Reflexiones para una epistemología del saber pedagógico. Carmen Amalia Camacho Sanabria
de Catalina la Grande, luego moldeada en la fragua mental del marxismo-leninismo después de la Revolución de Octubre. Su rasgo distintivo vendrá a ser el que las universidades se articulan como brazos del aparato estatal, convirtiéndose en un instrumento funcional imprescindible para la formación ideológica, política, científica y profesional. Las universidades latinoamericanas recibieron su influjo, tanto por los cuadros ideológicos y políticos formados en la Universidad de la Amistad de los Pueblos, Patricio Lumumba de Moscú (fundada en 1960), como por todos los becarios que se formaron a nivel de pregrado y posgrado en los distintos institutos por áreas científicas de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y que posteriormente regresaron a trabajar en las universidades, principalmente estatales.
No se ha estudiado su aporte y contribución a la consolidación de la tradición universitaria latinoamericana. Sin embargo, vale la pena destacar que su ideal de formación comporta un fuerte componente político, compromiso revolucionario de transformación social, con una militancia partidista operativa y eficaz. Junto a esto se alinean la disciplina y rigurosidad académica, la unión entre teoría y práctica, el conocimiento contextual, la fusión entre estudio y trabajo, y los valores de la denominada “nueva sociedad soviética”, con su correspondiente “nuevo hombre socialista”, quienes encarnarían los ideales comunistas capaces de materializar el sueño más preciado y esquivo de la humanidad: la sociedad de los iguales.9
Para comprender el ideal de formación rusa, sus logros, limitaciones y fracasos, son fundamentales dos libros: el primero de la bielorrusa, Premio Nobel de Literatura, Svetlana Aleksiévich, El fin del ‘Homo sovieticus’ (2015), y el segundo del cubano Leonardo Padura, El hombre que amaba a los perros (2011). Remito simplemente a su lectura, ante la imposibilidad de citarlos in extenso, dados los límites de espacio propios de este escrito. El análisis de sus planteamientos, bajo el ropaje del estilo periodístico el uno, y del estilo de novela histórica el otro, requerirían por sí solos un ensayo.
Tradición universitaria latinoamericana
De nuevo planteamos algunas preguntas: ¿existe realmente una tradición universitaria típica de Latinoamérica? Si la respuesta es positiva, ¿qué hay de común?, ¿qué hay de diferente?, ¿dónde se encuentra la novedad con respecto a las otras tradiciones universitarias?, ¿es posible hablar de un ideal de formación propio de la universidad latinoamericana?, ¿cuáles son sus rasgos distintivos? Dejemos que estas inquietudes guíen la reflexión. Ciertamente, después de más de cinco siglos de inserción e inculturación de la institución universitaria en la multiplicidad de territorios y pueblos latinoamericanos, podemos afirmar que existe una tradición propia que exige ser valorada y recreada.
Como examinábamos en el apartado anterior, la tradición universitaria latinoamericana aflora como fruto maduro del diálogo entre la tradición fundante del ciclo colonial de los siglos XVI y XVII, producto de la herencia universitaria española (Salamanca); la tradición clásica europea del ciclo republicano de los siglos XVIII y XIX, producto de la herencia universitaria francesa (París), alemana (Berlín) e inglesa (Oxford, Cambridge); y la tradición moderna del siglo XX, producto de la herencia universitaria norteamericana (Harvard, Princeton) y rusa (Moscú). De ese diálogo intertradiciones, de esa conversación decantada entre esas tres tradiciones es que van apareciendo a lo largo de los siglos las distintas fundaciones universitarias en los países de nuestro continente. En Colombia, en particular, debemos precisar que existe un pluriverso universitario estatal y privado, donde cada universidad tiene su impronta particular. Unas más cercanas a una tradición que a otra; otras, de corte más ecléctico, se funden todas en una especie de nueva creación.
