Lado a lado. Edward T. Welch

Lado a lado - Edward T. Welch


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y Respuesta

      1) ¿Puedes describir el corazón en unas pocas oraciones?

      2) Da algunos ejemplos de cómo tus sentimientos están vinculados a lo que está sucediendo en tu relación con Dios.

      Estamos necesitados

      La vida es difícil

      Nuestros corazones están ocupados

      El encuentro de circunstancias difíciles con corazones ocupados

      El pecado pesa mucho

      Pide ayuda al Señor

      Pide ayuda a los demás

      El encuentro de circunstancias difíciles con corazones ocupados

      Siempre habrá circunstancias preocupantes. La vida es difícil. Cuando nuestro corazón se encuentra con las circunstancias difíciles, estalla una conversación entre ambos—de ambas vías—y la conversación puede ser sabia y llena de esperanza, o puede ser insensatez disfrazada de sabiduría.

      La conversación comienza

      Por lo regular, nuestros problemas comienzan la conversación interna:

      “Esto es doloroso. ¿Por qué está sucediendo?”

      Y entonces viene el caos. Los seres espirituales susurran, “¿Le interesas a Dios? ¿Puede confiarse en Sus palabras?”. Nuestros corazones pueden someterse a esas preguntas, y nosotros podemos adoptarlas como nuestras:

      “Tal vez a Él no le interese. Un buen padre, ¿no protegería a Sus hijos de estas cosas?”

      Mientras tanto, Dios también habla.

      Pudiéramos resumir Sus palabras de la siguiente manera: “Mira a Jesús, crucificado y resucitado de los muertos. Aquel que fue crucificado y sufrió, Él es la evidencia del amor infalible en medio de la aflicción. El sufrimiento genera muchas dudas y para la mayoría de ellas tendrás que confiar en mí—que mi amor es más sofisticado de lo que crees”.

      Nuestra tarea es escuchar la voz de Dios, creer Sus palabras, y seguir a Jesús aun cuando la vida sea difícil.

      Una y otra vez los problemas vienen a nosotros y nosotros respondemos. El diablo cuestiona nuestras respuestas; nosotros respondemos. La Palabra de Dios en Cristo Jesús nos relata la verdadera historia sobre nuestro sufrimiento y habla de esperanza; nosotros respondemos. Y la conversación continúa.

      ¿Quién gana? ¿Quién tendrá la última palabra?

      Mientras tanto, la conversación cambia verdaderamente la experiencia del sufrimiento. Por ejemplo, si respondemos con, “Nada tiene sentido y a Dios no le importa”, nuestro dolor será peor. Si respondemos con, “No entiendo esto, pero sé que mi Padre me ama y confío en Él”, viviremos con propósito, esperanza y perseverancia. Si recordamos las promesas de Dios en nuestras pruebas y nos volvemos a Él, los problemas pueden hacerse ligeros y momentáneos (2 Corintios 4:17) cuando son comparados a las riquezas que tenemos en Él.

      Es en este ir y venir que necesitamos ayuda. Incluso aquellos que parecen fuertes en la fe pueden tambalearse por el sufrimiento que amenaza las cosas que más aman.

      Algunas conversaciones son mejores que otras

      Hay algunas conversaciones en las que el corazón no quiere ayuda. Ya hemos tenido suficiente, somos inflexibles y ninguna palabra de Dios o de otras personas nos va a influenciar. Aquí hay un ejemplo:

      “Dios, tú no tienes corazón”. Él era silencioso y temeroso de Dios. Algunos lo consideraban tímido. Rara vez los vecinos lo escuchaban hablar, aun así dirían que era un buen vecino.

      Cuando fue expulsado de su hogar y reubicado en un gueto Húngaro, él era la misma vieja persona, como si nada hubiera cambiado. Pero cuando fue llevado en un camión que era demasiado pequeño para la docena de personas que llevaba, cuando el viaje iba en su segundo y después tercer día sin agua, cuando los guardias abrían las puertas cada pocas horas y al azar golpeaban con las culatas de sus rifles las débiles cabezas, y cuando morían personas a su alrededor, su corazón finalmente respondió.

      Sus circunstancias dominaban la batalla interna.

      “Dios todo poderoso, ¿por qué nos has hecho esto a nosotros? ¿No tienes corazón, no tienes sentimientos? ¿No tienes ojos para ver? ¿No tienes oídos para escucharnos? Eres malvado, Oh Señor, tan malvado como el hombre.”4

      Ese fue el final de su conversación. Él acuso a Dios y sintió que no había nada más que decir. En lugar de pedir prestadas las palabras de los salmos de David, el respondió con su propio anti-salmo, y se aferraba a ello.

      Aquí hay una mejor alternativa:

      “Nada ha cambiado”. Un padre de cuatro hijos, de cincuenta y cuatro años de edad, tenía una larga historia de caminar con Jesús. Una de sus rutinas era leer un salmo cada día, y el Salmo 22 era uno de sus favoritos. Debido a que él había hecho esto por décadas, estaba acostumbrado a hablar honestamente con el Señor en cualquier circunstancia, y él, también, podía resumir sus reacciones en unas pocas palabras.

      Durante un examen de rutina, su doctor notó una lesión muy irregular en su hombro, a la cual efectuó una biopsia y envió a un laboratorio de patología para hacer algunas pruebas. El resultado estaría listo en diez días. El doctor estaba claramente preocupado y sugirió que el paciente regresara a la oficina para tratar los resultados y considerar cuáles tratamientos pudieran ser de ayuda.

      Diez días después acudió al médico acompañado de su esposa. El doctor fue directo al grano.

      “Tengo malas noticias. La lesión es cancerosa”.

      “¿Qué quiere decir esto? ¿Cuál es el tratamiento y pronostico?”

      “Es un melanoma maligno—uno de los cánceres más agresivos. En este momento, los únicos tratamientos que tenemos son

       experimentales y no han mostrado gran éxito”.

      “¿Y el pronóstico?”

      “Lo siento mucho. Por lo general la esperanza de vida es de entre nueve y doce meses”.

      Agradeció al médico por ser claro, directo e intentar ayudar.

      Agendaron una cita de seguimiento para hablar sobre los tratamientos experimentales. Él y su esposa dejaron la oficina y lloraron juntos.

      Sus primeras palabras fueron, “Nada ha cambiado”.

      A la vista de las peores circunstancias posibles para él y su familia, él dijo, “Nada ha cambiado”. Su corazón y su claro conocimiento de Jesús tomaron el control de la conversación interna y esencialmente dijeron esto: “Si tú crees que las noticias de mi muerte van a cambiar mi confianza en el amor de Dios hacia mí, no lo harán. Su Hijo dio Su vida por mí. ¿Por qué pensaría que Él me ama menos ahora? Él me amaba ayer cuando todo parecía ir bien. Nada ha cambiado—Él me ama también hoy”.

      Esa fue la palabra final. Había tanto que hacer y habría muchas lágrimas adelante. En efecto, pidió oración de su familia y amigos—por fe, por esperanza, por amor—pero jamás reconsideró esa conversación inicial, aun cuando murió, rodeado por su familia un año más tarde.

      Aquí está el mejor ejemplo: “¿Por qué me has desamparado?”. Jesús ha ido delante de nosotros y nos muestra cómo responder a las dificultades— cómo tener la conversación del corazón con Dios. Así es como Jesús respondió a Su sufrimiento:

      Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

      ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?

      Dios mío, clamo de día, y no respondes;

      Y de noche, y no hay para mí reposo (Salmo 22:1–2).

      Llantos honestos, abiertos


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