La cábala. Mario Saban
internos del creador (Tiferet) nunca podrán ser absolutamente expresados exteriormente, es necesario descargar hacia el exterior las proyecciones emocionales interiores. Netzaj representa un tipo de descarga de las energías que se acumulan en mi interioridad. Es la primera forma de exteriorización que tenemos cuando nacemos al campo físico.
9. Hod (la Gloria)
Hod representa el lenguaje estructurado. Es la dimensión de la conceptualización en acción. Decimos «conceptualización en acción» para diferenciarla de la Biná, que es la conceptualización mental. En Hod buscamos «la verdad» dentro del discurso racional, cuando en realidad nos debemos preguntar ¿Qué verdad? ¿Hay verdad en las palabras limitadas dentro de la finitud humana? Sabemos que la única verdad real y eterna se encuentra en el Ein Sof, entonces nos preguntamos: ¿Qué verdad se puede percibir dentro del mundo de la fragmentación? El concepto puro que va descendiendo desde la Biná cada vez posee menos luz, las miles de interpretaciones subjetivas de cada Tiferet borran la pureza esencial del mensaje que lleva la palabra. Y entonces el concepto que venía para ayudarnos a comprender la realidad, justamente nos distancia de la realidad. Y entre nosotros y la realidad se interpone el mundo conceptual que, siendo un intermediario, minimiza la luz. Como dice Madirolas (2005): «La ilusión de Hod es elevar este orden lógico a la categoría de absoluto, es decir, la ilusión de que todo sigue un orden que puede ser explicado. La luz de la razón proyecta la ilusión de la razón». Hod es el mundo de seguridad que cree en los conceptos en su calidad de formas axiomáticas. La única posibilidad real que tenemos en Hod es la honestidad; aunque no pueda acceder a lo esencial del concepto, sí puedo coordinar sobre un mismo eje, el pensamiento (Biná), el sentimiento interior (Tiferet) y la acción material (Maljut). La confianza en la palabra dada es la clave ética de Hod, por más que sabemos que existen miles de interpretaciones subjetivas de los conceptos, lo que sí sabemos es si un concepto refleja del modo más cercano posible la realidad. Porque un grave problema de Hod es la intencionalidad de la mentira. Este es el mayor desequilibrio de esta dimensión. Por supuesto, sabemos que toda esta realidad inferior condicionada por el tiempo y el espacio es una mentira absoluta frente al Ein Sof, pero dentro del sistema del vacío esta realidad es verdadera. Por lo tanto, aunque el concepto pueda ser millones de veces interpretado a la luz de nuestra subjetividad, lo «honesto» es situar el concepto en el mismo eje que la realidad material. Es verdad que nuestra ignorancia (como en la totalidad de las dimensiones) puede ser un obstáculo fundamental a la hora de comprender el concepto que estamos utilizando. Pero también sabemos si la intencionalidad interior que tenemos al utilizar el concepto se encuentra en una posición coherente en relación con la realidad material. Si la intención es destruir al «Otro», entonces se pueden utilizar negativamente las energías de Hod. Por ejemplo, la difamación, el rumor, incluso si se propaga una información verdadera cuyo objetivo es destruir al «otro» entonces estamos utilizando de forma inadecuada este tipo de energía. Ahora bien, si logramos la «honestidad» de Hod, obtenemos una clave importante para nuestro autoconocimiento en la Tiferet. ¿Cómo puede el Yo interior de la Tiferet trabajar su interiorización si no es honesto? No se puede ser deshonesto con los demás y honesto con uno. La honestidad es integral a la estructura subjetiva. Si logramos la honestidad conceptual de Hod (lo más cercano a la verdad subjetiva que tenemos), entonces el trabajo de autoconocimiento se puede llevar hasta las máximas consecuencias, que es perder el miedo a reconocer el lado oscuro (en hebreo, Yetzer Ha Ra, la tendencia al mal). Así lo explica el sabio cabalista Eduardo Madirolas (2005):
«La honestidad es, por último, una virtud imprescindible para tener acceso al propio Tiferet. No hay verdadera introspección sin honestidad con uno mismo, y esto es algo que hay que aprender: a analizarnos con verdad, a no mentirnos ni autoengañarnos sobre nuestras verdaderas motivaciones y sentimientos, a reconocer nuestra verdadera forma de ser, con virtudes y defectos, desmontando los mecanismos de defensa que hemos construido para evadirnos del dolor de ver claramente cómo somos y cómo hemos actuado en el pasado. El Ego siempre está buscando excusas y echar la culpa a otros o las circunstancias de lo que no le gusta de sí mismo. O bien busca apoyarse en teorías y razones que justifiquen ante sí y ante los demás su conducta. Esto no es compatible con Tiferet, que empieza por aceptar sin lamentaciones ni victimismo la verdad sobre el propio ser».50
10. Yesod (el Fundamento)
Antes de llegar a la dimensión de la materia (Maljut) tenemos que pasar por Yesod. Porque no llegamos a la materialidad si no unimos, en primer lugar, las energías del receptor (femeninas) y del dador (masculinas). Y esta unión se produce en la Yesod.
