Reflexiones para una epistemología del saber pedagógico. Carmen Amalia Camacho Sanabria
Galaxia Google, donde el nuevo monarca es internet. La era digital y virtual ha creado una nueva generación de jóvenes que inundan las universidades, los milenials, nativos digitales, o pulgarcitos, según la expresión de Michel Serres (2013).14 La Galaxia Google la constituyen un conjunto de realidades tecnológicas en constante evolución, que se nos ofrece como un instrumento para acceder a la información desde cualquier dispositivo y lugar, y en todo momento. Ella está revolucionando la forma como trabajamos, estudiamos e investigamos.
La generación Google dispone de mayor rapidez, interactividad, interconectividad e información en tiempo real y desde cualquier parte del mundo, sus habilidades visuales y destrezas de sicomotricidad fina son innegables, pero sobreabunda en superficialidad, navegando constantemente por un mar de virtualidad light y basura electrónica. Nuevos retos para los educadores universitarios, que se encuentran impelidos a crear nuevas estrategias de formación en una universidad que ahora se define como “unas aulas conectadas permanente a redes virtuales”.
Con la emergencia del pensamiento complejo y las ciencias de la complejidad, la racionalidad científica se guía por una epistemología con enfoque transdisciplinar. Elizalde (2013), refiriéndose a las ciencias de la complejidad, sostiene que estas:
[…] están señalando una nueva ruta hacia el conocimiento. A diferencia de las ciencias tradicionales que, en muchas oportunidades, prometen certezas, respuestas y soluciones, las ciencias de la complejidad se mueven entre la incertidumbre y la irregularidad que devienen de las peripecias del conocimiento. (p. 50)
De esta manera, la transdisciplinariedad es un saber supradisciplinar que aspira a una integración teórica, a una relación de articulación sin fronteras, en la que conviven varias lógicas que hacen circular en bucles intersectados los saberes y el pensamiento. Dentro de este marco, en palabras de Espinal (2006):
En la última revolución técnica —el ciberespacio, la microinformática y la robótica —, se anuncia el fin del trabajador y por consiguiente el fin del trabajo. En este estadio emerge el “sector del conocimiento” integrado por una reducida élite de empresarios, profesionales, técnicos, científicos, programadores de ordenadores, asesores y educadores. Con la emergencia de este sector del conocimiento, la universidad no puede seguir ignorando el diálogo de saberes, la ligazón entre técnica y metafísica; Ingeniería, Humanidades y Disciplinas Sociales; es decir, debe superar la distancia entre científicos y humanistas, y la de ambos con las profesiones. (pp. 96-97)
Estos escenarios novedosos, todavía en desarrollo, apuntan a unas prácticas formativas para un pensamiento transcomplejo, que según González (2012a y 2012b) podría describirse como la complejización creciente o la metacomplejidad del conocimiento abierto, reflexivo, incierto, cambiante, cuestionante y cuestionado, procesual, sistémico, planetario, transformador y transdisciplinario.
Universidades del sur
Así como Dussel (2015) reflexiona sobre las filosofías del sur y Santos (2013) piensa sobre el conocimiento y la emancipación social como una epistemología del sur, ¿es posible plantearnos el ethos propio de unas universidades del sur? Desde la perspectiva de un diálogo transdisciplinar y de un pensamiento transcomplejo, no se trata solo de una posibilidad, sino de una realidad emergente, que resulta de la conversación entre las tradiciones universitarias y sus correspondientes generaciones universitarias, la cual se funde en una nueva síntesis, y da a luz una idea de universidad latinoamericana y colombiana nueva y distinta.
