La cábala. Mario Saban
de la Vida. ¿A qué denominamos como el Árbol de la Vida? Aunque literalmente el término aparece en el contexto del primer libro de la Torá en Bereshit (Génesis) donde se le prohíbe al ser humano comer de dicho árbol, en realidad el símbolo que actualmente utilizamos como Árbol de la Vida tuvo su origen en las especulaciones cosmogónicas de los antiguos místicos del judaísmo. Sin embargo, a partir de la Edad Media, y por la excepcional influencia del cabalista judío Abraham Abulafia, que centró su atención en las condiciones espirituales subjetivas para ascender a grados mayores de consciencia, se produjo la psicoanalización de este símbolo. Si el pensamiento abulafiano quedó mudo durante tres siglos, fue luego, en Safed, donde cabalistas de la talla de Moshe Cordovero lograron sistematizar el pensamiento de Abulafia e interpretarlo de modo que se pudiera comprender como un todo integral. El jasidismo, posteriormente, en la Europa oriental extrajo todas las consecuencias de una cábala aplicada a la interioridad del ser humano. Tanto en el siglo XIII con Abulafia como en el siglo XVI con Cordovero, el sistema psicológico de la cábala quedó reducido a un grupo de la elite intelectual del judaísmo. Es el movimiento jasidico el que, a partir del siglo xviii, desarrolla un tipo de cábala completamente psicológica (que mantiene sus rasgos cosmogónicos indudablemente), pero que reduce a lo meramente especulativo el campo de la cosmogonía general.
Lamentablemente, en la actualidad nos encontramos con un verdadero problema, ya que el Árbol de la Vida ha sido utilizado tanto en términos cosmogónicos como en términos psicológicos, y en general dentro de la bibliografía existente se mezclan ambos análisis. Esto genera un verdadero problema a la hora de comprender realmente el funcionamiento del Árbol de la Vida, ya que si no se comprenden las diferencias entre los universos (ya que cada universo posee un tipo de energía diferente), lo que se provoca es que exista mucha confusión conceptual cuando debemos analizar un tema en especial, o cuando hacemos referencia a una dimensión en particular. Si algún libro de cábala hace referencia a una dimensión debería explicar en qué universo está operando la dimensión, que está siendo estudiada, de lo contrario podemos encontrar explicaciones que pertenecen al universo yetzirático mezcladas con explicaciones que pertenecen al universo briático.
En este trabajo que presentamos, todas las definiciones conceptuales de las diferentes dimensiones (Sefirot) serán explicadas a partir de su actuación yetzirática (es decir, en el orden subjetivo-psicológico). Lo que sucede es que, al final del trabajo, cuando las diversas dimensiones subjetivas se logren comprender y se alcance cierto equilibrio,41 automáticamente tendremos que estudiar la relación de nuestra psique con el orden cosmogónico, porque es cuando el sujeto descubre dicha relación que opera la energía psíquica de lo que podríamos denominar «trascendencia». Y si no comprendemos la energía psíquica de la trascendencia (no como un miedo infantil de protección paterna, sino como una energía real de la más alta categoría), no podremos realmente comprender cómo se alcanza el sentido de nuestra existencia en términos reales.
Ahora bien, tenemos que explicar la relación íntima entre cosmogonía y psicología ya que es imposible profundizar sobre los temas psicológicos del misticismo judío si no partimos de la idea central, por la cual debemos saber que el trabajo antiguo y medieval del judaísmo fue fundamentalmente cosmogónico. Toda la cábala cosmogónica se centró en los aspectos teosóficos de la realidad; en cambio, cuando apareció el Árbol de la Vida en la Escuela de Girona, ya podemos decir que los aspectos cosmogónicos se mezclaron con los aspectos psicológicos. En realidad, el camino natural de lo «cosmogónico» fue el de introducirse en la naturaleza de la psique, y si la psique era una copia fiel del «Cosmos», toda la cosmogonía conducía inevitablemente a cierto tipo de psicología.
