El burdel de algún dios. Abdiel Batista
en el baño. Ese día su madre las llevó a visitar a sus abuelos maternos y no volvieron hasta la noche. Su padre sufrió en la regadera un ataque cardíaco. Fue Clara quien lo encontró cuando venía orinándose casi todo el viaje. Subió al baño como bestia salvaje. Se detuvo de golpe al notar la puerta que estaba un poco abierta y la ducha sin control mojando todo. Entró despacio, abrió la cortina y ahí estaba desnudo, con la boca abierta y los ojos perdidos con sabor a muerte. Se acercó muy lento, tocó su mejilla fría como hielo y salió del baño. Volvió a paso lento hasta donde estaba su madre que todavía bajaba las maletas. Se encontraba malhumorada porque su esposo, muy atento siempre no atendía su llamado. Clara le dijo al oído lo que había visto. No dejaron que Bonnie viera la escena. Solo lo dejaron verlo para su última despedida dos días después en su entierro, el cual fue multitudinario. Su padre que toda su vida usó grandes gafas había sido un periodista muy reconocido con algunos premios y una vida llena de buenas cosas. Después de la muerte inesperada, ambas niñas se unieron mucho más; se cambiaron a dormir a un solo cuarto y fueron creciendo apoyándose una a la otra. Hasta que llegó la adolescencia y los estereotipos cayeron sobre ambas.
Clara tenía un rostro fino como porcelana. Con cabello negro, cejas delineadas y unos labios delgados muy cautivadores. Mientras Bonnie, crecía con acné que le poblaba la cara. Un cabello ondulado de calor castaño y una gordura en sus caderas por problemas de tiroides. Este fallo de herencia le había hecho crecer su espalada y brazos que la sacaba un poco de aquel contexto femenino perfecto creado por la sociedad. En cada reunión o cualquier acto social donde iban a la gente le gustaba compararlas como si fuera gemelas. Era un fenómeno que las niñas odiaban. Era como si en sus rostros dijera: “compárenos” somos las hijas del periodista Hamerson. Lo difícil era cuando llegaban las opiniones a sus oídos. Muchas veces no eran ni disimuladas, sino abiertas de quien era más bonita y la menos agraciada. Cual era más alta, cual tenía mejor sonrisa. Algo que con el tiempo hacía frustrar a Bonnie e hiciera comenzar a ver a su hermana como enemiga. Esas palabras y las situaciones hicieron que en Bonnie se fabricara una incomodidad silenciosa. Al final fueron tantos los mal entendidos que nació un odio árido hacia su hermana que cambiaría todo.
Fue entonces que la niña menor deseó tantas veces que las cosas fueran diferentes y que un milagro cambiara todo. Cuando Clara salió embaraza con casi dieciocho, Bonnie sintió una felicidad caprichosa y burlesca. La niña mejor vista, bella y hermosa se debía ir de casa con ese chico apuesto que Bonnie siempre miraba con buenos ojos. Era Poe el niño de los dientes perfectos y blancos. Una nariz perfilada y una risa escandalosa. Era el más atractivo en la escuela según las voces de los pasillos. Bonnie no se quedaba atrás para mirarlo como lo hacían todas. El desastre llegó cuando este le habló por primera y única vez. Fue en una clase de química de Bonnie los martes al final de la jornada cuando casi ella estaba terminando y se encontraba lista para salir, entonces lo vio venir desde lejos. El joven Poe era mayor que ella y jamás perdía la esperanza de que los caminos se cruzaran y sucedió. Pero no a favor de Bonnie.
—¿Te llamas Bonnie, cierto? —preguntó Poe estirando sus labios y mostrando sus dientes. La joven sintió como se ahogó su garganta con saliva tratando de darle el sí.
—Sí, soy Bonnie— contestó casi sin respirar.
—Entonces debes ser la hermana de Clara, ¿verdad?
Aquella felicidad se convirtió en una pesadilla al instante. Lo dejó como estatua solitaria donde estaba y se fue de inmediato. Semanas después las hermanas discutieron en casa y Bonnie por fin sacó ese odio y le gritó a Clara:
—¡Te odio hermana y lo haré por siempre!
Bonnie se juró aquel día no saber más de ningún hombre. Odiarlos hasta la muerte siendo Poe y su hermana los culpables de dicho trauma. Así que la odió con más fuerza. Se dedicó a ir buscando nuevas sensaciones y nuevos gustos muy en silencio. Se convirtió en una rebelde en contra del matrimonio clásico y buscó alternativas. Solo necesitaba ser amada ahora por mujeres en vez de hombres. Fue hasta la muerte de su madre que Bonnie se declaró libre. Una nueva lesbiana al mundo con fuerzas radicales de odio. Con un pensamiento tormentoso que le declaraba la guerra a su propia historia familiar.