Esa idea nueva de universidad terminará de aflorar y se consolidará, siempre y cuando la formación brindada por cada universidad latinoamericana se esfuerce por ser pertinente y coherente para responder a las necesidades de los jóvenes y su contexto. Y en el caso de la universidad colombiana, será posible, siempre y cuando sepa navegar en medio de los impactos de la crisis de la civilización mundial, de la globalización que conlleva la internacionalización y competencia en el ámbito educativo, del afianzamiento del Estado social de derecho, del enrutamiento del país hacia una nación científica con una política de ciencia, tecnología e innovación liderada por Colciencias, de un sistema universitario enrumbado hacia la construcción de universidades de investigación, y de unos procesos universitarios de acreditación nacional e internacional cada vez más exigentes.15
Ese alumbramiento, sin embargo, no será posible si no lo enmarcamos dentro del nuevo humanismo que la sociedad contemporánea anhela. Basta con pensar, siguiendo a Dussel (2015), que: “Dada la profunda corrupción de la sociedad actual, nacional e internacional (corrupción por robo, violencia, cinismo, mentira, dominación de los débiles) es necesario formar nuevos científicos y profesionales […] con principios éticos y con responsabilidad social” (p. 362). Dicho nuevo humanismo, más que necesario es urgente. Un humanismo nuevo, como lo imaginara Hoyos (2009):
[…] que reconozca el valor de la ciencia, la técnica y la tecnología sin absolutizarlas y valore la formación de la persona en un horizonte de trascendencia en el que como creyente o no creyente (Taylor, 2007) sepa comprometerse ética y políticamente con el bien común y con la sociedad como un todo. (p. 429)
Estamos convencidos de que la universidad latinoamericana y colombiana lo logrará, si es fiel y creativa con respecto a las tradiciones que le dieron vida, innovadora con las generaciones que le otorgan una impronta particular, pero ante todo a partir del diálogo, la argumentación y la interculturalidad que le son propias, y de sus equipos humanos, su experiencia y su capacidad de plantearse nuevos retos.
Referencias
Aleksiévich, S. (2015). El fin del ‘Homo sovieticus’. Barcelona: Acantilado.
Barrios, A. y Chaves, A. (2014). Transformar la realidad social desde la cultura: planeación de proyectos culturales para el desarrollo. México: Conaculta.
Bicentenario de una frustración. (2016). Semana, (1785), 78-79.
Borrero, A. (2008). La universidad: estudio sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias (tomo VI: Organización universitaria). Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.
Bushnell, D. (2013). Colombia una nación a pesar de sí misma. Nuestra historia desde los tiempos precolombinos hasta hoy. Bogotá: Planeta.
Camacho, C. et al. (2016). Modelos pedagógicos de las escuelas lasalianas siglo XX e inicios del siglo XXI: perspectivas y retos. Informe final de investigación. Roma: Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas-Casa Generalicia.
Consejo Nacional de Acreditación (CNA). (2010). Autoevaluación con fines de Acreditación de Alta Calidad de programas de maestría y doctorado: guía de procedimiento. Bogotá: Autor.
Consejo Nacional de Acreditación (CNA). (2013). Lineamientos para la acreditación de programas de pregrado. Bogotá: Autor.
Consejo Nacional de Acreditación (CNA). (2015). Lineamientos para la Acreditación Institucional. Bogotá: Autor.
Coronado, F. (2015). La idea de universidad lasallista. En F. Neira y J. Rivera (Eds.), La educación superior en perspectiva lasallista (pp. 13-32). Bogotá: Ediciones Unisalle.
Coronado, F. (2016). Anteproyecto de investigación doctoral. Facultad de Ciencias de la Educación. Doctorado en Educación y Sociedad. Universidad de La Salle. Bogotá: Autor.
Coronado Padilla, Jorge Augusto (miércoles 6 de mayo de 2015). El modelo pedagógico ruso. Entrevista de Fabio Humberto Coronado Padilla. Archivo particular, Bogotá.
Dussel, E. (2015). Filosofías del sur: descolinización y transmodernidad. México: Akal.
Elizalde, P. (2013). Aproximación a las ciencias de la complejidad. Revista de la Universidad de La Salle, (61), 45-66.
Espinal, C. (2006). A propósito de la universidad. Problemas, contextos y alternativas. Universitas Humanística, (62), 91-107.
González, J. (2012a). Prácticas educativas transcomplejas. Una pedagogía emergente. Barranquilla: Universidad Simón Bolívar.
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