La potencia del talento no mirado. Carlos March

La potencia del talento no mirado - Carlos March


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de poder decir tengo estas capacidades iguales a las tuyas».

      «No soy menos importante que alguien más grande. Tengo 23 años y poder interactuar con alguien que tiene 40 años de profesional y saber que estoy a ese nivel me encanta. Mi project manager trabajó en una empresa grande y me enseña a ser como él y yo le enseño a otras personas y eso genera una cadena de compartir la información, enseñar y que te enseñen. Yo sé que mis hermanos chicos me van a enseñar a mí cuando sean más grandes».

      «En mi generación, hasta ahora no hubo guerras. Las generaciones pasadas provocaron guerras, dictaduras y, en mi generación, no hubo nada de eso. Pasaron muchas cosas malas antes de que yo naciera. Nos dejan un legado horrible y, ahora, yo tengo que mejorar las cosas. Se quejan de lo nuevo, pero ¿qué hicieron las generaciones pasadas?».

      «Estamos preparando un mundo mejor para nuestros hijos. Se supone que los que vienen estarán más agradecidos con nosotros que nosotros con nuestros padres».

      La educación que deforma

      Uno de los ámbitos dominados por los adultos que más cuestionamientos genera en los jóvenes, tal vez porque los tiene como víctimas directas, es el sistema educativo. Mucho de lo que frustra a la juventud tiene que ver con la educación que reciben y con todo lo que dejan de recibir en materia de formación. Un sistema diseñado en el siglo XIX, con docentes del siglo XX para formar jóvenes para el siglo XXI. Todos sabemos que esto no puede funcionar, más aún los jóvenes que no tienen conflicto de intereses con las estructuras actuales. Entonces, les irrita las pedagogías obsoletas, los enerva la cantidad de información inútil, los indigna la soberbia del profesor, los aburren las formas de enseñanza, los frustra ver que nada cambia porque ven que, en la realidad, todo cambia. Los enfurece estar dentro de un sistema educativo que saben que los deja afuera de las oportunidades.

      De nuevo, se activa la escucha en Arbusta para garantizar que esa convicción de que se aprende a trabajar trabajando, sea el eje del diseño de los entrenamientos y el centro de la formación de los arbusters centennials que hacen oír sus comentarios sobre las debilidades del sistema educativo que debería formarlos. Aprovechamos entonces para compartir una síntesis de esas reflexiones.

      «Los jóvenes tenemos un problema para progresar porque el sistema educativo falla por todos lados: si te toca un profesor bueno, es por suerte y no porque se deba a un sistema organizado. Es un sistema que te pone una nota que no sirve para nada. La escuela es todo lo opuesto a un lugar donde deberías aprender».

      «Los profesores no acompañan a los jóvenes en su desarrollo. Los profesores bajan línea de un modo que hay que cambiarlo, te imponen que las cosas son de una determinada manera y eso hay que cambiarlo. Eso te desanima. Entonces, te impulsa la ira, porque hay mucha gente que la pasa mal».

      «En el sistema educativo, al profesor no le interesa lo que te gusta sino que entiendas. Son pocos los profesores que dan clase; la mayoría son aburridos y no aprendés. En Historia había un profesor que hacía juegos en grupo para que aprendieras y era gracioso. Entonces, te llamaba la atención y aprendías más. Un profesor que está continuamente escribiendo y hablando, me aburre».

      «Los programas de estudio, las ganas del profesor de dar las clases, los sueldos, hay que cambiar todo. Los requisitos para aprobar, los requisitos para entrar a las universidades. No puede ser que evalúen a treinta personas por el mismo conocimiento y no se consideren sus aptitudes, sus gustos. Yo no puedo estudiar Psiquiatría en la universidad porque no tengo aprobada Matemática del secundario».

      «El gobierno da cosas, ofrece programas para potenciar habilidades técnicas y blandas. Si uno busca, siempre algo hay. Si buscás, podés encontrar. Lo que pasaba antes era que la gente, capaz, no divulgaba tanto esas alternativas por miedo a que, al hacerse conocidas, no fueran a estar más o perdieran sus propias oportunidades. Ahora, la gente divulga todo por todos lados. Pero, si no tenés conexión con esas cosas, no llegás».

      «Con la educación en mi secundaria estoy disconforme. Te causa rechazo para cosas que luego tenés que estudiar en el futuro. El inglés lo odié en la secundaria y, ahora, no quiero saber nada. Con Matemática lo mismo: a mí me gusta, pero hay chicos que la odian. La educación es toda repetitiva. Todo se achicó: mi mamá tenía francés en el colegio y yo ya no tuve. Todo es más compacto. No ves ciertas cosas que podrían expandir tus posibilidades».

      «No se respetan los tiempos de aprendizaje. Te exigen que aprendas algo para cierta fecha y se olvidan del objetivo que es aprender. Hay profesores que te hacen reflexionar, que te lo hacen más divertido y simple. En la enseñanza normal te dan mucha información en lugar de que sea algo más concreto».

      «Hay muchos chicos a los que les pegan, que están solos en la calle y necesitan más un psicólogo que una escuela».

      «Hay chicas jóvenes en mi barrio que dejan el estudio y después tienen pareja e hijos. Pero eso no sucede con mis compañeros y compañeras del colegio Bermejo, fuera del barrio. En el Bermejo, la mayoría de mis excompañeros están estudiando y trabajando; les cuesta un montón, pero lo hacen. La gente “de afuera” (como llaman a los que viven fuera del barrio) hace un gran esfuerzo. Las chicas de mi barrio no piensan en su futuro. Capaz buscan el cambio después, por sus hijos. Antes, en el barrio había mucha ganancia turbia (del delito) y, ahora, hay mucho más control. Nunca tuve amistades en el barrio; siempre por fuera».

      Habiendo comprendido el desafío de construir un espacio de jóvenes que contemplara la tensión con los adultos y —al mismo tiempo— una organización capaz de formar jóvenes sin replicar las debilidades del sistema educativo, tocaba ahora pensar qué formato podía darle cuerpo a Arbusta.

      ¿Empresa, comunidad, familia?

      «Había una necesidad de encasillar a Arbusta, de definir si era una organización social o una empresa. Para colmo, en el medio, afloraba una marea de conceptos como empresa social, innovación de impacto, empresas B, triple impacto. Y, como vivimos en un mundo más económico que social, nos sentíamos forzados a hacer algo para que nos entendiera el mercado. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que tratar de encuadrarnos en las categorías existentes era una trampa conceptual que no permitía definir una identidad. Entonces dijimos: “¡Basta!” y nos abocamos a encontrar la manera de rescatar los beneficios, de hacer empresa de otra forma. Por eso, ahora decimos: “Yo te cuento lo que hacemos, lo que nos pasa, y luego, vos decidí dónde preferís encuadrarnos. Porque, en definitiva, somos un lugar de encuentro donde se integra todo y, al mismo tiempo, se sale de todo. No somos un puente entre mundos complejos, sino un lugar de encuentro basado en la simpleza. La idea, más que ser puente, es ser un camino”», comienzan a definir los fundadores.

      Alberto Kidu Willi, profesor e investigador del IAE, la escuela de negocios de la Universidad Austral, es un intelectual cercano a los fundadores con quien intercambian reflexiones. Es el propio Willi quien recuerda las primeras de ellas: «Recién se comenzaba a incorporar al vocabulario conceptos como “empresa social”, empezaban a asomar cosas que veía en las conferencias del exterior. En ese marco, conversábamos sobre Arbusta, que empezaba como una idea,


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