La relación cosmogónica y psicológica a veces aparece como confusa en muchos textos, y lamentablemente la gran mayoría podemos caer en la confusión de no saber cuál es el análisis simbólico que estamos realizando del Árbol de la Vida, ya que es posible que este análisis pertenezca a lo “cosmogónico” y otras veces estemos realizando un análisis psicológico. Es más, lo lógico es pensar que al operar sobre una sabiduría antigua y medieval, como lo es la “Kabalá”, lo psicológico y lo cosmogónico se encontraban completamente mezclados. Y en realidad, cuando estudiamos y profundizamos sobre las bases fundamentales del misticismo judío nos encontramos con que trabajamos ambos aspectos de forma simultánea. Debemos trabajar desde una percepción circular y no lineal de la realidad, porque la realidad por su esencia compleja es básicamente circular. La linealidad del pensamiento es un problema de nuestro pensamiento, pero no se ajusta a la realidad en su complejidad intrínseca.
Por ese motivo, debemos ser muy cautos a la hora de leer textos de la cábala antigua y medieval porque en aquella época la especulación intelectual tenía como centro la teosofía y no la psicología (tal como la conocemos hoy). Es verdad que podemos eventualmente psicoanalizar la teosofía medieval judía, pero los sabios medievales (con raras excepciones) no eran conscientes de que estaban trabajando el estudio de la psique, sino como una derivación de los aspectos cosmogónicos del universo.
Tengo que advertir que este problema se solucionaría si comprendiésemos el sistema de concatenación de los diferentes universos dentro de la manifestación del Ein Sof en el interior del vacío, y si logramos comprender el sistema de «Partzufim» (o estructuras globales de personificación, o las personificaciones), porque debemos tener en cuenta un factor de importancia fundamental, y es que la psique desde el punto de la psicología mística del judaísmo no puede ser autorreferencial, sino que debe ser estudiada en relación directa con el sistema general de la realidad circundante.
No existe una psicología en el judaísmo desvinculada del entorno natural en el que esta psique se ha desarrollado. En definitiva, debemos comprender la destrucción de la entropía científica en el estudio de la psique, porque para el misticismo judío las energías interiores de la psique son el reflejo de las energías externas que operan en el orden cosmogónico general, y las energías externas se encuentran reflejadas dentro de la psique del sujeto.
10. El problema de la entropía en la Psicología
«El alma comprende diez existencias superiores surgidas de las diez existencias celestiales».
ABRAHAM ABULAFIA
El segundo gran problema que se presenta cuando trabajamos el Árbol de la Vida de forma arquetipal es que cada sefirá representa una energía determinada dentro del «Inconsciente colectivo». Entonces debemos ser cuidadosos porque el inconsciente colectivo junguiano no se encuentra en el orden cosmogónico general, sino en el orden psicológico. Jung sigue operando dentro de la psique; en cambio, la psicología del misticismo judío, que comprende la influencia ancestral de los arquetipos sobre el Yo, es consciente de que Jung no trabaja sobre el orden cosmogónico en este nivel de análisis, sino que sigue trabajando en el orden psicológico. Para que la psique trabaje libremente debemos liberarla de su posición central dentro del espacio-tiempo.
Este es el trabajo fundamental de la psicología del misticismo judío, en el sentido de que si el sujeto (Yo) no encuentra su sentido trascendente más allá de sí mismo, todos los supuestos sentidos de su existencia son espacio-temporales, y por lo tanto sujetos a la destrucción. No se pueden establecer «sentidos existenciales» espacio-temporales porque atrapamos la psique en una especie de juego macabro, buscamos dentro de las terapias convencionales atarnos a las dimensiones inferiores de la realidad.
La existencia del sujeto no puede establecer una relación desequilibrada con el mundo inferior, porque entonces la existencia material en esta vida se encuentra atada a la velocidad del vacío existencial. Al carecer de sentido todo lo que se hace, simplemente se realiza en términos del mundo inferior. Y sabemos, dentro de la cábala, que toda relación con el mundo inferior es desequilibrada en sí misma. La psicología mística del judaísmo busca soluciones reales a la psique destruyendo su centralidad. Toda sensación de centralidad del Yo en esta existencia hace que el sentido de la existencia se encuentre en función del Yo, y justamente es esto lo que debemos evitar a toda costa, porque en el mundo inferior la psique encuentra elementos anestésicos que suspenden el enfrentamiento con el interrogante del sentido de la existencia personal.
No debemos confundir el Árbol de la Vida cuando opera como «símbolo psicológico» («símbolo