Del Marqués a la monja. Darío Jaramillo Agudelo

Del Marqués a la monja - Darío Jaramillo Agudelo


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en verde oriente, ya luz encarnada

       Pedro Castro y Anaya (1610-1644)

       La rosa en los cristales de una fuente

       Francisco de Trillo y Figueroa (1620-1680)

       Dichoso aquel a quien la amarga muerte

       Juan de Ovando y Santaren (1624-1706)

       En guardapiés rosado ayer salías

       Pedro de Solís y Valenzuela (1624-1711)

       En una que verdor derrama-Rama,

       Agustín de Salazar y Torres (1642-1675)

       Este ejemplo feliz de la hermosura

       Rosa del prado, estrella nacarada,

       Francisco Álvarez de Velasco y Zorrilla (1647-1708)

       Si toda vida es una muerte viva,

       Leonor de la Cueva y Silva (¿?-1650)

       Basta, Amor, el rigor con que me has muerto;

       Siempre guerra me dais, terribles celos;

       Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)

       Rosa divina que en gentil cultura

       Al que ingrato me deja, busco amante;

       Detente, sombra de mi bien esquivo,

       Miró Celia una rosa que en el prado

       Este que ves, engaño colorido

       ¿En perseguirme, mundo, qué interesas?

       Yo no puedo tenerte ni dejarte,

      Sitio de amor con grand artillería

      me veo en torno e poder inmenso,

      e jamás cesan de noche e de día,

      nin el ánimo mío está suspenso

      de sus combates con tanta porfía

      que ya me sobra, maguer me defenso.

      Pues, ¿qué farás?, ¡o triste vida mía!,

      ca non lo alcanzo por mucho que pienso.

      La corpórea fuerza de Sansón,

      nin de David el grand amor divino,

      el seso nin saber de Salamón,

      nin Hércules se falla tanto digno

      que resistir podiesen tal prisión;

      así que a defensar me fallo indigno.

      Quien dice que la ausencia causa olvido

      merece ser de todos olvidado.

      El verdadero y firme enamorado

      está, cuando está ausente, más perdido.

      Aviva la memoria su sentido;

      la soledad levanta su cuidado;

      hallarse de su bien tan apartado

      hace su desear más encendido.

      No sanan las heridas en él dadas,

      aunque cese el mirar que las causó,

      si quedan en el alma confirmadas,

      que si uno está con muchas cuchilladas,

      porque huya de quien lo acuchilló

      no por eso serán mejor curadas.

      cuando estaba soñando que soñaba;

      dulce gozar con lo que me engañaba,

      si un poco más durara el engañarme.

      Dulce no estar en mí, que figurarme

      podía cuanto bien yo deseaba;

      dulce placer, aunque me importunaba,

      que alguna vez llegaba a despertarme.

      ¡Oh sueño, cuánto más leve y sabroso

      me fueras, si vinieras tan pesado,

      que asentaras en mí con más reposo!

      Durmiendo, en fin, fui bienaventurado;

      y es justo en la mentira ser dichoso

      quien siempre en la verdad fue desdichado.

      Juan Boscán (1474-1542)

      Si las penas que dais son verdaderas,

      como lo sabe bien el alma mía,

      ¿por qué no me acaban? Y sería

      sin ellas el morir muy más de veras;

      y si por dicha son tan lisonjeras,

      y quieren retoçar con mi alegría,

      decid, ¿por qué me matan cada día

      de muerte de dolor de mil maneras?

      Mostradme este secreto ya, señora,

      sepa yo por vos, pues por vos muero,

      si lo que padezco es muerte o vida;

      porque, siendo vos la matadora,

      mayor gloria de pena ya no quiero

      que poder alegar tal homicida.

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