La cábala. Mario Saban
en el futuro podamos controlar físicamente las variables del espacio y el tiempo destruiremos el Árbol del Bien y del Mal y alcanzaremos realmente el Árbol de la Vida eterna. La «Eternidad» será entonces el «Bien supremo» de la conciencia divina en constante revelación. A pesar de nuestra temporalidad subjetiva, la conciencia global se revelará eternamente dentro del tiempo-espacio y fuera de las variables del tiempo-espacio. Es más, la consciencia divina no necesita específicamente de nuestra subjetividad para continuar elevándose dentro de esta realidad.
Pero nosotros somos «conscientes» de que estamos trabajando para la mejor revelación divina posible, y que si no somos nosotros quienes elevamos el Ein Sof en este mundo, otras especies u otras consciencias subjetivas más allá del ser humano nos reemplazarán. ¿Y cómo sabemos esto? Dice la tradición judía que Dios ya construyó y destruyó mundos antes que el nuestro. ¿Y por qué motivo tiene que dejar que el nuestro sobreviva si nosotros no trabajamos para redimirlo? Esta es una de las funciones fundamentales del pueblo de Israel a lo largo de la historia, la revelación constante de los más altos niveles de consciencia divina dentro de la manifestación, pero en la época mesiánica este debe ser el trabajo de toda la humanidad. Porque aquellos que trabajan por la redención mesiánica120 a través del aumento del Daat son en realidad parte del plan divino.
Porque sabemos, por la cábala, que existe revelación en el Universo de la Briá (Universo de la Creación, tiempo-espacio) y existe revelación en el Universo de Atzilut (Universo de la Emanación, eternidad). El Árbol del Bien y del Mal tiene su origen en el Universo de la Briá, porque a través de la Briá (Biná cosmogónica) ingresamos en la matriz del mundo de la dualidad (mejor dicho, en términos más específicos, en el mundo de la fragmentación). Alguno podría objetar que en Atzilut ya existía «fragmentación» debido al desarrollo de las diez dimensiones (Sefirot), pero como estas diez estructuras se encontraban dentro del mismo Ein Sof y no se habían revelado en acto, podríamos decir que no existía la fragmentación a pesar de existir de forma potencial.121
Derrotamos al mal no al enfrentarnos a él, sino al modificar nuestra percepción en el orden de la Merkabá. Si nuestra mente (Biná subjetiva) no le otorga entidad real al mal, no existe el mal. Incluso podemos derrotar al mal cuando nos quieran asesinar físicamente, porque el mal puede aniquilar mi subjetividad física, pero el mal nunca puede aniquilar la consciencia de revelación divina en tanto consciencia general. Y a pesar de mi posible destrucción material (porque este es el precio de existir en el orden espacio-temporal), nuestras consciencias perciben que si las «Neshamot» se han revelado en el nivel de la Briá, seguiremos avanzando para descubrir nuestros dos niveles más altos del alma.
Todo mal es producto del tiempo y del espacio, no existe mal en la Eternidad, ya que la Eternidad es el Bien en sí mismo. Podemos decir que siendo el Ein Sof lo infinito y lo eterno, es el sumo bien, y todo el mal surge cuando aparecen el tiempo y el espacio, porque estos son los condicionamientos básicos de nuestra realidad inferior. El Mal y el Bien existen exclusivamente por la percepción espacio-temporal de la Biná. Quien realmente ingresa a percibir la Jojmá cosmológica (a través de su Jojmá psicológica que la refleja subjetivamente) es consciente de que su existencia no debe ser afectada por el Bien y el Mal espacio-temporal.122
La existencia temporal es el bien del nivel inferior (dentro del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal), en cambio, la existencia eterna de cada uno de nuestros fragmentos pertenece al Bien supremo. La consciencia se revela, pues, tanto dentro de la materia más densa de las dimensiones inferiores como a través de las energías más sutiles de las dimensiones superiores, y dentro de su subjetividad como dentro de la objetividad. Todo lo «subjetivo» (que es intrínsecamente fragmentario) es producto de las energías más densas de la materialidad que operan en el mundo inferior (espacio-temporal).
Entonces, el mal al ocultar el bien nos produce «la sensación de mal».123 Porque todo mal inferior se relaciona con el tiempo y el espacio, con los grandes límites objetivos de estas dimensiones más bajas.
