La historia de una buena mujer. Silvia Somaré

La historia de una buena mujer - Silvia Somaré


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a pesar de que ya era abuela un día quiso ir a la escuela”.

      (María Elena Walsh)

      El epígrafe del presente capítulo está tomado de la canción La vaca estudiosa, de la genial María Elena Walsh. Ella, con fina ironía, cuenta la historia de una vaca anciana que decide ir a la escuela y que, con dedicación, supera a sus compañeros humanos. La vaca representa al reino animal y, consecuentemente, con menor capacidad de razonamiento que sus camaradas. Pero la superficialidad de estos y del resto, hace que la situación se invierta y los que se tenían por sabios, terminen siendo “borricos”, símbolo no solo del analfabetismo sino, más bien, de una mente cerrada, pusilánime, apocada. Tristemente, la baguala de María Elena, termina con que la única sabia del lugar fue la vaca.

      Allí dice de Catalina:

      No tuvo otra instrucción que la rudimentaria que se daba en su época… leer, escribir, el Catecismo de la Doctrina Cristiana y el manejo de la aguja, tal era el programa de aquel tiempo y ella lo llenaba muy bien… Tampoco carecía la mujer de entonces de conocimientos sobre acontecimientos bíblicos… el padre o la madre de familia contaban a sus hijos y domésticos, reunidos en torno suyo, los ejemplos de nuestros padres en la fe; les hablaban de Dios. En la ciencia religiosa abundaba no dejaba qué desear su instrucción, podía ser maestra con el catecismo en una mano y el libro de los Ejercicios Espirituales en la otra… en suma, de instrucción tenía la necesaria y en la ciencia religiosa abundaba y podía ser maestra.

      La hermana Ana con una sola palabra, “rudimentario”, nos describe el estilo educativo de la mujer de entonces. Todo el programa consistía en saber leer y escribir y hacer operaciones básicas con los números. Formación que la tenían acceso las de ciudad y clase social destacada. El lugar era el propio hogar, no estaba en los planes una educación formal y sostenida como sí la formación en las tareas domésticas y la instrucción en la fe. En todos los casos, la familia era el canal por el que pasaban los saberes.

      Al leer los escritos de Catalina, se nota una gran cultura y riqueza de vocabulario en correspondencia con el protagonismo social, político y cultural de su familia. Palabras que contrastan con la deficiencia en la ortografía y gramática evidenciando la formación rudimentaria que hizo de ella una mujer que apenas sabía leer y escribir.

      La vaca humahuaqueña nos transmite la constante posibilidad de aprender y el peligro, también siempre presente, de creer saberlo todo desdeñando el desafío de superar lo que se sabe y discriminar a los que quieren saber

      Catalina, la analfabeta cordobesa, deja huellas y estructuras para que la formación de las mentes y particularmente del corazón, sean instrumentos de humanización y desarrollo de las personas, sin importar edades ni situaciones. Solo hay que decidirse a querer ir un día a la escuela. A la escuela de las enseñanzas de Jesús y la de las otras enseñanzas. Ambas abren mente y corazón.

      1- MOYANO, Hna. Ana de la Cruz, Apuntes biográficos, 2010, 43.

      2- Cf. Carta 7.

      3- MOYANO, Hna. Ana de la Cruz, Apuntes biográficos, Pueblo Gral. Paz, Córdoba, 1914. De ahora en adelante, las citas que usaremos se refieren a la edición del año 2010.

      4- Carta 7.

      5- Carta 215.

      6- Como respuesta al cisma protestante, en la Iglesia se había prohibido leer la Biblia. Solo podían hacerlo los teólogos mientras que el resto leía la llamada Historia Sagrada en donde se contaban los principales hechos bíblicos.

      7- Cartas 1336 y 1376, entre varias.

      “Cuando veo gente con ira, desconfío de su dolor,

      el dolor es más fuerte que la ira.

      Y tratamos de que no les pase a otros

      lo que nos ha pasado a nosotros.”

      (Norma Morandini).

      En la época de la niñez de Catalina era frecuente que las mujeres murieran en el parto y por eso dejaban hijos huérfanos. Por otro lado, las guerras de la independencia mataban varones y allí quedaban las mujeres, solas con sus hijos. También las enfermedades y la medicina precaria terminaban con unos y otros sin diferenciar sexo. El Colegio de las Huérfanas que quedaba frente a la manzana de la Compañía de Jesús en Córdoba surgió con la finalidad de darles un hogar a las niñas que quedaban en estas condiciones, siendo los franciscanos lo que se encargaban de los varones. Podría decirse entonces, que el siglo XIX, había en nuestro país una orfandad estructural.

      Más allá de la frecuencia con que ocurran estos casos, la orfandad siempre es dolorosa, deja al desnudo, arranca raíces, hiere corazones.

      Madre Catalina fue huérfana


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