Reflexiones para una epistemología del saber pedagógico. Carmen Amalia Camacho Sanabria

Reflexiones para una epistemología del saber pedagógico - Carmen Amalia Camacho Sanabria


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no solo se ocupó de las disciplinas con un alto grado de formalización y reconocimiento en la jerarquía positivista de la ciencia, también esquivó la relación con la filosofía. Y, para Foucault (2007), Canguilhem abordó precisamente esta cuestión

      hizo descender la historia de las ciencias desde la altura (matemática, astronomía, mecánica galileana, física de Newton, teoría de la relatividad) hasta regiones donde el conocimiento es mucho menos deductivo, regiones que han estado ligadas por mucho más tiempo al prestigio de la imaginación y que plantean una serie de cuestiones extrañas a los hábitos filosóficos. (p. 47)

      Según Foucault (2007), Canguilhem reformuló la disciplina a partir de ciertos problemas fundamentales, mencionados a continuación.

      1. Retomó el tema de la discontinuidad, elaborado por Koyré y Bachelard, no como postulado o principio, sino como “práctica” o procedimiento de la historia de las ciencias. Esta historia no es la de la verdad, tampoco la de las ideas ni de las condiciones en que surgen, la especificidad consiste en ser

      la historia de los ‘discursos de verdad’, es decir, de discursos que se rectifican, se corrigen, y que ejercen sobre sí mismos todo un trabajo de elaboración orientado por la tarea de ‘decir la verdad’. […] El error no queda eliminado por medio de la fuerza silenciosa de una verdad que progresivamente va emergiendo de las sombras, sino por medio de la formación de un nuevo modo de ‘decir la verdad’. (Foucault, 2007, p. 49)

      Lo que está en juego es la discontinuidad que históricamente indica remodelamientos, revisiones, alteraciones, nuevos fundamentos, cambios de escala y objetos.

      2. La historia del discurso de la verdad implica un método recurrente, es decir, las continuas transformaciones de este discurso producen repetidamente modificaciones en su propia historia, de ahí la historia de las discontinuidades. Según Foucault (2007), Canguilhem no filtra el pasado con teorías válidas actualmente, al contrario, como epistemólogo hace aparecer “una evolución ordenada latente” de episodios de conocimientos científicos, es decir,

      que en cada momento están funcionando procesos de eliminación y selección de enunciados, teorías y objetos en función de cierta norma que no puede identificarse con una estructura teórica o con un paradigma actual, porque la verdad científica de hoy solo es un episodio, a lo sumo provisorio. (Foucault, 2007, p. 51)

      Tampoco se apoya en una “ciencia normal”, más bien reconoce el proceso “normalizado” del cual el momento actual es solo un momento que no deja ver el futuro. Es una búsqueda de normatividad interna de la manera en que se constituyen históricamente las actividades científicas y no la simple reproducción de los esquemas internos de una ciencia en un determinado momento. Por esto, en Canguilhem, la relación intrínseca entre el análisis “discontinuo” y la explicación de las relaciones entre ciencia y epistemología.

      3. Canguilhem, a partir de la perspectiva histórico-epistemológica, describe los rasgos esenciales de las ciencias de la vida y evidencia problemas para los historiadores. A finales del siglo XVIII, se concibió un elemento común entre una fisiología que estudia fenómenos de la vida y una patología que analiza enfermedades. De Bichat a Claude Bernard, del estudio de la fiebre a la patología de la locura, se comprendieron los fenómenos mórbidos a partir de procesos normales: una patología sobre un fondo de normalidad —el organismo sano—. Luego el conocimiento de la vida se alejó del dominio físico-químico y se desarrolló interrogando fenómenos patológicos, a pesar de que esta había constituido su objeto por el conocimiento de los mecanismos físico-químicos de la enfermedad, la muerte, la monstruosidad, la anomalía y el error. Por una parte, la paradoja de las ciencias de la vida, su proceso de constitución emergió del conocimiento de procesos físico-químicos (química celular y molecular), pero, por otra parte, su desarrollo se relacionó en el problema de la especificidad de la enfermedad y el lugar entre los seres naturales. En la historia de la biología, el problema de la enfermedad es un indicador de dos tipos: como indicador teórico de problemas a resolver y como indicador crítico de reducciones que es necesario evitar, en términos de Foucault (2007), un imperativo más que un método, una moral más que una teoría.