En cambio, al acceder a las dimensiones más altas modificaremos las relaciones de espacio-tiempo, porque cada dimensión opera sobre otra relación de espacio-tiempo, hasta alcanzar la anulación de ambos en el orden de la Eternidad. Allí entonces podremos degustar la sensación divina de Eternidad. Sin embargo, allí no terminará nuestro trabajo, porque trabajaremos para elevar toda la consciencia objetiva que se encuentra en potencia detrás de la materialidad. Todo el sistema material podrá ser percibido automáticamente en su raíz oculta. Podremos percibir las energías ocultas detrás de toda la materialidad. Esto sucederá en el futuro cercano.
Solamente existe el «Bien superior» en esta realidad inferior si sabemos percibir la «eternidad» más allá de nuestra subjetividad. Por lo tanto, toda consciencia de «Eternidad» real dentro del orden espacio-temporal configura la derrota de la muerte física en términos reales porque transformamos cada momento del orden temporal en un instante de «Eternidad».
Cuando la Biná subjetiva del Universo de Yetzirá alcanza dicho instante de «Eternidad», es entonces cuando aparece la felicidad interior que no se encuentra condicionada por ninguna satisfacción/insatisfacción exterior. ¿No es acaso la escritura el motor fundamental de «eternización» que ha sostenido al judaísmo? Alguno puede objetar que al carecer de «eternidad real» hemos descubierto métodos alternativos compensatorios de eternidad, pero también paradójicamente se podría proponer entonces que el Ein Sof en su eternidad obligada encontró métodos alternativos compensatorios de temporalidad. ¿El Ein Sof, entonces, creó el espacio y el tiempo para percibir una secuencia donde ya sabe anticipadamente cuál será el final, dado que el final se contiene en su propio principio?
Supongamos que somos nosotros los que fuimos creados como métodos alternativos a la eternidad, y nos encerraron dentro del espacio-tiempo, a pesar de esto, dice el texto del libro de Bereshit (Génesis) que hay un camino que nos lleva al Árbol de la Vida eterna. Nos dejaron una salida a nuestra temporalidad, y esta salida es la «Eternidad», pero ¿cuál es el sentido de lo «Eterno» si aún no hemos podido construir un sentido dentro de la existencia temporal? ¿Seremos dignos de la Eternidad si aún no hemos sido dignos de la Temporalidad? Gracias a Dios, por ahora nos han dejado dentro de la Temporalidad debido a nuestro bajo nivel de conciencia. Para acceder a la Eternidad debemos respondernos con toda sinceridad a ¿cómo utilizaríamos la Eternidad? No podemos lograr la «Eternidad física» con consciencia Bet de destrucción/construcción, la única opción real que tenemos para adquirir el grado de eternidad física es con un correlativo aumento de nuestros niveles de conciencia.
El «Maasé Merkabá» psicológico es el entrenamiento que propone el judaísmo para operar con grados de consciencia más elevados cuando tengamos la posibilidad científica de lograr la eternidad física dentro del plano de la materia. Sin embargo, alcanzar la trascendencia dentro de este sistema espacio-temporal es una forma válida de lograr una sensación anticipada de la «Eternidad» o, mejor dicho, la de encontrar la «Eternidad» en cada instante dentro de este sistema.
Por lo tanto, el asunto que estamos tratando aquí es fundamental porque, a pesar de no haber llegado a la «Eternidad» física, la extensión temporal de nuestra existencia requiere de importantes respuestas en relación al sentido de nuestra vida.
El judaísmo ha encontrado el sentido de nuestra «Temporalidad» y es el de alcanzar la «Eternidad» a través de un aumento constante del Daat (el Conocimiento). No hay mayor objetivo dentro de esta existencia que aumentar los niveles de conciencia. En este sentido, todas las dimensiones del Árbol de la Vida (Sefirot) deben ser simultáneamente elevadas. La elevación del nivel de consciencia no es un esfuerzo unidimensional, sino un esfuerzo integral de todas las dimensiones que nos componen, y esto no representa la superación absoluta de una dimensión para lograr alcanzar otra, ya que todas las dimensiones deben ser ascendidas en conjunto.
Ahora los cabalistas debemos trabajar en encontrar el sentido de nuestra potencial «Eternidad», y este sentido seguramente será continuar elevándonos sobre la materialidad. Es probable que la elevación de nuestros niveles de conciencia automáticamente nos conduzca a la Eternidad física real en el orden de la materia. Si el sentido existencial que tenemos dentro de la temporalidad es alcanzar mayores niveles de conciencia, y a pesar de ello no