Historia económica de la Argentina. Domingo Felipe Cavallo
ingleses y de los filósofos sociales del período de la Ilustración. Manuel Belgrano, encargado del Consulado de Buenos Aires, ya había expresado opiniones similares, aunque no tan enfáticamente como el manifiesto de Moreno. Cisneros, por fin, restableció el libre comercio con Gran Bretaña, pero por un período limitado que debía finalizar el 19 de mayo de 1810.
En noviembre de 1809, Cisneros creó el Tribunal de Vigilancia Política para enjuiciar y castigar a los que promovían la creación de regímenes políticos que favorecían la independencia de las colonias, algo que, evidentemente, desagradó a los criollos. Mientras tanto, en España, las fuerzas que respondían a la Junta Central Suprema sufrieron derrotas importantes frente a las fuerzas francesas, lo que obligó que la junta se disolviera luego de crear el Consejo de Regencia, con apenas cinco miembros y con todos los poderes que hubiera tenido el depuesto rey Fernando VII.
1. García Hamilton, José Ignacio (2003), El autoritarismo y la improductividad. Buenos Aires: Sudamericana.
2. Una muy buena narración de estos eventos puede encontrarse en Jonathan C. Brown (2010).
Capítulo 2
De la Revolución de Mayo a la organización nacional
En mayo de 1810, tan pronto como la noticia de la disolución de la Junta Central Suprema de España y la creación del Consejo de Regencia llegó a Buenos Aires, los dirigentes del movimiento revolucionario decidieron remover al virrey y organizar un gobierno local. Los líderes clamaron lealtad al depuesto Fernando VII.
De inmediato, el nuevo gobierno de Buenos Aires lanzó una campaña para convencer a otras ciudades del interior del país para que adoptaran y apoyaran los ideales de la Revolución de Mayo. La campaña, no obstante, degeneró en largas y violentas guerras que durarían cinco décadas.
Con el tiempo, la idea de la independencia prevaleció en todas las provincias del antiguo Virreinato del Río de la Plata; pero las Provincias Unidas del Río de la Plata perdieron los territorios de Bolivia, Paraguay y Uruguay, que luego se convirtieron en nuevas naciones, independientes no solo de España, sino también de la Argentina.
La mayoría de los historiadores políticos describen los conflictos de esta época como disputas entre las élites unitarias de Buenos Aires y los caudillos federales del interior. Pero esta descripción es apropiada solo para los conflictos hasta 1830 y explica por qué Bolivia, Paraguay y Uruguay se separaron de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Después de 1830, cuando Juan Manuel de Rosas se impuso como caudillo de Buenos Aires y condujo a un gobierno autoritario, esos conflictos pueden describirse como una lucha entre los intelectuales liberales y las élites militares contra los caudillos nacionalistas, nostálgicos de los valores conservadores de España. Aunque Rosas construyó un relato en el cual él era el paladín del federalismo, caracterizando a sus oponentes como “salvajes unitarios”, su gobierno era extremadamente centralizado y autoritario, y, en esencia, unitario. En la dirección de los asuntos exteriores de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Rosas defendió el monopolio de Buenos Aires sobre el comercio marítimo para aumentar los ingresos aduaneros. Ello enfureció a los gobiernos de Paraguay, Uruguay y Corrientes, que querían compartir el uso de las vías fluviales. Esto explica el continuo estado de guerra con la provincia de Buenos Aires. En las provincias del noroeste, ligadas a Córdoba, que exigían una Asamblea Constituyente, Rosas impuso su autoridad por la fuerza, pues se oponía a la idea de una República Constitucional.
El enfrentamiento de Urquiza con Rosas, que culminó con la derrota del gobierno de Buenos Aires en Caseros a principios de 1852, fue más una confrontación entre ideales liberales y conservadores, que entre unitarios y federales, además de modelar el cambio en el paradigma económico y político. Urquiza era un verdadero caudillo federal que había apoyado a Rosas en el pasado, pero a principios de la década de 1850 estaba convencido de que el autoritarismo de Rosas y las ambiciones monopólicas para el puerto de Buenos Aires impedían la organización constitucional de la nueva nación. En efecto, la vieja aspiración de Buenos Aires a prevalecer sobre el resto de las provincias la llevó a rechazar el Acuerdo de San Nicolás y la nueva Constitución, eligiendo no integrar la flamante Confederación Argentina.
