Historia económica de la Argentina. Domingo Felipe Cavallo
también cuentan con vastos recursos naturales y atrajeron fuertes influjos de capitales y de inmigrantes desde Europa.
Como la mayoría de los países activamente involucrados en el comercio y las finanzas internacionales, la Argentina sufrió numerosos shocks después de la Primera Guerra Mundial, tales como las hiperinflaciones europeas de 1920, la Gran Depresión de 1930 y la Segunda Guerra Mundial.
Los problemas económicos alimentaron actitudes defensivas de grupos de interés organizados. Las instituciones democráticas se debilitaron, y permitieron que esos grupos de interés, incluidas las fuerzas armadas, capturaran el poder político. Luego de varias asonadas que quedaron solo en el intento, la Argentina sufrió el primer golpe militar que logró derribar a un gobierno constitucional en 1930. Los gobiernos sucesivos, tanto militares como civiles, llegaron al poder gracias a los comicios viciados por el fraude hasta 1946.
En contraste con la primera ola de globalización, el país demoró 45 años su participación en la segunda ola. Entre 1945 y 1990, las políticas económicas se tornaron populistas e internacionalmente aislacionistas, y la inflación persistía en un escenario de crecimiento lento e inestable.
Luego de participar en el gobierno militar que tomó el poder en 1943, Juan Perón ganó las elecciones en 1946. De inmediato entendió que la promoción de la industria manufacturera, la construcción y los servicios internos servían para redistribuir ingreso desde las actividades agropecuarias, intensivas en el uso de capital y tierra, en favor de los trabajadores urbanos. Para implementar esta estrategia, Perón utilizó tipos de cambios múltiples, restricciones cuantitativas, altos aranceles de importación, así como impuestos explícitos e implícitos sobre las exportaciones de productos agropecuarios.
Los efectos deseados sobre los salarios reales no duraron mucho tiempo porque esas políticas provocaron el estancamiento de la producción agropecuaria, la reducción drástica de las exportaciones y dificultades para financiar la importación de insumos y bienes de capital indispensables para sostener la producción eficiente de las manufacturas y los servicios.
Además de su estrategia de sustitución de importaciones y redistribución de ingresos, el gobierno de Perón incrementó el gasto público, lo que tuvo como consecuencia déficits fiscales importantes. Al inicio, gravámenes sobre la riqueza y ahorros acumulados en el pasado financiaron estos déficits, pero el gobierno terminó utilizando la emisión monetaria como principal fuente de financiamiento. La inflación se transformó en un fenómeno persistente: alrededor del 30% anual, con excepción de un pico en 1959, año de un drástico sinceramiento de inflación reprimida. Pero la peor experiencia inflacionaria todavía estaba por ocurrir.
Restricciones de oferta y baja productividad durante la primera parte de los cincuenta restringieron la expansión de la industria. Incluso cuando la expansión industrial se revigorizó, en especial luego de la apertura a la inversión directa extranjera durante la presidencia de Arturo Frondizi, el crecimiento global fue menor que en la Edad de Oro, menor que en los Estados Unidos, Australia y Canadá en el mismo período y significativamente menor que en el Brasil.
En 1973, Perón asumió la presidencia por tercera vez, sin mayores cambios con respecto a su primera presidencia. De hecho, implementó políticas similares a las que había aplicado antes: fuertes impuestos a la agricultura, aliento activo a las manufacturas, la construcción y los servicios, aumento del gasto público y déficits fiscales financiados con expansión monetaria masiva.
En esta oportunidad, los términos del intercambio se revirtieron mucho más rápido que al final de la década de 1940. La muerte de Perón en julio de 1974 y la intensificación de la lucha entre los guerrilleros y los militares recortaron el poder de su sucesora. En este contexto, su intento de revertir las políticas, como el mismo Perón lo había hecho después de 1949, generaron protestas, huelgas y disturbios que terminaron en una explosión inflacionaria en junio de 1975.
Los quince años que siguieron a la explosión inflacionaria de 1975 fueron dramáticos. La inflación se mantuvo por sobre el 100% anual y los intentos de introducir reformas económicas parciales no lograron revertir el clima de estancamiento y alta inflación. El ingreso per cápita declinó al 1,5% anual mientras en el mundo aumentaba al 1,6% anual. Hacia el final del período, la economía sufrió hiperinflación. Entre marzo de 1989 y marzo de 1990, la tasa anual de inflación alcanzó el 11.000% anual.