Yesod representa la energía sexual, y toda la sexualidad no es solitaria ya que desea al «Otro» para manifestar la unidad. El misticismo judío ha trabajado de forma muy intensa las simbologías de la copulación permanente entre lo masculino y lo femenino.
El receptor desea del Dador, y viceversa. En Yesod se produce la unificación total de todas las energías que se van a materializar en el plano de la Maljut (el Reino).
En el Árbol de la Vida de la tradición judía (a diferencia del utilizado por el espiritismo inglés y otros grupos ajenos a la tradición de la cábala), el último sendero finaliza entre las dimensiones de Yesod y Maljut. Es decir, si se encuentran símbolos del Árbol de la Vida donde los últimos tres senderos finalizan en Maljut, entonces este símbolo aunque se denomine con el mismo nombre de Árbol de la Vida no pertenece a la tradición mística del judaísmo, y, por lo tanto, estamos operando erróneamente la simbología.
Yesod representa la unión sexual, la energía unificada de los polos femenino y masculino de toda la realidad: el equilibrio entre el Dar y el Recibir que termina en el verbo «Compartir», y cuando comparto creo otro ser humano. En Yesod encuentro lo que se denomina el Yo exterior (o el Ego en otras terminologías). El Yo exterior (lo que percibe la sociedad y lo que yo muestro a mi entorno) es diferente del Yo interior de la Tiferet. Los extrovertidos tienen su eje de identidad en la Yesod, pero cuidado ya que la utilización extrema de la Yesod nos puede conducir a una fuga de la interioridad del Yo a una exterioridad sin sentido. Entonces puedo utilizar la Yesod no para relacionarme con el entorno, sino para utilizar el entorno social como fuga de mi interioridad. Como no quiero autoconocerme y me evado de mí mismo, entonces utilizo las relaciones sociales como sistemas de fuga del Yo interior.
El arquetipo de la psicología del misticismo judío que se utiliza es el de Yosef (José). Yosef durante gran parte de su vida tuvo que ocultar su condición de «semita» ante los ojos de la sociedad egipcia. En cierto modo, podríamos considerar a Yosef el primer criptojudío de la historia del pueblo de Israel. Su verdadera identidad interior (Tiferet) es que era israelita, sin embargo, gran parte de su existencia actuó como egipcio. Sostener la identidad de «egipcio» en Yosef era mantener una máscara social. El «Ego» de Yosef fue creciendo hasta que llegó a ser el segundo del faraón. Yesod simboliza la energía del «Ego». Una energía muy importante, porque el «Ego» al desear para sí mismo hace que trabaje para mi reconocimiento personal, y esta es una energía válida en el nivel de la Yesod. Sin embargo, si siempre vivo en el nivel egoico, entonces no opero en todos los niveles dimensionales, creando desequilibrios muy profundos en mi Yo y en mi entorno. El Yo exterior desea mostrarle algo a la sociedad que muchas veces no tiene relación con el Yo interior. Es más, lamentablemente el «Ego» se apodera de tal modo del sujeto que reduce las aspiraciones de ascenso espiritual. El «Yo interior» debe luchar contra el «Ego» y la herramienta del auto-conocimiento es fundamental. No debemos destruir el «Ego» que tiene su función en el nivel yesódico en el que se desarrolla, sino canalizar su fuerza. El «Ego» me permite tener la suficiente autoconfianza para ascender; sin embargo, si el «Ego» me otorga un nivel excesivo de autoconfianza puede provocar que el «Ego» reduzca el Yo interior, y que mi existencia se fundamente sobre lo que dicen y piensan los demás de mí. Cuando la interiorización de la crítica social es superior a mi autoconocimiento interior, me encuentro con un problema serio, ya que ya no vivo para mi ascenso de conciencia, sino para desgastar mis energías en toda la exterioridad. Si Yesod mira hacia arriba (hacia la Tiferet), entonces mi Yo exterior (el Ego) se pone al servicio de mi Yo interior; en cambio, si la Yesod mira hacia abajo (hacia Maljut), entonces mi Yo exterior opera mostrando de forma permanente algo a los demás