Desafío social. José Kentenich

Desafío social - José Kentenich


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se han roto. Debemos atarlos nuevamente, por medio de una profunda humildad de corazón.

      En verdad, quien haya visto más profundamente la miseria del pueblo tiene que decirse a sí mismo: ‘¡No tengo razones para erigirme en juez! Si me hubiese criado en las mismas circunstancias, tal vez sería aún peor, estaría en una situación peor, habría cometido mucho más faltas’. Pero esto no deben decírselo a sí mismas como una frase huera, sino que deben estar convencidas de ello en lo más profundo de su interior. De allí surge el recto espíritu de humildad, que también tiene fuerzas para causar dolor. Tal es la amiga maternal, que en todas partes atrae hacia sí los corazones, que se coloca en el mismo plano y puede acercarse a los demás, pero también sabe guardar la debida distancia.

      Tal vez sean suficientes estas pocas ideas para poner nuevamente nuestros espíritus en contacto con los grandes temas últimos y sus conexiones: la revolución mundial en su sentido demoníaco y su relación con la revolución en el sentido que le damos nosotros, en relación con nuestra propia autoeducación.

      1.5.2 LA EDUCACIÓN DE LOS DEMÁS A LA LUZ DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL

      Ahora viene el segundo pensamiento: nuestra propia educación y la educación que impartimos a los demás, a la luz de la revolución mundial.

      Fíjense ustedes en que esta vez yo no trato de dirigirme a los corazones. Tal como hoy en la tarde, seguiremos a través de todo el curso de manera muy esquemática y en el terreno de las ideas. Debo, pues, contraponer aquí esquemáticamente dos cosas: por un lado, el ideal de la educación bolchevique y por el otro, nuestro ideal de la educación schoenstattiana. Ya lo enuncié en forma de una ley general que nos orienta: la revolución mundial en el sentido demoníaco debe finalmente despertarnos para que pongamos en escena la revolución mundial con un sentido divino.

      Sólo puedo hacerlo aquí en pocos rasgos. Estos rasgos adquirirán algo más de vida a lo largo del día, sobre todo, mañana, cuando desde el ideal de la educación bolchevique me extienda al socialista. Después tocaremos la realidad vital del niño, pues la labor educacional moderna gira esencialmente alrededor del niño. Vean ustedes los tipos en uno y otro caso.

      Caracterización de las ideas educacionales contrapuestas.

      ¿Cuál es el ideal de hombre bolchevique? Lo resumo brevemente: el hombre masa radicalizado, que niega todas las vinculaciones queridas por Dios. Está, por otra parte, nuestro ideal educacional: el hombre radicalizado, sobrenatural, que acepta interiormente todas las vinculaciones queridas por Dios y se integra en una comunidad.

      Ustedes se fijan bien cómo el ideal fluye de la época de la anarquía. Por una parte, negación de todas las vinculaciones que dicen relación con Dios y son queridas por Dios. Esa es la época de la disolución. Por otra parte, nosotros tratamos de preparar la nueva época, el orden que se acepta interiormente o la aceptación interior de todas las vinculaciones queridas por Dios.

      ¿Pero cuál es en uno y otro caso, en último término, el ideal? El hombre masa radicalizado y el hombre radicalizado, sobrenatural, integrado en una comunidad. ¿Qué es lo que entendemos por hombre masa y qué por hombre integrado en una comunidad? Agreguen ustedes, por favor, una tercera expresión y entonces tendremos una escala completa: hombre masa, hombre social, hombre integrado en una comunidad. ¿Cuándo hablamos de un hombre integrado en una comunidad? Estas explicaciones filosóficas tienen la mayor importancia, porque de otro modo ustedes no comprenderán lo que vamos a explicar mañana.

