La paz sin engaños. Mario Ramírez-Orozco

La paz sin engaños - Mario Ramírez-Orozco


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      Se puede reconocer también un tercer modelo, al que se podría denominar mixto. Y sería aquél en el que, a pesar de tomar en consideración los problemas estructurales e incluirlos en la agenda negociadora, los deja en un segundo plano. El principal ejemplo práctico de este modelo fueron las negociaciones de paz adelantadas bajo el gobierno de Andrés Pastrana.{14}

      Y, por supuesto, el análisis comparativo, sistemático, y crítico de los últimos procesos de paz entre el gobierno colombiano y los movimientos armados; lo mismo que de su situación económica y social, con especial énfasis en el problema de la tenencia de la tierra, se utilizará para elaborar estrategias estructurales posconflicto que sirvan para la reconstrucción nacional. Los aspectos políticos de desmovilización y reconciliación, reformas institucionales y reparación de destrozos económicos, sociales y educativos, presentados intentan superar de manera realista y concreta las causas originales del conflicto e impedir su reactivación.

      A partir de esa revisión crítica quiero demostrar la insuficiencia del logro político de los acuerdos de paz, por lo que es necesario formular estrategias de paz que modifiquen las causas estructurales que dieron origen y alimentan hasta hoy el conflicto armado. En ese orden, es necesario un plan estratégico de índole social y económica, con prioridad en las zonas rurales; con la participación activa de una comunidad internacional respetuosa de los intereses de las partes y de la idiosincrasia del país y, como es tradicional, sin fórmulas impuestas desde los centros de poder; así como es obligatorio que el posconflicto obligue a un cambio sustancial de la doctrina imperante por décadas en las Fuerzas Armadas y de una reducción sustancial de sus efectivos.

      Además, una pregunta que el lector se hará a través de las páginas de este libro es si el presidente Juan Manuel Santos, al sancionar la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras (junio 2011), responde a los principales cambios estructurales aquí propuestos. Hay que decir que no. En primer lugar, porque todo indica que salvo el estilo altanero y peleador de su predecesor y los necesarios ajustes a su nefasta política internacional, el presidente Santos ha reiterado la continuidad del modelo económico y político de Álvaro Uribe; lo mismo que de su plan de Seguridad Democrática, por supuesto que con un nuevo nombre: “Seguridad para la prosperidad”.{15} Y, en segundo lugar, porque aunque siendo un gran avance, la llamada Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras es insuficiente para resolver el grave problema estructural de Colombia. Pues, hay que señalarlo, la sanción de la ley no es la panacea para resolver el conflicto social y político que sufre Colombia por décadas, a pesar de la euforia gubernamental de que con ella: “hoy estamos dando pasos audaces para superar este conflicto y llegar a una etapa de reconciliación y paz”.{16} Además, hay que tener en cuenta que durante el marco temporal de su realización 2011-2020 y, presumiendo que tuviera un éxito completo, algo difícil, retornaría al estado de cosas vigente al 1 de enero de 1985, en el caso de las víctimas y sus familiares, y al 1 de enero de 1991, respecto a la restitución de tierras; momentos en los que la situación social y política era de por sí muy grave en materia de conflicto armado y violencia social. Sin olvidar que en la mayoría de regiones de desplazamiento forzado el conflicto armado continua latente.

      En definitiva, Colombia, que ha probado muchos tipos de paz a medias y con engaños, como se detalla en el capítulo 2 de este estudio, enfocadas en su totalidad resolver de manera coyuntural la gobernabilidad en crisis; lo que necesita son modelos estructurales como los sugeridos en el capítulo 4 y en las consideraciones finales. En palabras claras, una paz sin trampas, con metas posibles, que cambien de una vez por todas las estructuras del violento y desigual statu quo de la realidad social colombiana.

      Frente a este panorama, el presidente Santos se enfrenta ante dos únicas opciones: una cargada de retórica y buenas intenciones, con cambios aparentes y para que todo siga igual. Y otra más exigente y comprometida con las mayorías empobrecidas, que lo coloca frente a un choque de intereses con las estructuras del poder tradicional, de las que él es uno de su más altos representantes por razones económicas, ideológicas y familiares. En consecuencia, inclusive al considerar el recalcitrante presidencialismo colombiano, las soluciones no están determinadas por la sola “buena voluntad” presidencial. Es importante, tanto para presionar como para impulsar nuevas políticas, el necesario concurso de otros poderes del Estado y de organizaciones políticas, gremiales y sociales.

