Economía social y solidaria en la educación superior: un espacio para la innovación (Tomo 1). Barbara Altschuler

Economía social y solidaria en la educación superior: un espacio para la innovación (Tomo 1) - Barbara Altschuler


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del proyecto. Entendiendo que una de las tareas de la persona que investiga dentro de este campo de estudio, es la de facilitar la creación de espacios para la reflexión y acción intelectual en temas clave y de imperiosa necesidad para la sociedad. Analizamos también los factores y contextos que caracterizan el sector universitario donde están insertas las personas que investigan. Para ello, utilizamos la concepción de poder, para analizar los contextos y factores que inhiben o facilitan los cambios y transformaciones que la sociedad demanda en épocas de crisis sistémica como la que experimentamos. En un tercer apartado, explicamos los antecedentes, objetivos, metodología y resultados del proyecto de economía social y solidaria en la educación superior. Como último apartado, ofrecemos un modelo pedagógico basado en frónesis, que hemos utilizado para sistematizar y socializar nuestras reflexiones. El modelo, basado en preguntas tiene como objetivo desarrollar la competencia reflexiva de las personas comprometidas con una universidad llamada a crear valor y ser capaz de reinventarse para la tarea de resignificar y re-dignificar la condición humana como motor de transformación de la sociedad donde está inserta. Esperamos que este texto sirva de base para continuar compartiendo nuestras preguntas, inquietudes y cuestionamientos que legitiman un proceso dialógico entre las personas, sus valores, conocimientos, comprensión y su actuación en consecuencia.

      Metodología: Autoetnografía Colaborativa (AEC)

      El objetivo de este apartado es explicar la metodología aplicada, entre las dos autoras, para escribir el capítulo. Chang, Ngunjiri y Hernández (2013, pp. 22-23) enfatizan la perspectiva dual que nace desde una activa introspección, reflexión y diálogo por parte de la persona que investiga y de los integrantes en la misma. De esta manera, la autoetnografía permite que las personas creen el espacio necesario y el sentido de construcción del análisis a través de un proceso dialógico basado, tanto en un intra e inter-diálogo.

      La sistematización que compartimos comprende diferentes dimensiones y niveles de reflexión desde el ejercicio y responsabilidad personal y profesional, es decir, tanto desde la dimensión ontológica como la deontológica. Desde este punto de vista, la autoetnografía colaborativa es pertinente para unir las dimensiones esenciales antes mencionadas y desarrollar así la competencia reflexiva sobre lo que significó iniciar y coordinar un proyecto internacional dentro del marco de la crisis económica que se evidenció a partir del 2008 en Europa.

      La autoetnografía colaborativa como método nos permitía ir más allá del análisis e interpretación hermenéutica de los contextos socio económicos vigentes en ese momento. El análisis e interpretación debían de generarse desde el compromiso de un cuestionamiento personal y profesional, que trascendía contextos y culturas diferentes.

      Marco teórico contextual

      La siguiente sección se compone de dos apartados, donde aparecerán las palabras “personal académico” e “intelectual” que a lo largo del apartado se utiliza de manera intercambiable. En el primer apartado, siguiendo a Meredith (2019) y Quiroz-Niño (2019) se hace una referencia al marco y contexto teórico sobre la responsabilidad del académico en la que la acción y la reflexión conforman un mismo paradigma e imaginario. En el segundo, se analizan los factores que limitan el contexto político del sector universitario.