La tranquilidad de Bonnie sobre el sillón cambió de golpe. Sintió llegar a casa un auto con un sonido particular que ya conocía. Abrió sus ojos porque casi estaba dormida y miró por la ventana. Era su hermana Clara. Bonnie arrugó su rostro y su boca conociendo que algo no estaba bien. Las puertas de aquel viejo Cadillac plateado se cerraron y Clara empezó a caminar hacia la casa. Venía sola sin ningún niño a cuestas, algo que le pareció más extraño a Bonnie después de algunos meses sin verla. Bonnie caminó hasta la puerta de entrada y antes que tocara ella le abrió. Frente a ella estaba Clara y aunque había parido tres veces su cuerpo se mantenía bello. Traía puesto un vestido de flores verdes con base blanca perfectamente ceñido al cuerpo. No tenía una sola mancha en su cara, su piel era fina y brillante igual como de niñas. Se mantenía bella como siempre la había recordado Bonnie. Solo había una gran diferencia. Clara había perdido algo de peso, pero no dejaba de ser la misma bella hermana de siempre. Clara intentó abrazarla al llegar frente a ella. Bonnie se negó dando un paso atrás e invitándola a entrar con un gesto de indiferencia en su rostro.
—La casa está linda, las has mantenido como a mamá le gustaba—le dijo Clara mientras caminaba hacia la sala moviendo su cabeza para lograr ver todo.
—¡Sí! Jeeehhh. Estar sola te da lago más de tiempo—contestó Bonnie. —Solo se debe trabajar y volver a casa. Todo por un gobierno que tiene traumas del pasado y que no tiene ganas de acomodar el futuro. Nos hace a la gente como yo tener más tiempo para hacer cosas diferentes y gozar dicho privilegio que tienen ustedes los normales.
—Es cierto—dijo Clara. —Pero hoy en día todos debemos estar claros después de aquel año cero. Sabes que debemos arreglarlo. Que pudimos desaparecer como especie por no saber controlar nuestros demonios.
—¡Bahh!, no me vengas con ese discurso —refutó Bonnie mientras llegaban a la sala. —No creo que estés aquí para explicarme el año cero. Un viaje de cuatro horas para hablar de algo que todo el mundo sabe —. ¿Eso amerita dejar a tus cuatro hijos solos en casa? —preguntó Bonnie con un sarcasmo de payaso para adultos.
Clara se sentó en los sillones de la pequeña sala. Una lámpara de cristales guindaba en el medio. Algo que antes no existía cuando ella vivía ahí. Dobló su mirada al rincón donde estaba el sillón de Bonnie y sonrió.
—Todavía sigues amando esa parte de la casa, es bueno saberlo.
Ambas miraron hacia esa parte de la casa como estatuas. Hasta que Clara se acomodó un poco e interrumpió el momento:
—Hermana voy a morir muy pronto —dijo rápido y de golpe.
Bonnie sonrió. Sus mejillas temblaron pensando que se estaba burlando de ella.
—¿Qué vas a qué? —preguntó con las cejas altas.
—Tengo una enfermedad terminal dentro de mi cuerpo —dijo Clara.
—Lo triste es que la ciencia todavía para estos días no tiene la cura. Venir aquí para mí no es fácil. Implica hermana olvidar todo los que nos ha pasado. No hay otra salida para poder asegurar el bienestar de mis hijos, pero sobre todo cuidar su futuro. Como sabes de forma directa su única familia de sangre eres tú y su padre. Recuerda que Poe no tiene hermanos. Sus familiares han muerto igual que el de nosotros. Con mi muerte el estado le brindaría un subsidio hasta su mayoría y de adultos una beca a la mitad para sus estudios. Estos beneficios se darán siempre y cuando no tengan tendencias que eliminen a la raza. Esto se estipula en la nueva ley de supervivencia desde que inició el año cero. “Cualquier hombre o mujer con declive por gustos que no sean hacia su género sexual contrario. Vivirán con reglas fijas y vigilados por el gobierno en turno. Esto es solo para prevenir que la raza humana perdure sobre la tierra” creo que las conoces muy bien.
—Clara, ¿crees que no conozco la ley año cero? —. Sé que todos los matrimonios. ¡Sí! Escucha bien. Todos los matrimonios entre seres del mismo sexo fueron eliminados por completo. Que ahora las personas como