Shakey. Jimmy McDonough

Shakey - Jimmy  McDonough


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Harper. «Recuerdo decirle: “Oye, ¿quieres que vaya contigo?” Me dijo que no, que iba a encargarse de ello él solo.» Fue durante una de aquellas visitas, en mayo de 1961, cuando Neil le habló a su padre por primera vez de su interés por la música y le dio una tarjeta de los Esquires, la banda de la que no tardarían en echarle. Scott reconoce que en aquel momento no encajó nada bien aquella pasión de Neil por la música. «No acababa de entenderlo; yo no estaba ahí con él todo el tiempo, no había estado presente para poder ver y oír», escribe Scott.

      Según Rassy, esa libertad para poder dedicarse a la música habría sido inconcebible de haber estado Scott al mando. «A Neil nunca se le habría permitido ensayar tantas horas si no hubiéramos estado separados. Cielos, ni pensarlo; demasiado ruido.» Bob coincidía con ella: «Creo que para Neil resultó muy positivo tener a alguien que no le echara la bronca continuamente por lo mal que iba en los estudios. Muchas veces, esos padres empeñados en apostar por lo seguro acaban por cargarse toda la chispa creativa».

      Quienes visitaron el hogar de Scott y Astrid del 280 de Inglewood Drive recuerdan un ambiente conservador hasta resultar sofocante, y muchos lo atribuyen a la esposa de Scott. «Astrid no tenía sentido del humor alguno», comentaba June Callwood. «Era muy islandesa, siempre vestía de blanco y negro exclusivamente, dándonos a entender a todos que los colores eran una vulgaridad. Ninguno conseguimos caerle bien, y Scott se lo tomó como una muestra de antipatía por nuestra parte.» Una vez más, Scott se puso del lado de su pareja, decía Callwood, igual «que había hecho con Rassy».29

      El tema de la música salió durante una visita de una semana a la casa de Scott en el verano de 1962, en un momento en que las notas que sacaba Neil en Winnipeg iban de mal en peor. «Casi parecía que Neil solo seguía yendo a clase para poder continuar beneficiándose de aquel arreglo económico», afirmaba Astrid, en referencia a los cien dólares mensuales que Rassy recibía mientras Neil fuera a la escuela. «Neil dijo: “Soy incapaz de concentrarme en el colegio… Estoy tan enfrascado en la música que se me va la cabeza”», recuerda Scott, que le sugirió a su hijo dejar el colegio y apuntarse a clases en el conservatorio. Pero, según Astrid, a Neil no le interesó la oferta, y recuerda que «dijo: “No, si tengo que lanzarme, ahora es el momento de hacerlo; no hay tiempo que perder”».

      Si bien la idea de meter a ese roquero tan poco comunicativo en una escuela de música parece bien intencionada pero equivocada, lo cierto es que la propuesta fue objeto de escarnio en Winnipeg. «“¿Crees que a Neil le gustaría estudiar en un conservatorio de Toronto que cuesta cien pavos al mes?” Seguro que aquello habría sido la mar de interesante», comentaba Rassy. «Scott vive en una nube.»

      Scott era, sin lugar a dudas, el más conservador de los dos y hacía hincapié en la importancia de acabar los estudios y contar con una carrera como base. «Mi padre tenía la manía de vincular cualquier cosa que hiciera a los resultados académicos de la persona con quien estuviera tratando», explicaba Bob. «Y a mi madre le daba por analizar el sistema escolar y decir: “Estos paletos no tienen ni idea de lo que hacen”. No es que se limitara a decirlo sin más, es que si la provocaban era capaz de ir y soltárselo a ellos a la cara.»

      Este choque de principios alcanzó su apogeo por culpa de un amplificador. A principios de mayo de 1964, Scott recibió una carta de su hijo en la que le pedía un préstamo de seiscientos dólares para comprarse un ampli. «Voy mejor en los estudios y por fin estoy empezando a centrarme», le escribía Neil, sin tener ni idea de que Scott ya se había puesto en contacto con el colegio y preguntado por sus notas: cuatro suspensos, lo que significaba uno más que en Navidad. El 9 de mayo, Scott le respondió por escrito, de manera categórica, reprendiendo a Neil por su falta de honestidad y ofreciéndose a cofinanciar el préstamo para el amplificador si sus notas mejoraban en junio:

