Historia económica de la Argentina. Domingo Felipe Cavallo
de la disolución de la Asamblea del Año XIII, el nuevo director supremo, Ignacio Álvarez Thomas, acordó convocar un Congreso Constitucional para declarar la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El Congreso de Tucumán declaró la independencia con la participación de los representantes de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, Salta, Mendoza, San Juan, San Luis, Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero, Salta, Jujuy y las tres ciudades del Alto Perú que aún estaban bajo el control del Ejército del Norte: Charcas, Chichas y Mizque. El resto de las ciudades del Alto Perú no enviaron sus representantes, pues los realistas habían recuperado el control. Paraguay no envió representantes, porque ya se había desvinculado de las Provincias Unidas del Río de la Plata; tampoco lo hizo la Liga de los Pueblos Libres, liderada por Artigas, pues estaban en guerra contra el Directorio.
La caída de Alvear no afectó la prevalencia de la idea de un gobierno unitario. Ignacio Álvarez Thomas, Antonio González Balcarce y Juan Martín de Pueyrredón, los tres sucesores inmediatos de Alvear en el Directorio, continuaron la lucha contra los caudillos del interior mientras apoyaban al ejército de San Martín.
La anarquía de 1820
Los conflictos con las provincias se intensificaron durante los directorios presididos por Juan Martín de Pueyrredón y su sucesor Juan Rondeau. Después de que los federales derrotaran a los unitarios en la batalla de Cepeda, el Directorio se disolvió en un clima de anarquía que caracterizó al año 1820. Las provincias recuperaron su autonomía, pero Buenos Aires continuó dirigiendo los asuntos exteriores y apoyando la campaña contra los realistas de Montevideo, Chile, Perú y el Alto Perú.
Luego de varios gobernadores interinos, Martín Rodríguez se transformó en gobernador de la provincia de Buenos Aires en septiembre de 1820 con el apoyo de los grandes comerciantes y los terratenientes locales, como Juan Manuel de Rosas. Martín Rodríguez negoció la paz con el gobernador de Santa Fe, Estanislao López, quien después de vencer a Buenos Aires en la batalla de Cepeda había traicionado a sus aliados en la Liga de los Pueblos Libres. Juan Bautista Bustos, caudillo federal y gobernador de Córdoba, ofició de mediador y Juan Manuel de Rosas proporcionó una ayuda crucial.
Rosas era un comerciante y terrateniente que había construido una fortuna con la venta y exportación de cueros y carne salada. Había organizado un ejército de gauchos para defender sus estancias de los nativos en la frontera. Se convirtió en el garante de una cláusula secreta del acuerdo de paz entre Martín Rodríguez y Estanislao López, que consistía en el pago de 25.000 cabezas de ganado como compensación a Santa Fe por el costo de la guerra. Esta negociación creó una asociación entre Rosas y López crucial para que el primero aumentara su poder con los años. López convirtió a Rosas a la causa federal, aunque los instintos e intereses de Rosas estaban más alineados con los comerciantes y terratenientes unitarios, beneficiarios del comercio con los británicos.
Mientras tanto, San Martín, que ya había cruzado los Andes con su ejército a principios de 1817 y había liberado Chile después de derrotar a los realistas en las batallas de Chacabuco y Maipú, preparaba hacia 1820 una campaña para liberar Perú con el apoyo del gobierno chileno. Debido a la anarquía en el lado oriental de los Andes, tendría que lanzar su campaña sin recursos del gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata. A pesar del obstáculo, siguió adelante con su campaña y en julio de 1821 declaró la independencia del Perú y fue nombrado su protector. En esa calidad, gobernó Perú por un año calendario, a pesar de que los realistas aún controlaban parte del territorio de Perú y Alto Perú.
Simón Bolívar, líder del ejército de la Gran Colombia, marchaba hacia el sur intentando derrotar a los realistas en el actual Ecuador, Perú y Alto Perú. Bolívar había ocupado la costa del Ecuador y preparaba su campaña hacia Quito. En 1822, Bolívar se reunió con San Martín en Guayaquil. Desalentado por la falta de apoyo de Buenos Aires y consciente de las mejores perspectivas de éxito de Bolívar, San Martín le ofreció sus tropas, renunció a su cargo de protector del Perú y regresó a su país.
