Historia económica de la Argentina. Domingo Felipe Cavallo
La investigación de Maddison estima que entre 1820 y 1850 el desempeño de la economía argentina fue superior al del Brasil y México, pero significativamente inferior al de los Estados Unidos, Australia, Canadá y Gran Bretaña (Tabla 2.1).
Tabla 2.1. Crecimiento del PBI per cápita en Argentina y otros países y regiones 1820-1850
[1] dólares I. significa “dólares Internacionales” como es definido en Madison (2006).
Fuente: propia basada en material originalmente publicado en Maddison (2006) y Ferreres (2010).
3. Salvatore, Ricardo D. y Newland, Carlos, “Between Independence and the Golden Age: the Early Argentine Economy”, en Della Paolera, Gerardo y Taylor, Alan M. (2003). A New Economic History of Argentina. Nueva York: Cambridge University Press, p. 36.
Capítulo 3
De la organización nacional a la Primera Guerra Mundial
La adopción de la Constitución argentina en 1853 coincidió con el inicio de lo que los historiadores económicos llaman la primera ola de globalización, liderada por Gran Bretaña. Durante estas décadas, desde aproximadamente la mitad del siglo XIX hasta 1913, la Argentina se ubicó entre las economías emergentes más exitosas del mundo. Entre 1870 y 1913, la economía argentina creció más rápido que las economías de los Estados Unidos, Canadá, Australia y el Brasil, cuatro países con recursos naturales abundantes. Atrajo grandes entradas de capital y un gran número de inmigrantes procedentes principalmente de Europa.
Además de las condiciones externas favorables al comercio internacional, el movimiento de capitales y la inmigración, un factor clave del éxito se debió a que los intelectuales y líderes políticos del país aprendieron de los errores del pasado. Durante la primera ola de globalización, los dirigentes argentinos impulsaban, con entusiasmo, la integración del país con el mundo. Comprendieron que el comercio exterior permitiría una expansión creciente de la producción, lo que a su vez conduciría a mejoras en la calidad de vida de la población.
También, habían aprendido que no alcanzaba con integrarse al sistema comercial mundial, sino que había que aprovechar las fuentes internacionales de capital. El país necesitaba capital extranjero para financiar la expansión de la infraestructura y la inversión necesaria a los efectos de incorporar los avances tecnológicos para una producción más eficiente de bienes y servicios.
Dos intelectuales y políticos que observaron lo que sucedía en Europa y en los Estados Unidos, Alberdi y Sarmiento, subrayaron la importancia de la inmigración y de la educación. Hacía falta traer gente que trabajara, produjera y consumiera a fin de poblar un país vasto y casi vacío, pero también era esencial educar a esas personas para hacerlas expertas y productivas, e integrarlas plenamente en la cultura y valores de la nueva nación.
Sucesión de gobiernos constitucionales
Después de la batalla de Caseros, la Confederación Argentina enfatizó su organización institucional. Una Asamblea Constituyente reunida en Santa Fe aprobó la Constitución Argentina de 1853, que organizó a la nación como una república representativa y federal.
El nombre Confederación Argentina data de 1835. Inicialmente, incluía las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Córdoba, Tucumán, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, San Juan, San Luis y Mendoza. La Patagonia, La Pampa, Chaco y Formosa eran todavía territorios fronterizos poblados por nativos. Rosas nunca había reconocido la independencia del Paraguay, pero Paraguay tampoco estuvo integrado a la Confederación Argentina, a pesar de codiciar la provincia de Misiones.
La provincia de Buenos Aires se separó de la Confederación Argentina y se constituyó como Estado de Buenos Aires, como consecuencia de la oposición de la élite dirigencial local a un gobierno nacional dirigido por un caudillo del interior, y a que no quería entregar el control de los ingresos aduaneros.
Los líderes de Buenos Aires, Valentín Alsina y Bartolomé Mitre –ambos unitarios–, no formaron parte de la Asamblea Constituyente, se negaron a participar en las elecciones, no aceptaron la autoridad del presidente electo, e incluso estaban dispuestos a enfrentarse militarmente a la Confederación. Justo José de Urquiza presidió la Confederación Argentina en 1854, pero gobernó desde Paraná en Entre Ríos, sin los ingresos de Buenos Aires.
El interior del país estaba sumido en una larga depresión económica desde la interrupción del comercio y de la afluencia de recursos del Alto Perú. A pesar de su rezago, Urquiza y su sucesor, Santiago Derqui, enfrentaron al ejército de Buenos Aires. En 1859, la Confederación derrotó a Buenos Aires en la batalla de Cepeda.
Los conflictos militares entre el gobierno nacional y el gobierno de la provincia de Buenos Aires continuaron durante dos años, hasta que la lucha de poder se resolvió después de la batalla de Pavón en 1862, cuando Urquiza concedió la victoria a Mitre. Tras la renuncia de Derqui, Bartolomé Mitre se convirtió en presidente. Durante su administración, la Argentina comenzó a funcionar como una nación verdaderamente reunificada y el ideal de una república representativa y federal bajo una única constitución por fin se convirtió en una realidad.
Aunque el republicanismo liberal incorporado en la Constitución Nacional de 1853 predominó durante las siete décadas que siguieron a 1862, los métodos electorales y la forma en que los gobiernos sucesivos ejercieron el poder variaron con el tiempo. Las presidencias de Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda tuvieron características más aristocráticas que democráticas. En el cuarto de siglo en que Julio A. Roca dominó la política, los gobiernos resultaron más oligárquicos que aristocráticos. A partir de 1910, cuando Roque Sáenz Peña asumió la presidencia, el gobierno avanzó hacia la democracia.
De todos modos, aunque los cambios en la orientación política tuvieron alguna influencia en la formulación de la política económica, ninguno de los gobiernos se desvió sostenidamente de la ideología económica predominante del libre comercio combinada con la ortodoxia fiscal y monetaria impuesta por el patrón oro.
La influencia de la experiencia histórica en los nuevos gobiernos
Desde 1853 hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, la Argentina trató de mantener su economía plenamente integrada en la economía mundial. La estructura interna de la producción reaccionaba con rapidez a los cambios en la demanda, los precios relativos y las nuevas tecnologías. La estrategia dio resultados impresionantes que explican por qué los historiadores económicos llaman al período 1870-1913, la Edad de Oro de la economía argentina.
Entre 1850 y 1913, el PBI per cápita creció en línea con los Estados Unidos, Australia y Canadá; pero entre 1870 y 1913, nuestro crecimiento del PBI global y per cápita superó a la mayoría de los países del mundo, incluyendo los Estados Unidos, Australia, Canadá y Gran Bretaña, en especial, en comparación con el vecino Brasil.
Tabla 3.1. Comparación del crecimiento del PBI per cápita entre 1850 y 1913
Fuente: propia basada en materia originalmente publicado en Maddison (2006).
Las exportaciones constituían sin dudas el motor principal de la expansión económica; el crecimiento de las exportaciones reflejó el mejor desempeño de Argentina en comparación con otros países importantes.
Como en décadas anteriores, la producción y exportación de productos agrícolas creció con rapidez. Con el tiempo, estos productos provinieron de un área geográfica mayor mientras se conquistaba la frontera y los ferrocarriles se expandían. Un gran número