La cosecha. Eduardo C. Fernández
de la Iglesia en el área francesa al norte. Bokenkotter escribe:
Hacia el norte se ubicaba la enorme área francesa, que también atrajo a muchos misioneros católicos, jesuitas, capuchinos, recoletos y otros. El sacerdote jesuita Jacques Marquette, descubridor del Mississippi, y los mártires jesuitas Isaac Jogues, Jean de Brébeuf y sus compañeros se hallaban entre los muchos que respondieron a las necesidades espirituales y temporales de los hurones y de las otras tribus de indios. Los misioneros ayudaron también a establecer puestos fronterizos católicos en la región de los Grandes Lagos y hacia abajo por los valles de Ohio y de Mississippi, un capítulo de la historia católica evocado en los nombres de Detroit, Saint Loáis, Vincennes, Louisville y Marietta49.
Referente a las trece colonias inglesas, el historiador escribe acerca de la gradual restricción de la libertad religiosa para los católicos, que se afianzó con el amanecer de la hegemonía política protestante. Con la Revolución Americana se levantaron muchas de estas restricciones y tanto Maryland como Pennsylvania aprobaron leyes de libertad religiosa en 177650.
A pesar de las dificultades enfrentadas por la Iglesia hispana en el suroeste en el siglo XIX, otros intentos misioneros en el país tuvieron un gran éxito.
Ningún territorio misionero en el siglo XIX registró avances más sensacionales que la Iglesia católica en Estados Unidos. Gracias a un influjo masivo de inmigrantes católicos —irlandeses, alemanes, italianos, polacos y otros— el crecimiento de la Iglesia católica superó mucho al de la nación. Los obispos americanos pudieron integrar exitosamente en las estructuras de la Iglesia a estos recién llegados, políglotas y heterogéneos, y proporcionar una extensa red de escuelas, hospitales y otras instituciones para ellos, por lo que pronto suscitaron la envidia de todo el mundo católico51.
En un lapso de tiempo relativamente breve, la población católica completa, con toda su diversidad, creció más allá de cualquier pronóstico previsible. Bokenkotter detalla este crecimiento:
La inundación comenzó en la década de 1820, con la primera ola de inmigrantes irlandeses. Especialmente a causa de los inmigrantes irlandeses, el número de católicos brincó de aproximadamente 500 mil en 1830 (en la población de Estados Unidos de unos 12 millones) a 3 millones 103 mil en 1860 (en una población de 31,5 millones) —un aumento de más de 800 %— y con un número de sacerdotes y de iglesias que aumentaban proporcionalmente. Tan grande fue este aumento que para 1850 el catolicismo romano, casi invisible numéricamente al nacimiento de la nación, ya se había convertido en la confesión religiosa más grande del país52.
La marea de la migración europea continuó hasta la última parte del siglo XIX. Inmigraciones masivas de alemanes e italianos pronto se juntaron a la de los irlandeses:
La época siguiente, de 1860 a 1890, fue igualmente impresionante, porque el crecimiento de la Iglesia superó mucho el crecimiento de la población nacional: la Iglesia triplicaba sus números, mientras que la nación solamente los redoblaba. En 1890 los católicos eran 8 millones 909 mil de los 62 millones 947 mil habitantes de la nación. Los católicos alemanes, que anteriormente eran menos, comenzaron a casi igualar el número de inmigrantes irlandeses. La ola migratoria, que duró desde 1890 hasta las leyes sobre la inmigración de la década de 1920, trajo una preponderancia de italianos y europeos del este. En las dos décadas, de 1890 a 1910, los italianos solamente llegaron a un millón53.
Como se dijo antes, la Iglesia de Estados Unidos respondió admirablemente a estas oleadas de inmigrantes. Claro, abundaron las polémicas, como las que tenían que ver con el grado en que la Iglesia debería funcionar como “americanizador”. Sin embargo, la realidad fue que por medio de las parroquias que ofrecieron alguna especie de refugio en un nuevo ambiente hostil, y las escuelas, que prepararon a una nueva generación para la vida en Estados Unidos, la Iglesia se hizo la defensora de aquellos que habían venido a América buscando una vida mejor.
Conforme estos inmigrantes iban subiendo la escala social, también ascendió la Iglesia. Bokenkotter concluye su capítulo sobre la Iglesia norteamericana observando que, a mediados del siglo XX, ella también había hallado un hogar en Estados Unidos:
Para la década de 1950 era del todo evidente para muchos observadores que la Iglesia católica de Estados
Unidos se había vuelto una institución completamente norteamericana. La era de la dominación protestante había pasado. El significado político de este hecho sobresalió cuando se eligió a John F. Kennedy, el primer católico que llegó a ser Presidente de Estados Unidos, un suceso que, junto con el pontificado del papa Juan XXIII y la convocación de su concilio, marcó definitivamente el comienzo de una nueva era en la historia del catolicismo americano54.
Una nueva ola de inmigración hispana
Como se mencionó, mucha gente de los países de habla española emigró a Estados Unidos a finales del siglo XIX y a comienzos del XX. Entre los que conformaban este extenso grupo estaban los que huían de la inestabilidad política causada por la Revolución Mexicana, que estalló en 1910. La aprobación de ciertas leyes estadounidenses de cuotas, que acortaron la inmigración europea, también crearon una demanda de mano de obra en la primera parte del siglo XX. Se reclutaron a mexicanos para llenar este hueco. En los años siguientes, muchos llegaron como trabajadores contratados, que luego estaban obligados a regresar a México cuando su trabajo se había cumplido, mientras que algunos entraron al país ilegalmente y permanecían por un tiempo o permanentemente55. Una vez que sus hijos nacían en Estados Unidos (dado que el nacimiento en el territorio nacional da derecho a la ciudadanía estadounidense), era más fácil lograr el permiso legal para quedarse.
Las historias de otras migraciones de hispanos, tanto dentro del país como desde fuera, son parecidas. Cuando algunos méxico-americanos se trasladaron al oeste o al norte buscando empleo después de la segunda guerra mundial, oleadas de puertorriqueños y de cubanos llegaron a tierra firme. Una de las razones porque la gente salió de Puerto Rico era la pérdida masiva de trabajos en el sector agrícola. De 1940 a 1970, el número de empleos en el campo cayó de 230 mil a 70 mil56. Desde el tiempo de la revolución cubana de Fidel Castro en 1959, más de 875 mil cubanos han emigrado a Estados Unidos. En 1980, la población hispana del área metropolitana de Miami llegaba al 39 por ciento57. Más recientemente, en el curso de los últimos 20 años aproximadamente, los centroamericanos, especialmente nicaragüenses, salvadoreños y guatemaltecos, han empezado a emigrar a Estados Unidos en gran número. Igual que para sus predecesores, el desasosiego político —en el caso de algunos, hasta amenazas de muerte— como también economías en crisis, han sido sus principales motivos para emigrar58.
Los actuales “signos de los tiempos”
La situación socioeconómica actual de los hispanos
en Estados Unidos
Este breve resumen sobre la historia de los hispanos en Estados Unidos nos proporciona un telón de fondo útil para comprender la situación actual de estos pueblos. La verdad es que el gran progreso social para los hispanos, descendientes del primer grupo europeo que puso sus pies en las Américas, ha tardado mucho en llegar. Después de una breve
descripción de su situación socioeconómica, examinaremos el papel de la Iglesia frente a esta realidad sociológica hispana.
Primero, algunas estadísticas provenientes del Censo de Estados Unidos de 2000