      La tarea es compleja porque enfrenta un problema difícil, no hacerlo volvería a una frustración que se expresará como lo ha hecho siempre: con violencia. Solo que esta vez será una violencia todavía más cruda, pues frente a ella no quedará ni la más pequeña esperanza de que algo pueda cambiar. El abismo sin fin.

      Capítulo 1

      Historia y delimitación del término paz estructural

      En un brevísimo repaso de la evolución histórica de lo que se entiende por paz se encuentran, como es de esperar, distintas nociones de este concepto, muchas de ellas contradictorias. La más general es la noción de paz colectiva, que prevaleció largos siglos, la de una simple ausencia de guerra o de confrontación notoria.{17} Una paz forzada por el reconocimiento explícito o tácito de la imposibilidad de dominar o exterminar al otro. Hecho común en las relaciones entre tribus, pueblos, ciudades-Estados y, mucho más tarde, entre Estados nacionales, quienes por compartir un propio territorio o unos mismos recursos decidían en un momento conciliar y convivir sin enfrentamientos, casi con seguridad, como una única forma de sobrevivencia. La muerte o las intrigas de un cacique, un rey o señor feudal, eran suficiente motivo para romper el equilibrio y reiniciar la guerra.

      Sin embargo, la historia se encarga de recordar las vicisitudes para lograr un estadio transitorio de convivencia pacífica entre los pueblos. Lo común era la aniquilación o sumisión del otro. Lo más extraño era, y sigue siendo, el camino de la reconciliación.

      Primero eran las luchas por recursos vitales como el agua, los animales silvestres o el acceso a las tierras cultivables. Ya con la producción de riqueza elaborada, las guerras se desatan por la conquista de estas creaciones y de sus depósitos. Llegaran luego las guerras de saqueos y otras, en apariencia con un simple afán destructor, que se cumplen dentro de un plan estratégico de dominación y conquista de los recursos del otro y de su autonomía.

      Después de varios siglos, y dentro de un marco de agresiones continuas, al evolucionar las costumbres se pasa de la venganza privada a la venganza pública. Aparece el derecho, lo que permite la creación de diversos mecanismos de respeto concertado para la convivencia. Con él se crean pactos y acuerdos firmados, en sus comienzos bajo una palabra de honor, que sostienen tenues equilibrios de poder a conveniencia de las partes. Pero es solo hasta la llegada de la modernidad cuando se establecen diversas reglas escritas para la solución de conflictos individuales o colectivos, muchas de ellas codificadas y con garante de una autoridad suprema.

      Es entonces cuando se establece que la solución de discrepancias no puede ser apenas retórica o simbólica, se requiere acciones por una solución activa y concreta que permita la transformación de la violencia o agresividad causante del conflicto. Un método muy efectivo para lograr acciones eficaces de resolución del mismo es el diálogo entre las partes. Para alcanzarlo se requiere de un proceso que tenga como objetivo central la disminución de los roces y desconfianzas entre sus actores.

      En consecuencia, toda construcción de paz requiere espacios de diálogo, dentro de un clima o fase de distensión en el que las partes del conflicto reduzcan su operatividad ofensiva de forma que se pueda plantear una posibilidad de diálogo, primero; para después al negociar instauraren de forma positiva los resultados de lo acordado.{18}

      En la actualidad la obtención de una sociedad en paz requiere, según Fisas, de la implementación de varios factores, siendo los más importantes: la democracia, el desarrollo para todos, los Derechos Humanos y el desarme; complementados por factores de seguridad, identidad y dignidad. La falta de alguno de ellos llevaría a las sociedades a una tensión insostenible y al desequilibrio en sus relaciones pacíficas. Para él, es hasta casi el final de la Segunda Guerra Mundial, en el siglo XX, cuando al hablar de paz entre países o naciones se alcanza esta con el equilibrio dinámico entre las fuerzas políticas, sociales, culturales y tecnológicas


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