      No es mi intención desanimarte, pero es obvio que tienes que empezar a afrontar los hechos seriamente. Si hubiera leído la carta que me escribiste sin conocer los hechos, habría pensado que todo iba a las mil maravillas. Desgraciadamente, no te veo con la suficiente frecuencia para saber cómo vives el día a día, pero si aspiras a llegar a alguna parte, sea lo que sea que quieras hacer, tienes que ser capaz de distinguir entre lo que tú ESPERAS que ocurra y lo que realmente es cierto. Creo que, si te esfuerzas, puedes sacar buenas notas; pero eso pasa por ESFORZARSE en serio, y no limitarse a decir que las cosas van mejor, cuando tienes cuatro suspensos de siete asignaturas en todas las narices…

      Me complace enormemente tu interés por la música y tu aparente destreza, pero eso ahora no es tan importante como que acabes tus estudios lo antes posible. Tu madre recibe cien dólares todos los meses para que puedas estudiar, sin tener que preocuparte por conseguir el dinero por otros medios…

      No quiero extenderme en una larga perorata sobre este tema: No tienes tiempo. Los exámenes deben de estar al caer, y cada hora delante del libro cuenta, así que ahora es el momento de demostrar lo mucho que vales. Lo sé, porque lo hacías cuando eras niño; siempre fuiste optimista, pero también mostrabas determinación y un par de huevos cuando era necesario, y creo que ahora es el caso. Me harías el padre más feliz de todo Canadá si dentro de unos meses vinieras a enseñarme las notas diciendo: «Venga, Papá, ya estoy preparado para el amplificador».

      Te quiere, Papá.

      Pete «El Dragón Mágico» Barber, un amigo de Neil, estaba con Young el día que recibió la carta. «Volvíamos a casa del colegio y Neil llevaba la carta. Se sentía defraudado, dolido; incluso te diría que enfadado. Fue algo muy duro.»

      La carta de Scott no suscitó otra de su hijo a modo de respuesta; en vez de ello, escribe: «provocó que mi exmujer me contestara con una carta larguísima, en la que me preguntaba que qué problema tenía, me decía que siempre medía las cosas —incluida ella, nuestros hijos, todo— en función del dinero. Como diatriba, no tiene parangón; es una lección magistral». Para poder escribir en su columna del Globe and Mail acerca de este incidente —y de los sucesivos en referencia a su exmujer y a su hijo—, Scott se inventó un alias: James Reilly Dunn. «Escribir a través de otra persona te permite ser totalmente franco con el prójimo acerca de tus sentimientos», afirmaba Scott, sonando muy parecido a como lo haría su hijo años después, al explicar cómo escribía canciones desde el punto de vista de otro personaje.

      «James Reilly Dunn era mi álter ego», explicaba Scott. «Era todo un personajillo: llevaba los calcetines agujereados y se pasaba un pelín con la bebida. En aquel momento, tenía en Winnipeg a mi hijo, al que quería muchísimo, y había gente que estaba del lado de Rassy y en mi contra sin parar de ponerme a caldo, que no es que me importara, pero muchas veces pasaban cosas que me era imposible explicar. Era difícil ya para mí, así que ya ni te cuento si se lo tenía que explicar a algún amigo, total que si James Reilly Dunn era capaz de resolverlo en setecientas palabras… De hecho, en algunas columnas medio justificaba mi manera de actuar, que pensaba que mucha gente podía compartir o no; por eso interesaba a unos y enojaba a otros por igual.»

      Una de las personas a las que enojó fue a Rassy, que se tomó aquellas columnas —que eran bastante inofensivas— como un ataque directo. «No sé en qué estaría pensando Scott, pero está claro que escribía unas columnas deleznables, poniéndome a parir por dejar que Neil se saliera con la suya. Mi abogado me dijo que lo demandara y le sacara hasta el último penique, pero Neil no quería, porque habría montado un berenjenal impresionante.»

      No cabe duda de que para Rassy ayudar a su hijo a hacer realidad sus sueños era una manera de desautorizar a su exmarido. «A Scott le parecía fatal que yo le permitiera a Neil hacer todo aquello, pero no podía hacer nada para impedírmelo.» Esas Navidades, Rassy consiguió reunir el dinero necesario para comprarle a Neil el amplificador. Scott pasaría a la posteridad como el malo de la película; sin embargo, en Neil and Me sostiene: «Volvería a actuar del mismo modo. Es mi manera de obrar; hay que aprender a valorar las cosas». (Años después, cuando Astrid, la hija de Scott, empezó a mostrar interés por la música, no tardó en recibir un regalo de su hermanastro Neil: un ampli.)

      La madre de Neil sentía una devoción innegable por su hijo, de eso no cabe duda. Por mucho que a veces perdiera el control, no se entrometía y dejaba que su hijo fuera a la suya. Rassy, según escribió su


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