El conflicto palestino-israeli. Pedro Brieger
al final del libro, porque estas se encuentran en un relativo orden cronológico que es indispensable para comprender la sucesión de hechos. De todas maneras, como también fueron pensadas para que se pueda “saltar” de pregunta en pregunta con cierta independencia, el libro se convierte en una pequeña “enciclopedia” para consultar según se tenga interés por un tema u otro.
El conflicto palestino-israelí arrastra pasiones encontradas y existen muchos libros históricos y políticos que analizan la génesis del conflicto y sus múltiples variables, tanto desde una visión israelí como desde una óptica palestina. Hace más de cuarenta años que lo vivo, siento y estudio, y es muy difícil adentrarse en este conflicto que tiene tantas aristas sin que afloren las justificaciones morales y éticas de un lado, contrapuestas a las del otro. Nos encontramos frente a dos movimientos nacionales que han construido su historia a partir de sus propias vivencias y su lógica interna. Esto es, han partido de sus experiencias en el intento de encontrar una respuesta a sus dramas únicos e intransferibles. Pero en este caso sus historias se han entrelazado hasta tal punto que ahora son inseparables.
Por esta razón encontrarán que una idea medular del libro es evitar las valoraciones –o la utilización de adjetivos– que poco ayudan a aclarar el panorama. Tampoco se busca responder a preguntas como qué está bien o qué está mal, quién tiene razón o quién no la tiene, porque los que tienen este libro en sus manos aspiran a que se analice el conflicto sin calificar o justificar.
Si las palabras que se utilizan en todo contexto tienen un peso, en la región esto se encuentra multiplicado por las guerras, las pasiones y la influencia occidental de los medios de comunicación. La expresión “Medio Oriente” es incorrecta en lo conceptual. ¿Medio Oriente de qué? Obviamente para los europeos en su camino al Oriente. Los que viven en la zona desde antaño se refieren a la parte que está al oeste de Egipto en lengua árabe como Al Magreb, porque geográficamente es el occidente, donde ellos ven que se pone el sol. Y desde Egipto, incluyéndolo y abarcando toda la península arábiga está el oriente árabe, Al Mashrek. Pero como los convencionalismos a veces vencen la rigurosidad conceptual, en el libro se utilizará la expresión “Medio Oriente”, aun a sabiendas de que su uso y abuso empañan las expresiones utilizadas por siglos por los habitantes originales de la región. Sin lugar a dudas, como se ve, lo más complejo en el conflicto palestino-israelí es mantener el equilibrio al utilizar palabras con un alto contenido político.
Una de las características centrales de este conflicto es la batalla mediática y propagandística. Cada término es parte de un juego dialéctico que busca imponer definiciones en los medios masivos de comunicación. Es así que en el mundo occidental se instaló el concepto de Guerra de Yom Kipur (terminología israelí) respecto de la guerra árabe-israelí de 1973, aún si en los países árabes por lo general se la denomina como la Guerra de Octubre por haber sucedido en ese mes.
Hasta la revuelta palestina de 1987, conocida como Intifada (levantamiento en árabe), los medios de comunicación occidentales solían reproducir las terminologías israelíes respecto del conflicto. La utilización de Intifada con connotación positiva fue un duro revés para la política comunicacional israelí, porque las imágenes que se mostraban eran las de jóvenes palestinos arrojando piedras a tanques israelíes.
Paralelamente, otra expresión que comenzó a aparecer fue la palabra Nakba. El término data de 1948, cuando el prestigioso académico sirio Constantine Zurayk publicó su libro Ma´na al Nakba (El significado del desastre). Durante décadas, sólo un puñado de intelectuales utilizó el término que “revivió” en los últimos años incluso en los medios de comunicación israelíes, aunque su propio significado contradice la versión israelí de la creación del Estado de Israel en 1948.
Como vemos, no es fácil elegir un camino que intente no quedar atrapado en la mera propaganda de uno u otro lado. “No hay palabras neutras – señala con razón el periodista Joris Luyendijk –. No es fácil escribir un despacho de prensa de este tipo: Hoy en Judea y Samaria / en los territorios palestinos / en los territorios ocupados / en los territorios en disputa / en los territorios liberados, tres palestinos inocentes / terroristas musulmanes, fueron eliminados preventivamente / brutalmente asesinados / asesinados por el enemigo sionista /por las tropas de ocupación israelíes / por las fuerzas de defensa israelíes.”
Lo que parece un trabalenguas refleja las dificultades que tienen los periodistas y académicos para informar y analizar lo que allí sucede; y en particular para tratar de mantener una línea lo más objetiva posible aunque conscientes de que en las ciencias sociales la objetividad no existe.
Otra de las dificultades al estudiar el Medio Oriente es la forma de transcribir los nombres. Las colonizaciones británicas y francesas de la región nos legaron también las transcripciones de nombres, ciudades y movimientos políticos al inglés y francés. En el libro utilizaremos la transliteración del árabe o el hebreo al castellano y no según la tipografía del inglés o francés que suele ser utilizada en los medios masivos de comunicación. Es así que en vez de Ahmed (Yassin) se podrá leer Ajmed (Yassin) y en vez de Yitzhak (Rabin) se leerá Itzjak (Rabin) porque nos parece correcto que el lector pueda acercarse lo más posible a la pronunciación correcta de los nombres. Haremos algunas excepciones tomando en cuenta que no queremos dificultar la lectura del libro. Ya se ha impuesto en los medios de comunicación de habla castellana Hezbolá para refererise al partido libanés Jizbála (Jizb=partido, alá=dios en árabe), lo mismo que Hamás para el movimiento palestino, que en castellano debería escribirse “Jamás” pues esa letra hache en realidad suena como una jota.
Volviendo al libro que tienen en sus manos: ¿Por qué un libro de preguntas y respuestas específicamente sobre el conflicto palestino-israelí? Porque a veces se requieren respuestas sencillas para preguntas complejas. La idea es que –sin perder rigurosidad– ustedes encuentren en esta especie de “guía introductoria” algunas claves que permitan desentrañar las dudas más frecuentes y comprender los procesos más generales. Desde ya que toda selección es arbitraria e implica dejar afuera muchos temas que hacen a los numerosos problemas y conflictos que existen en el mundo árabe e islámico y que no serán abordados particularmente en el libro, como los nacionalismos árabes, la importancia de las monarquías árabes, la figura de Kemal Atatürk o Al Qaeda, fenómeno al que le dediqué un libro en esta misma editorial.
Los encuentros cara a cara que he tenido, los diálogos y silencios sirven para apreciar sutilezas que sólo se aprenden mientras se come un jumus –la famosa pasta de garbanzos rociada con aceite oliva–, se bebe un té con menta en los pequeños vasos turcos que son herencia del Imperio Otomano, o un café con cardamomo. Soy consciente de que cien preguntas no lo pueden abarcar todo, pero tengo la esperanza de que este texto alimente el espíritu de curiosidad para seguir profundizando sobre el mundo árabe-islámico en general y el conflicto palestino-israelí en particular
Para desentrañar los problemas más intrincados me gusta apelar al filósofo judío Baruj Spinoza, quien escribiera hace unos cuatrocientos años “no reír, no llorar, sino comprender”. Espero que esa frase también ayude a pensar dialécticamente lo que dijo el escritor palestino Emile Habibi: “vuestro holocausto, nuestra catástrofe...”.
Pedro Brieger
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