Al menos provisionalmente, podemos señalar tres rasgos que despuntan como características propias de la universidad latinoamericana. El primero, una clara toma de conciencia, que se traduce en una praxis cotidiana del irrenunciable diálogo permanente con sus fuentes —tradiciones, autores, escuelas de pensamiento, innovaciones —, originadas en otras latitudes. Una especie de diálogo intercultural universitario, entre el patrimonio de la humanidad recibido en herencia, y el que va surgiendo en el propio terruño. Una transferencia creadora de saberes, ciencias y tecnologías. Un intercambio constante entre nosotros y Europa, Norteamérica, pero también con Asia, África, Australia y sus múltiples culturas. Este diálogo crítico intercultural con lo diferente, preanuncia una idea de universidad latinoamericana nueva.
El segundo rasgo es su marcado acento de compromiso con la transformación social y política de su entorno. Si bien en los últimos años ha experimentado un debilitamiento en este ámbito, como consecuencia de unas generaciones de jóvenes para quienes esto no es el centro de sus intereses y cosmovisión, a lo largo de los siglos de nuestra historia, los universitarios y las universidades han sido abanderados de las luchas sociales y políticas más relevantes, ya sea las de la independencia, las de la defensa de la democracia frente a las dictaduras, o más contemporáneamente, las búsquedas y compromisos colectivos y gremiales a favor de la promoción de la justicia y los derechos humanos, por hacer referencia a algunas. Decir universidad latinoamericana es hablar de una universidad socialmente comprometida.
El tercer rasgo es la idea de universidad que surge del buen vivir como un concepto superador del desarrollo, o al menos como un significado más amplio de este. Es el buen vivir o vivir bien —sumak kawsay o suma qamaña—, como concepción de la vida deseable, que se deriva de la cultura de los pueblos aymaras y quechuas y que se sintetiza en “la vida del ser humano en armonía con la naturaleza”. Barrios y Chaves (2014) lo entienden como:
Las libertades, oportunidades, capacidades y potencialidades reales de los individuos […] que permiten lograr simultáneamente aquello que la sociedad, los territorios, las diversas identidades colectivas y cada uno —visto como un ser humano universal y particular a la vez— valora como objetivo de vida deseable. (p. 18)
Es una universidad latinoamericana que redescubre sus raíces ancestrales, las valora y las incorpora en sus derroteros formativos de futuro; una universidad que conjuga, como en un todo, los saberes no expertos de las comunidades populares con los saberes científicos de los académicos e intelectuales.
Generaciones universitarias
A partir de la taxonomía que hemos realizado, podríamos dedicarnos ahora a hacer un juego de malabarismo intelectual mirando el panorama universitario colombiano, y descubrir qué tradición universitaria prima en el ADN formativo de determinada universidad. Pero siguiendo por esta ruta, la reflexión nos quedaría incompleta. Continuemos explorando el ámbito de la formación, pero desde el ángulo de la epistemología. Para ello vamos a ayudarnos de la categoría generación.
La acepción original de la palabra generación, a saber, el conjunto de personas que por haber nacido en fechas próximas y recibido educación e influjos culturales y sociales semejantes, se comportan de manera afín o comparable en algunos sentidos —la generación juvenil, la generación de la violencia—, se ha enriquecido en nuestra contemporaneidad al trasladarse al ámbito tecnológico, para denotar cada una de las fases de una técnica en evolución, en la que se aportan avances e innovaciones con respecto a la fase anterior. Así es como se habla de celulares de quinta generación o de computadores de última generación. De igual manera, tal acepción se ha transferido al lenguaje de la educación superior para caracterizar algunos paradigmas del ser universitario, el cual tiene que ver al mismo tiempo con valores de permanencia (lo perenne) y con la puesta al día continua (lo innovador). Por ello, hoy se habla de universidades de primera generación, de segunda generación, etc.10 (figura 2).
Figura 2. Diálogo entre generaciones universitarias
Fuente: elaboración propia a partir de Dussel (2015).
Como hicimos con las tradiciones universitarias, a continuación, vamos a reseñar de manera condensada aquellos elementos más relevantes que tipifican la relación epistemología y formación en las distintas generaciones universitarias.
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