Primera Junta
El gobierno surgido de la Revolución de Mayo se conformó en una junta de nueve miembros, dos de ellos figuras militares: el presidente Cornelio Saavedra y el vocal Miguel de Azcuénaga. Otros cuatro miembros eran abogados criollos: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Mariano Moreno y Juan José Paso. Había también dos comerciantes españoles, Domingo Matheu y Juan Larrea, y un clérigo, Manuel Alberti. El nombre oficial fue “Junta Gubernamental Provisional de las Provincias del Río de la Plata en nombre de Fernando VII”, más conocida como la Primera Junta.
La confrontación y el conflicto comenzaron inmediatamente después de su conformación. La Real Audiencia se negó a aceptarla, y en su lugar, declaró su lealtad al Consejo de Regencia de España. Además, envió mensajes a las ciudades y provincias del interior del virreinato instruyéndolas a desatender las órdenes de la Primera Junta. Como respuesta, el gobierno revolucionario arrestó a los miembros de la Real Audiencia y, argumentando que sus vidas corrían peligro, los envió a España en un buque británico. Luego, nombró a criollos pro-revolucionarios en su lugar.
Si bien la Primera Junta solicitó a las provincias que elegieran delegados para que representaran sus intereses en una junta ampliada, no hubo respuesta inmediata; de hecho, en algunos lugares, no solo no pensaban elegir representantes, sino que se oponían al movimiento revolucionario. Así fue en Córdoba, donde el gobernador, el obispo y los miembros más influyentes de la comunidad pidieron a Santiago de Liniers que liderara un movimiento contrarrevolucionario. Liniers aceptó, pero la Primera Junta envió una milicia que lo derrotó luego de tres meses de combates caóticos. Juan José Castelli ordenó la ejecución de Liniers, del gobernador y de otros líderes de la contrarrevolución.
Fortalecidos por el rápido éxito en Córdoba, la Junta decidió reunir dos ejércitos más numerosos. El primero lucharía contra las autoridades del Alto Perú que habían declarado lealtad a España y reclamaban volver a formar parte del Virreinato de Perú. El segundo presionaría a los gobiernos de las provincias de Santa Fe, Corrientes, Montevideo y Asunción, donde los realistas aún prevalecían. El ejército liderado por Castelli pudo ocupar Potosí y Charcas a mediados de noviembre de 1810. Adoptó medidas drásticas contra las autoridades realistas previas, incluyendo la confiscación de propiedades de familias opositoras.
Junta Grande
En diciembre de 1810, la Primera Junta pasó a llamarse Junta Grande con la incorporación de trece nuevos delegados. A sugerencia del deán Gregorio Funes, delegado por Córdoba, se crearon juntas provinciales con un miembro, el presidente –designado por la Junta Grande–, y el resto, elegido por los cabildos locales.
Moreno sostenía que la Junta debería ser una asamblea legislativa con un poder ejecutivo concentrado en una junta más pequeña de solo tres miembros. Un grupo muy influyente de criollos respaldaba su idea, pues creían que Buenos Aires debía seguir liderando la revolución a través de un gobierno centralizado que ellos controlaran. Sin embargo, Saavedra, que quería evitar más enfrentamientos con las provincias, decidió enviar a Moreno en una misión diplomática a Europa como una forma de distanciarlo del centro del poder.
El ejército del general Manuel Belgrano rumbo a Asunción no fue tan efectivo como la campaña anterior al Alto Perú. El gobernador realista del Paraguay recibió el apoyo del Brasil y derrotó a Belgrano en Tacuarí en marzo de 1811. Algunos meses más tarde se produjo una rebelión en Asunción contra el gobernador realista y el gobierno que lo reemplazó proclamó la independencia no solo de España, sino también de Buenos Aires.
El gobierno de las Provincias Unidas enfrentó una difícil situación con las fuerzas realistas de Montevideo que controlaban la navegación en