, papá, alguien me robó el diario para leerlo. ¡Fue una broma de mal gusto, solo eso! ¡No es tan grave! ¡Podré superarlo! Pero te confieso que si me entero de quien me robó el diario, ¡se las verá conmigo! ¡Y se las verá con Cloe, chica loba!
—Hija, deberás tener cuidado. Tienes una gran responsabilidad, pero también debes protegerte a ti misma. Prométeme que nunca permitirás