Historia económica de la Argentina. Domingo Felipe Cavallo
creación del Virreinato del Río de la Plata
Una compleja burocracia administraba los nuevos territorios americanos. La corona necesitaba cobrar impuestos, que incluían el quinto, un impuesto sobre la producción de minerales. Otros tributos incluían las alcabalas, cargado sobre las mercancías que ingresaban en cada ciudad, y el almojarifazgo, una especie de arancel aduanero aplicado a las importaciones. Además, se cobraba por el nombramiento de funcionarios y cargos de administración, así como por el otorgamiento de monopolios para la producción y venta de tabaco, naipes, explosivos y otros productos, cuya producción requirió la autorización del gobierno.
A principios del siglo XVIII, España sufrió una reducción en los ingresos de sus colonias americanas. La producción de oro y plata en Potosí disminuía, así como la cantidad de nativos, apenas unos setecientos de los miles que habían trabajado en las minas a través del sistema mita. Urgía utilizar esclavos o contratar trabajadores, porque el costo de producción también había aumentado significativamente. De hecho, la corona tuvo que reducir el quinto (una quinta parte) a un diezmo (una décima parte), mientras el contrabando aumentaba a través del puerto de Buenos Aires.
Frente a los descensos en los ingresos tributarios provenientes de América y al creciente interés de las potencias europeas rivales en los puertos del Río de la Plata, el rey Carlos III introdujo importantes cambios en la administración de las colonias. Pocos años después de la expulsión de los jesuitas y como parte de esos cambios, creó el Virreinato del Río de la Plata con Buenos Aires como capital. El nuevo virreinato comprendía la actual Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay, que hasta entonces formaban parte del virreinato del Perú, con Lima como cabecera.
Al legalizar la conexión marítima con España a través del puerto de Buenos Aires, la corona pudo reducir los costos de transporte entre Potosí y los puertos españoles, lo que impactó positivamente en el desarrollo de Buenos Aires. También aumentó el tamaño de las fuerzas militares ubicadas en la ciudad y permitió la llegada de buques portugueses y británicos, siempre que aceptaran la autoridad de las aduanas españolas.
Junto con la creación del Virreinato del Río de la Plata, la corona decidió aumentar los impuestos sobre las ventas internas y las mercancías importadas, pero eximió las exportaciones de cueros y sebo. El aumento de los primeros generó violentos levantamientos en el Alto Perú, pero la exención de impuestos sobre las exportaciones de cueros y sebo provocó un fuerte aumento en las exportaciones oficiales desde el puerto de Buenos Aires. En 1780 comenzó la primera transformación industrial de la carne vacuna en tasajo (carne salada y disecada), cuya primera exportación se destinó a La Habana en 1785; en 1796, ya había unos treinta saladeros que producían tasajo en la costa oeste del Río de la Plata.
En este contexto, uno de los asuntos que requería la atención del virrey era la defensa de los ranchos ganaderos de los ataques de los nativos. En el curso del siglo XVIII, los mapuches y araucanos de los territorios chilenos del centro y sur recorrieron las pampas en malones en busca de ganado salvaje para llevar a Chile. Pero cuando el ganado salvaje escaseó, decidieron –a veces en alianza con los tehuelches locales– saquear los ranchos que criaban ganado al norte del río Salado. Hasta mediados del siglo XVIII, ninguna fuerza militar había defendido la frontera de estos ataques. En 1752, el gobierno de Buenos Aires organizó las primeras milicias para asumir este papel: los blandengues. En 1778, el virrey Vértiz reforzó las defensas y creó una línea de fortines encargada de defender la frontera (para entonces el límite era el río Salado). Los fortines se conformaban de pequeñas aldeas que apoyaban el desarrollo de las estancias ganaderas. Gracias a esta protección, los terratenientes pudieron expandir sus propiedades y aumentar la producción ganadera.