El gobierno de Buenos Aires lo había acusado de desobedecer la orden de regresar con sus tropas a luchar contra los caudillos locales. San Martín permaneció apenas unas semanas en Buenos Aires, tiempo suficiente para visitar la tumba de su esposa y prepararse a viajar a Europa junto a su hija en febrero de 1824.
La Constitución unitaria y la breve presidencia de Rivadavia
Gregorio Las Heras, ex general del ejército de San Martín, sucedió a Martín Rodríguez en 1825. Sin embargo, el verdadero poder detrás de los gobernadores en este período se concentró en manos del unitario Bernardino Rivadavia, un fuerte defensor del liberalismo que ansiaba alentar las relaciones comerciales y financieras con los británicos para edificar la infraestructura que el país necesitaba para el desarrollo.
Como presidente, Rivadavia pudo aprobar una constitución unitaria, y nombró a Rosas comandante de las tropas encargadas de defender la frontera de los ataques de los nativos. El nuevo gobierno nacional duró poco. Las provincias se opusieron a la constitución unitaria. El Brasil invadió los territorios al este del río Uruguay y ocupó Montevideo. Rivadavia tuvo que renunciar, y no hubo un nuevo gobierno nacional hasta la promulgación de la Constitución Nacional en 1853.
Juan Manuel de Rosas
Tras la renuncia de Rivadavia, hubo varios gobernadores provisorios, como Manuel Dorrego, destacado líder militar, socio de Rosas. Dorrego tuvo que aceptar la independencia de Uruguay, no solo del Brasil, sino también de la Argentina, como parte de las negociaciones de paz. Esta decisión enfureció a las élites liberales y militares encabezadas por el ex gobernador Juan Lavalle, quien decidió rebelarse contra Dorrego. En lugar de retirarse a Santa Fe para buscar el apoyo de Estanislao López, como recomendó Rosas, Dorrego se quedó en Buenos Aires y Lavalle lo capturó y ordenó su ejecución, otro acto de crueldad que alimentó el antagonismo entre unitarios y federales.
En 1829, San Martín intentó regresar con la intención de ayudar a poner fin a la guerra civil. Al acercarse al puerto de Buenos Aires, oyó hablar del clima de violencia provocado por la ejecución de Dorrego, por lo que decidió no desembarcar en Buenos Aires, sino que permaneció unos meses en Montevideo antes de viajar a Francia, donde vivió hasta su muerte en 1850.
Tras la ejecución de Manuel Dorrego, el gobernador Lavalle ordenó a José María Paz que organizara la lucha contra los caudillos federales del interior. Había luchado bajo el mando de Belgrano en el Ejército del Norte, participado en la guerra contra el Brasil y Juan Martín de Pueyrredón lo había enviado a pelear contra Estanislao López en Santa Fe. También había cumplido órdenes de Rivadavia. El general Paz decidió iniciar su campaña contra los caudillos federales en 1829 y marchó a Córdoba forzando la renuncia de Juan Bautista Bustos, que había gobernado la provincia desde 1820. Bustos buscó el apoyo de Facundo Quiroga de La Rioja; pero Paz derrotó a Quiroga en La Tablada en 1829 y nuevamente en Oncativo en 1830.
Por su parte, Estanislao López y Rosas aunaron fuerzas para derrotar a Lavalle, forzándolo a exiliarse en Uruguay. Así, Rosas se convirtió en el nuevo gobernador de Buenos Aires e inició el ejercicio de un poder que no abandonaría hasta 1852. La guerra civil y los conflictos externos no desaparecerían durante sus más de dos décadas de gobierno. En agosto de 1830, nueve de las catorce provincias se habían unido a la Liga Unitaria liderada por Paz. Por su parte, Rosas había creado la Liga Federal con Santa Fe y Entre Ríos. Los soldados de Estanislao López capturaron y encarcelaron al general Paz; Rosas renunció como gobernador en 1832 después de derrotar a la Liga Unitaria y durante los tres años siguientes dedicó sus esfuerzos a asegurar la frontera con los nativos.
Desde la época del virreinato, los mapuches y ranqueles incursionaban y atacaban aldeas rurales y estancias ganaderas. Rosas se hizo cargo de los esfuerzos militares para derrotarlos, una tarea inconclusa que databa de la época de Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia. Durante la nueva campaña, Rosas mató unos 3200 indígenas, tomó 1200 prisioneros y rescató unos 1000 cautivos. Su estrategia consistía en dar un trato razonable