      Contexto deontológico del personal académico

      1 Los académicos y su responsabilidad deontológicaUna de las características distintivas del intelectual, según Said (1994), es la compulsión que éste siente para mirar más allá del horizonte inmediato de los deberes implícitos en su práctica cotidiana. Su motivación es el amor y un interés insaciable sobre un panorama más amplio, es hacer conexiones a través de líneas y barreras, en pro del cuidado de las ideas y los valores, independientemente de las restricciones de su profesión (p. 76).Foucault, a su vez, identifica al intelectual “universal” como “portador de valores” (1994/2001, p. 128). Quien utiliza su conocimiento y competencia dentro de “luchas políticas”; donde los propósitos morales son identificados y desafiados. Foucault pone de contraste a éste con el intelectual “específico”, o experto, quien es contratado sin que considere que su responsabilidad sea la de poner en duda la ética y propósitos más amplios de la tarea o la organización. En esta misma línea, Chomsky señala que la tarea del intelectual es “hablar la verdad y exponer las mentiras” (1967).Esto nos lleva a refrendar un concepto clave para la competencia reflexiva que abordamos en este capítulo: frónesis. Desarrollada por Aristóteles, implica, por parte del académico, tener una disposición hacia el cuestionamiento crítico y actuar en consecuencia. Kinsella y Pitman ofrecen una interpretación de la aplicación de frónesis a la competencia reflexiva a la que aludimos:[…] se concibe como una virtud intelectual que conlleva una ética de comportamiento, de inferencia y de deliberación basada en valores. Vinculada a un juicio práctico en base a una reflexión genuina. Es pragmática, depende del contexto y está orientada a la acción. (Kinsella y Pitman, 2012, p. 2).Según Worsham (2012) la competencia reflexiva emerge de la combinación de la teoría y práctica reflexiva; la misma que desarrolla un abanico de habilidades y aptitudes sociales hacia “experiencias reflexivas auténticas y transformadoras”.La competencia reflexiva requiere de un contexto y contenido sobre el que se va a reflexionar. En este aspecto, Arendt (1958) circunscribe el contexto con el concepto de acción con el ineludible efecto de la libertad, entendida en este artículo como acción emancipadora. Esta acción se refleja en las relaciones e interacciones internas y externas de la universidad promovidas por el personal académico.Para Arendt, el pensamiento y la acción están separados, pero son mutuamente dependientes y entrelazados, argumenta que hay peligro al pensar y actuar perdiendo el contacto el uno con el otro. Para ella, la responsabilidad del personal académico —que ella identifica como “teórico”— es pensar de una manera orientada a la acción política, evitando la tentación de recurrir a la abstracción y así privar la acción de su dimensión reflexiva (Buckler, 2012, pp.158-160).

      2 Las instituciones como dinamizadoras de poder emancipador o coactivoNo podemos eludir problematizar el poder como factor intrínseco en la relación entre el individuo, el académico y su institución. Para ello utilizamos la conceptualización sugerida por Hayward (2010), que concibe el poder como una red de fronteras sociales que delimitan el campo de lo que es posible o no. Ella sostiene que los mecanismos de poder están mejor concebidos, no como instrumentos que utiliza la gente con poder para impedir que las personas actúen libremente, sino que el poder se manifiesta en los límites o fronteras sociales que no son cuestionados, y que, en su conjunto, definen los campos de acción para todos los actores, en este caso el personal académico.Por tanto, los mecanismos de poder a los que hace referencia Hayward se manifiestan en formas de leyes, reglas, normas, políticas, costumbres, identidades sociales y estándares presentes dentro de las universidades. Éstos a menudo forman la base de supuestos tácitos y afirmaciones que se perciben como no cuestionables ni cuestionadas. Visto de esta manera, el poder inserto en las limitaciones que cobijan estructuras, instituciones, relaciones intra e interuniversitarias delimitan, de una manera u otra, los campos de lo posible. De la misma forma, argumentamos que el académico puede activar, ejercer y gestionar su poder impartiendo, exponiendo e informando, libremente y de forma responsable, sobre una diversidad epistemológica y experiencias de vida que están presentes como fuerza viva de la sociedad (Quiroz-Niño, 2019). De esta manera, su poder se basa en ampliar los límites de una uniformidad y estandarización epistemológica que domina la universidad actualmente, a cultivar mentes y preparar a sus estudiantes a conocer, reconocer y cuestionar el mundo y su mundo tal cual es, y no como debería o podría serlo.Como personal académico, nuestro trabajo implica desarrollar y nutrir un análisis crítico personal y colectivo. Necesitamos examinar críticamente estos “incuestionables o no cuestionados” límites y desafiar el poder tomando medidas para identificar y transformar los límites de lo que consideramos posible o no dentro de nuestra propia institución. Especialmente dentro de nuestras cátedras académicas, donde tenemos un margen razonable desde la libertad de cátedra.Comprender el poder de esta manera —como emancipatorio o constrictor— orienta nuestras acciones y reflexiones para abordar las consecuencias de los imaginarios, con sus límites y oportunidades, que faciliten y legitimen formas particulares de pensar y, por tanto, de intervenir de forma activa a través de la docencia, investigación y divulgación y aplicación.

      3 Contextos


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