La historia de una buena mujer. Silvia Somaré

La historia de una buena mujer - Silvia Somaré


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      Nuestra protagonista vivió en la Córdoba del siglo XIX. Nació como Josefa Saturnina Rodríguez y murió como Catalina de María, esclava del Corazón de Jesús. Este nuevo nombre lo tomó a instancias del padre David Luque y la identificó en su vida consagrada.

      Luego de esta introducción, aclaro que de ahora en más la llamaremos Catalina, sin considerar la época de la vida a la que nos refiramos. El plan de Dios para su vida, la búsqueda por su parte de ese plan de Dios, el entrecruzamiento de su biografía con otras y con la historia y el contexto del país en ese momento darán cuerpo a esta Historia. Historia de Amor del Corazón de Jesús.

      Catalina nació en Córdoba el 27 de noviembre de 1823 y falleció en la misma ciudad el 5 de abril de 1896. Vive en una época de inestabilidad política, de malones, de luchas entre unitarios y federales, con una universidad prestigiosa y una sociedad y una Iglesia marcadas por el protagonismo masculino; la mujer, en cambio tenía un rol familiar, doméstico y pasivo puertas adentro. Solo había monasterios femeninos de clausura, no existiendo a Argentina, fiel al paradigma del ocultamiento femenino, congregaciones religiosas de vida apostólica. Ella perteneció a una distinguida familia comprometida con la política y con la fe. Huérfana de padres desde muy pequeña, la criaron sus tías abuelas a través de quienes bebió la espiritualidad jesuita ya que, con otros laicos, sostenían la obra de los Ejercicios Espirituales en ausencia de ellos, al ser expulsados de América y a su regreso, por Juan Manuel de Rosas.

      Pasó el tiempo, se dedicó a ayudar la obra de los Ejercicios Espirituales y a los 29 años se casó con el Coronel Manuel Zavalía, un viudo que tenía dos hijos. Con él tuvo una hija que se le murió al nacer. En 1865, trece años después, enviuda y renace con fuerza su primera vocación. Según ella misma lo cuenta en sus memorias:

      A este momento Catalina le llama “inspiración”. Le preocupa que ediliciamente a Córdoba le hiciera falta una Casa de Ejercicios y para eso piensa en su terreno. Pero lo que la conmueve y la saca de ella misma es la situación precaria en que vivían las mujeres de la época; piensa para ellas un plan de vida, plan en el que involucra su propia vida. Es importante destacar que en la época se las llamaba “mujeres” a las prostitutas, esclavas, mulatas y se las identificaba como “señoras” (casadas o no) a las mujeres que por apellido, esposo o posición económica, eran reconocidas socialmente. Catalina, señora de la época, invierte este paradigma. Le preocupa la suerte de las mujeres que tienen esa vida indigna no por opción sino por necesidad y propone que las señoras sean instrumentos de Dios para que esas mujeres salgan de la situación que no han elegido, catequizándolas, enseñándoles a trabajar, viviendo con ellas.

      Debieron pasar siete años de trabajosas pruebas, contratiempos, calumnias, soledades y la epidemia del cólera para que se hiciera realidad lo que ella llamó su “Sueño Dorado”. A los 17 años quiso ser religiosa y en 1872, a los 49 años, funda la primera congregación religiosa de vida apostólica de la Argentina, como ella decía, lo más parecidas a los jesuitas, con la centralidad en el sagrado Corazón y el carisma del amor y la reparación.

      Esta mujer hizo un poco de todo. Fue una laica comprometida, una buena esposa y madre de familia, una religiosa fiel… en suma, una peregrina en busca de la voluntad y la gloria de Dios. Fue transgresora porque invitó a cambiar costumbres, paradigmas, normas. ¿Su motivación? Seguir lo que su corazón le pedía, dejarse interpelar y conmover por lo más herido de la sociedad, cumplir sus sueños, ser fiel a sus ideales, ser fiel a su fe. No hizo cosas de hombres. Hizo lo que debían hacer las mujeres y les estaba vedado por serlo. Trató de que, quienes ella podía ayudar “estuvieran mejor”.

      En su momento probablemente la actitud de Catalina no fue demasiado valorada, fue una de las tantas anónimas. Hoy, con la herencia de su impronta y recorriendo su producción un siglo después, se descubre que vulneró varios paradigmas: el del silencio de la mujer, el de la participación activa en su entorno, el de la viudez para ser religiosa —que, para la época, era un impedimento para el voto de castidad o para el estado de perfección con que era considerada la vida consagrada—, el de darle otro modo a la consagración femenina, el de la fortaleza considerada como atributo masculino, el del estilo empático y trato deferente para afrontar las situaciones. Tuvo complicaciones, pero ella “no se complicó” porque confió en el Dios misericordioso que dirigía sus sueños. “Siempre tuvo esta razón para seguir reviviendo.”

      Podríamos resumir su vida diciendo que la movieron dos pasiones, la pasión por el Corazón de Jesús y la pasión por la humanidad.

      El libro está abierto, los invito a gustar de “los momentos vividos” por Catalina, de sus “recuerdos que —no dudo— van a quedar en lo profundo del alma” del lector.

      5- Aleixandre, Dolores, Hacerse discípulos, Editorial Claretiana, Buenos Aires, 2007, 6.

      6- Cf. Gn 17, 5-6 y Mt 16, 18, respectivamente.

      7- Apuntes, 38. Éxodo 34, 29-35: Cuando Moisés descendió del monte Sinaí, traía en sus manos las dos tablas de la ley. Pero no sabía que, por haberle hablado el SEÑOR, de su rostro salía un haz de luz. Al ver Aarón y todos los israelitas el rostro resplandeciente de Moisés, tuvieron miedo de acercársele; pero Moisés llamó a Aarón y a todos los jefes, y ellos regresaron para hablar con él. Luego se le acercaron todos los israelitas, y Moisés


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