El año de la peste. Enrique Carpintero
menos para vivir más Rocío Vélez
Intervenir la cuarentena (relato anecdotario y feminista) Luisiana Giusto
El lazo social como límite al avance neoliberal Lucas Méndez
La libertad de un encierro Madelyn Ruiz (Atenas, Grecia)
Cuidar a los que cuidan Lic. Sabrina Zuccolo
Coronados / La peste sin cruz Vicente Zito Lema
Presentación
La pandemia, por un lado, pone en evidencia las consecuencias que una sociedad consumista genera en el tejido social y ecológico; por otro lado, lleva a que los procesos de subjetivación propios del capitalismo tardío sean atravesados por los fantasmas que produce la angustia y la incertidumbre ante la presencia de la muerte. Pero no de la muerte final, de la que nada podemos decir, sino cómo su presencia ominosa nos remite -al decir de Freud- a esa primera muerte que señala el desvalimiento originario que aparece con nuestro nacimiento. Esta es la vivencia de una sensación de fragilidad que produce diferentes síntomas individuales y sociales.
En este sentido, la necesaria cuarentena y el distanciamiento social, con los cuales nos cuidamos de que el otro no nos contagie, atraviesa la subjetividad de tal manera que simbólicamente va a continuar. La pandemia en algún momento va a terminar, pero sus marcas van a continuar. El peligro es que el barbijo también tape nuestra subjetividad en el encuentro con el otro; que afiance la ruptura del lazo social, en especial ante la crisis social, política y económica. De allí la importancia de generar un pensamiento crítico que se sostenga en una práctica que permita producir comunidad. Este es el sentido de los textos que componen el libro. Sus artículos fueron especialmente escritos para nuestra página web y publicados entre marzo y junio de este año 2020. Participan sociólogos, psicoanalistas, antropólogos, maestros, psicólogos, filósofos, epidemiólogos no solo de Argentina sino de Grecia, Chile, Uruguay, Israel, Francia, Italia y Alemania.
No podemos recorrer todas las problemáticas que plantean sus autores, pero veamos algunas: David Le Breton rescata la importancia de la risa como una forma de resistencia, y en otro texto sostiene que se está dando “Una ruptura antropológica importante”; Helmut Dahmer habla de la crisis del coronavirus en Austria y su relación con la xenofobia y el racismo. En este sentido, dice que: “las pandemias de nuestro tiempo son catástrofes sociales camufladas de catástrofes naturales” ; Christophe Dejours desarrolla “La pandemia y la crisis del trabajo”; Eduardo Grüner pone en cuestionamiento la idea de utilizar la palabra “guerra” para definir la lucha contra el virus por ello afirma: “la pandemia se pudo prevenir (por algo se llama SARS-2, puesto que hace menos de dos décadas hubo una SARS-1 es decir, esta es la segunda “guerra mundial”), y si no se hizo es sencillamente porque la prevención, y la investigación que ella hubiera requerido, no era rentable para el capitalismo”; Alejandro Vainer señala la importancia de la música para sostenernos en cuarentena; Juan Carlos Volnovich plantea: “Nos dormimos en un mundo y nos despertamos en otro. Nos despertamos y transitamos una vigilia que es una pesadilla cuyo argumento es la inermidad y el desamparo en estado puro.”; Hernán Scorofitz describe “la psicopatología de la vida cotidiana docente en la UBA virtual” y, para finalizar esta breve reseña, Roberto Mezzina, exdirector de Salud Mental de Trieste-Italia, nos alerta sobre “la necesidad de salvar los servicios y al mismo tiempo repensar la Salud Mental en la era del coronavirus.”
Buenos Aires, en el año de la pandemia, julio de 2020.
Enrique Carpintero (Compilador)
Introducción
La crisis de la pandemia llevó al estallido del espacio llamado posmoderno
Enrique Carpintero*
Vi ante mí un hombre de elevada estatura,
de mirada hosca y dura, de sólidas mandíbulas y
frente huidiza. Me dejé caer, más que bajé, del caballo,
y lo único que sé es que al cabo de unos instantes
estrechaba mis manos entre las suyas mientras lloraba.
Le había abrazado.
Jack London, La peste escarlata
La crisis que trajo la pandemia del Covid-19 llevó a que estallara un mundo que creíamos con posibilidades infinitas donde, incluso, se hablaba de que en pocos años podríamos vencer nuestra finitud. Sin embargo, la muerte nos rodea como una nevada mortal y solo atinamos a defendernos; las metáforas bélicas que algunos gobiernos utilizan contra el virus es un mecanismo de defensa que no tolera la sensación de incertidumbre y miedo de nuestra fragilidad humana.
De un día para otro gran parte de la humanidad volvió a tomar medidas que se utilizaron desde el siglo XIV ante otras pandemias: la cuarentena, zonas restringidas, distancia de seguridad social, usos de mascarillas, lavarse las manos, cierre de fronteras, prohibición de reuniones. Es cierto, el uso del rastreo por celulares, los algoritmos y los estudios computarizados de modelos estadísticos están ayudando en algunos países a disminuir los contagios. Pero con todos los desarrollos tecnológicos y científicos sigue estando la dificultad de crear una vacuna: se vuelve a hablar, como en otras épocas, de la inmunidad de rebaño donde va a morir la población más vulnerable. Estas circunstancias llevaron a la fragmentación del espacio libidinal, imaginario y simbólico que construyó la cultura del capitalismo tardío. Ese espacio donde los procesos de subjetivación están determinados para obtener ganancias y desarrollar un consumismo desenfrenado en busca de la felicidad privada.
El espacio-soporte donde se establecen los lazos afectivos, imaginarios y simbólicos
La cultura consistió en un proceso al servicio del Eros que a lo largo de la historia fue uniendo a la humanidad toda. A este desarrollo se opone como malestar -como plantea Freud-, la pulsión de muerte que actúa en cada sujeto. Es por ello que la cultura permite crear un espacio-soporte intrasubjetivo, intersubjetivo y transubjetivo donde se desarrollan los intercambios libidinales. Este espacio ofrece la posibilidad de que los sujetos se encuentran en comunidades de intereses, en las cuales establecen lazos afectivos, imaginarios y simbólicos que permiten dar cuenta de los conflictos que se producen. Es así como este espacio se convierte en soporte de los efectos de la pulsión de muerte: la violencia destructiva y autodestructiva.
Es aquí donde creo necesario utilizar el concepto de corposubjetividad que alude a un sujeto que constituye su subjetividad desde diferentes cuerpos. El cuerpo orgánico; el cuerpo erógeno; el cuerpo pulsional; el cuerpo social y político; el cuerpo imaginario; el cuerpo simbólico. Cuerpos que a lo largo de la vida componen espacios cuyos anudamientos dan cuenta de los procesos de subjetivación. En este sentido, definimos el cuerpo como el espacio que constituye la subjetividad del sujeto. Por ello, el cuerpo como metáfora de la subjetividad, se dejará aprehender al transformar el espacio real en una extensión del espacio psíquico. Desde aquí hablamos de corposubjetividad donde se establece el anudamiento de tres espacios (psíquico, orgánico y cultural) que tienen leyes específicas al constituirse en aparatos productores de subjetividad: el aparato psíquico, con las leyes del proceso primario y secundario; el aparato orgánico, con las leyes de la físico-química y la anátomo-fisiología; el aparato cultural, con las leyes económicas,