Las invasiones inglesas
Importantes acontecimientos políticos en el Virreinato del Río de la Plata estuvieron asociados con el impacto de la Francia de Napoleón sobre la relación de los imperios británico, portugués y español con sus colonias en América; entre ellos, las invasiones de Buenos Aires en 1806 y 1807 por las fuerzas británicas y la abdicación forzada de Fernando VII de la corona española en favor del hermano de Napoleón en 1808.2
La reacción de Buenos Aires ante las invasiones británicas sentó un precedente que influyó en los acontecimientos de 1810. En 1806, un ejército al mando de Santiago de Liniers, oficial de origen francés, leal a España durante más de tres décadas, derrotó a un ejército británico que ocupó Buenos Aires durante 45 días. El virrey Rafael de Sobremonte, siguiendo instrucciones preestablecidas para casos de invación externa, había abandonado Buenos Aires para proteger en Córdoba el tesoro real. Mientras tanto, la Real Corte de Buenos Aires designó a Liniers como la autoridad militar de Buenos Aires. Él organizó al pueblo para defender la ciudad de nuevos ataques y creó varias nuevas milicias hechas exclusivamente de soldados criollos y oficiales que voluntariamente habían decidido tomar las armas. El Regimiento de Patricios con Cornelio Saavedra como general y Manuel Belgrano como comandante de uno de sus tres batallones jugaría un papel importante en la Revolución de Mayo y sus secuelas.
Una segunda invasión británica ocupó Montevideo, a pesar de que el virrey Sobremonte había marchado desde Córdoba con 3500 hombres. Cuando en febrero de 1807 llegó a Buenos Aires la noticia de la caída de Montevideo, un cabildo abierto decidió retirar a Sobremonte y pidió a la Real Corte de Buenos Aires que designara a Santiago de Liniers como nuevo virrey sin la aprobación del rey de España. Pocos meses después, cuando los británicos intentaron ocupar de nuevo Buenos Aires, enfrentaron una defensa vigorosa y efectiva de las milicias, de modo que tuvieron que rendirse pocas horas después de irrumpir en la ciudad. En este episodio, las nuevas milicias criollas, organizadas por Liniers, complementaron a las milicias españolas tradicionales que dirigía Martín de Álzaga, un comerciante español y alcalde de la ciudad.
El 1º de enero de 1809, Martín de Álzaga y un grupo de españoles intentaron forzar la renuncia del virrey Liniers con el apoyo de las milicias españolas; pero las milicias criollas, encabezadas por Cornelio Saavedra, bloquearon el intento, y los líderes del golpe fueron exiliados a Carmen de Patagones, una ciudad en el extremo sur del virreinato. El papel desempeñado por las milicias criollas en la defensa de la ciudad alentó a los líderes criollos, cada vez más insatisfechos con el orden político y económico español en el Río de la Plata.
La Junta Central Suprema de España, la institución que los españoles crearon para enfrentar a la ocupación francesa luego de la abdicación de Fernando VII y la designación de José Bonaparte como nuevo rey, decidió retirar a Liniers y designar a Baltasar Hidalgo de Cisneros como nuevo virrey cuando advirtieron que la situación política amenazaba la integridad del Imperio.
Si bien los dirigentes del emergente movimiento independentista discutieron con Cornelio Saavedra y otros miembros de las milicias criollas la posibilidad de desobedecer la orden de destitución de Liniers, comprendieron que esta vez no debían oponerse a la decisión de la Junta Central Suprema. Por lo tanto, Cisneros se convirtió en el nuevo y último virrey del Río de la Plata.
Los enfrentamientos entre criollos y las autoridades españolas se produjeron no solo en Buenos Aires, sino también en algunas ciudades del Alto Perú. En mayo de 1809, un golpe en Chuquisaca depuso al gobernador y a la Real Audiencia de Charcas. En julio del mismo año, un movimiento similar en La Paz forzó la renuncia del gobernador y el obispo. El virrey del Perú envió tropas a La Paz, y el virrey del Río de la Plata, a Chuquisaca, para aplastar los movimientos.
Apenas designado, el virrey Cisneros recibió instrucciones de la Junta Central Suprema de España para permitir el comercio con Gran Bretaña como una manera de honrar la alianza entre ambos imperios contra Napoleón. Cisneros lo vio como una oportunidad para amortiguar el efecto negativo que las guerras napoleónicas habían tenido en el comercio entre el Río de la Plata y España, pero el consulado de Cádiz y los comerciantes que se habían beneficiado del monopolio comercial entre España y América se opusieron a la decisión.
Cisneros, bajo presión, revirtió la política, pero un grupo de importantes terratenientes de Buenos Aires le pidió a Mariano Moreno que