      4. Las ciencias de la vida exigen un modo particular de hacer historia, lo que en Canguilhem se plantea como la cuestión filosófica del conocimiento, pues “quiere descubrir lo que, de ese conocimiento, corresponde al concepto en la vida. Es decir, el concepto como uno de los modos por medio del cual un ser vivo extrae información de su medio e, inversamente, lo estructura” (Foucault, 2007, p. 55). El hombre vive en un mundo conceptualmente construido, de ahí que para Canguilhem formar conceptos no significa desviarse de la vida o inmovilizarla, sino vivir de una manera determinada. Se trata de una forma de manifestar un tipo muy particular de información, igual que sucede con otros seres vivos que informan sobre su medio y se informan a partir de este. Según Foucault (2007), esta es la razón del interés de Canguilhem —Lo normal y lo patológico (fechas de publicación 1943, 1963-1966)— por las relaciones entre: las ciencias de la vida, la cuestión de lo normal y lo patológico, y las recientes nociones de la biología tomadas de la teoría de la información: códigos, mensajes, etc.; en suma, por el problema de la especificidad de la vida que incluye problemas que parecían específicos de las formas más desarrolladas de la evolución.

      Para Canguilhem, el núcleo de estos problemas —sobre la especificidad de la vida— es el “error” en la base de la vida

      los juegos de codificación y descodificación le dejan lugar al azar que, antes que ser enfermedad, déficit o monstruosidad, es una perturbación en el sistema informativo, una ‘omisión’. En última instancia, la vida es aquello que es capaz de error, de allí su carácter radical. (Foucault, 2007, p. 55)

      Es decir, la anomalía atraviesa la biología dando cuenta de mutaciones y procesos evolutivos que induce. Por esta razón el hombre es un ser vivo que no halla su lugar, está condenado a “errar” y a “equivocarse”, “Y si se admite que el concepto es la respuesta que la vida le da al azar, debemos convenir que el error es la raíz del pensamiento humano y de su historia” (Foucault, 2007, p. 56). La historia de la ciencia es discontinua porque el error es una dimensión propia de la vida de los hombres, el azar permanentemente se despliega en la historia de la vida y el devenir de los hombres. El error es una noción que le permite a Canguilhem elaborar la historia de la biología, y marcar la relación entre la vida y el conocimiento de la vida, siguiendo la presencia del valor y de la norma (Le Blanc, 2004).

      Foucault se refiere a Canguilhem como un filósofo del error, a través de esta noción se plantean problemas filosóficos como la verdad y la vida, y se constituye uno de los acontecimientos fundamentales en la historia de la filosofía moderna. Foucault reconoce que la obra de Canguilhem, en Francia, fue decisiva para repensar la cuestión del sujeto. Mientras la fenomenología —Merleau Ponty— introdujo el análisis del cuerpo, la sexualidad, la muerte, el mundo percibido; en síntesis, una filosofía del sentido, el sujeto y lo vivido en la que el cogito siguió siendo central, Canguilhem “opuso una filosofía del error, el concepto y lo vivo, como otro modo de aproximarse a la noción de la vida” (Foucault, 2007, p. 57).

      El problema filosófico de la verdad y la vida

      Canguilhem insiste en que se ha inspirado en Gaston Bachelard para realizar el enlace entre la epistemología y la historiografía científica. En Ideología y racionalidad en las ciencias de la vida, siguiendo a Bachelard, Canguilhem (2005) plantea

      La veridicidad o el decir-lo-verdadero de la ciencia no consiste en la reproducción fiel de alguna verdad inscripta desde siempre en las cosas o en el intelecto. Lo verdadero es lo dicho del decir científico. ¿En qué reconocerlo? En que jamás es dicho, primeramente. Una ciencia es un discurso gobernado por su rectificación crítica. Si este discurso tiene una historia cuyo curso el historiador debe reconstruir, es porque tal discurso es una historia cuyo sentido el epistemólogo debe reactivar. (p. 28)

      Gaston Bachelard fue el primero en reconocer la importancia de la historicidad en la filosofía de las ciencias, dilucidó que el sistema articulado de las prácticas científicas y la producción de conceptos corresponde a un


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