      El hombre comunitario - El hombre social - El hombre masa

      ¿Qué entendemos por comunidad? Es crecer juntos y crear lazos entre las personas. En nosotros tenemos dos grandes instintos. Somos individuos y somos seres sociales. El hombre comunitario toma en cuenta ambas cosas: la individualidad de la personalidad y el instinto social. Ambas se equilibran con armonía de manera perfecta en el hombre comunitario. Vemos su imagen ideal en el seno de la Santísima Trinidad. Allí tenemos a las tres personas como personalidades pronunciadas y, sin embargo, la comunidad es muy íntima: es una sola Divinidad. La verdadera comunidad supone, pues, que las personas estén entrelazadas. Aquí se toman en cuenta ambas cosas: la personalidad y la comunidad.

      ¿Qué entendemos por el hombre social? Los hombres sociales están exteriormente unos junto a otros; pueden ser en sí mismos personalidades vigorosas, pero no han crecido juntos, no hay lazos entre ellos. La mayoría de los grupos que conocemos generalmente no son comunidades, sino asociaciones. También los grupos que hay en nuestros conventos son, desgraciadamente, demasiado a menudo asociaciones, no comunidades. Nuestros clubes son también asociaciones, no comunidades. Un grado más abajo que la sociedad, que el ser social, que el hombre social, está el hombre masa.

      Mientras que el hombre integrado en una comunidad toma en cuenta igualmente ambas cosas, la personalidad y la comunidad y el hombre social puede, al menos, ser personalidad; el hombre masa no puede ser persona, ni un ser integrado en una comunidad. Allá todo está nivelado, todas las cosas están unas al lado de las otras. ¡Y ay de aquel que sobresale por el largo de su cabeza respecto de los otros! Inmediatamente se la cortan a sablazos.

      Tal es el hombre colectivizado y así ustedes lo han visto, leído y oído. Y tanto la educación bolchevique como la socialista se encaminan hacia la creación de esos hombres masificados, que no tienen vínculos, que se dejan llevar de un lado a otro por sus jefes, como una masa ciega. No deben olvidar ustedes que esta es la actitud espiritual moderna y también la tendencia de nuestra juventud: volcarse más vigorosamente aun hacia este movimiento de masas.

      Nuestra actividad en el Movimiento debe tener un acento distinto. En una época en que todo se removía, tuvimos que demostrar cómo se podía ser sano, independiente y, sin embargo, estar unido a los demás. En una época en que se hacen esfuerzos, consciente e inconscientemente, en todos los ámbitos por gestar un hombre masificado, deberíamos insistir para que en la educación se proclame la necesidad de una sana independencia y de motivaciones internas. Así crecen las corrientes en nuestra generación. Verán ustedes aún otras corrientes.

      Por eso debemos ver siempre con toda claridad y comprensión de la época las corrientes y el conjunto de las causas últimas y de las relaciones de las cosas, para que sepamos qué es lo que se acentúa. De no ser así, nos hallaremos un día con que nuestro saber es una cosa, pero son otros los objetivos esenciales de la educación. El hombre masa: ese es el ideal de la educación bolchevique, el hombre masa radicalizado. Hombre masa, y por tanto, ruptura radical de todas las vinculaciones, también de la vinculación con Dios. Por lo tanto, no sólo la negación de Dios, no sólo el ateísmo, sino directamente el odio a Dios. El hombre no debe estar vinculado a Dios, pues de otro modo el Demonio con sus cómplices no puede hacer lo que quiere. El hombre no debe estar vinculado tampoco a la familia, menos que nada a la mujer. Tampoco debe estar vinculado a su terruño, pues todas estas vinculaciones conforme a las leyes naturales hacen que el hombre se abra a Dios y lo divino. Por eso, todo debe ser arrasado. Hay que crear una nueva época, el Estado sin clases del futuro. Los hombres deben convertirse en hombres masificados, deben romper sus vinculaciones, romperlas radicalmente. Entonces podrán dejarse llevar a la muerte por algunos jefes. Vean ustedes, ese es el ideal de unos. ¿Y qué debemos contraponer nosotros a ese ideal? Los hombres integrados en una comunidad, radicalizados, y que aceptan interiormente todas las vinculaciones queridas por Dios.

      Tres puntos del programa educacional Schoenstattiano.

      Ya he dicho lo que nosotros entendemos por el hombre integrado en una comunidad.

      Para


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