La traumática experiencia de 1975 a 1990 creó las condiciones políticas para una reorganización completa de la economía: una ambiciosa reforma que persiguió la inserción de la Argentina en la economía global enmarcada por un sistema monetario similar al de las décadas iniciales del siglo XX.
Durante el primer trimestre de 1991, el gobierno argentino sancionó la Ley de Convertibilidad, que creó un nuevo sistema monetario basado en el peso convertible 1 a 1 con el dólar y totalmente respaldado por reservas externas. La misma ley legalizó el uso del dólar en competencia con el peso. Al mismo tiempo, el gobierno eliminó los impuestos sobre las exportaciones agropecuarias, redujo los derechos de importación y eliminó las restricciones cuantitativas a las importaciones. También privatizó empresas estatales luego de recrear competencia en los mercados o regulaciones adecuadas cuando los servicios constituían monopolios naturales. El gobierno redujo el gasto público, simplificó el sistema impositivo y eliminó el déficit fiscal.
La inflación cayó al 3% anual hacia 1994. El país gozó de cuatro años consecutivos de crecimiento rápido. En 1995 una interrupción repentina en el flujo de capitales provocada por la crisis mexicana generó una recesión. El FMI y otras instituciones financieras, incluyendo bancos privados, proveyeron financiamiento de última instancia, y la economía se recuperó en un año sin que se alteraran las reglas de juego. La Argentina volvió a experimentar crecimiento rápido desde 1996 hasta 1998.
No obstante, a causa de varios shocks externos, particularmente la devaluación del real brasileño en febrero de 1999 y la depreciación del euro desde 1999 hasta mediados de 2002, la Argentina entró en recesión al final de la década de 1990. Con un fuerte deterioro de los términos del intercambio externo y la imposibilidad de devaluar el peso, la deflación acompañó a la recesión y creó un clima de virtual depresión: el desempleo y la pobreza aumentaron de manera sostenida.
A partir de 1997, el gasto público como porcentaje del PBI aumentó debido a la recesión y al aumento de intereses de la deuda pública, particularmente de la deuda de las provincias con el sistema bancario local. Por la misma razón, los ingresos comenzaron a declinar y el déficit fiscal a aumentar.
En el último trimestre del año 2000, disminuyó la entrada de capital extranjero, y en 2001 se produjo otra interrupción repentina en el flujo de capitales como la de 1995. Esto generó una gran iliquidez en el sistema bancario, motivo por el cual las provincias tuvieron problemas para servir sus deudas y varios bancos se tornaron insolventes. Ni el Banco Central ni el gobierno tenían recursos para ayudarlos.
El FMI, que hasta septiembre de 2001 había provisto algunos fondos, en noviembre de ese mismo año decidió retirar su apoyo, justo cuando el gobierno anunció una reestructuración ordenada de la deuda. Una corrida contra los bancos obligó al gobierno a restringir el retiro de dinero en efectivo, lo que provocó la caída del gobierno de De la Rúa.
En medio del caos político, un nuevo gobierno provisional liderado por el presidente interino Eduardo Duhalde decidió abandonar la convertibilidad, transformando todas las obligaciones financieras bajo ley argentina, incluidos los depósitos bancarios, de dólares a pesos inconvertibles. El precio del dólar saltó de 1 a 3,8 pesos entre enero y septiembre de 2002. En ese año, el índice de precios al consumidor aumentó 41%, lo que incrementó dramáticamente el desempleo y la pobreza.
El gobierno congeló salarios, jubilaciones y tarifas de los servicios públicos. Además, introdujo impuestos a las exportaciones agropecuarias y controles de precios a la carne y a otros bienes de consumo masivos. En 2002, cuando los términos del intercambio externo mejoraron y el dólar se depreció frente a la mayoría de las monedas, la economía argentina –que entre 1998 y 2002 había sufrido una caída del 25% del PBI– comenzó a recuperarse rápidamente. El precio del dólar bajó desde 3,8 pesos a menos