Observando observadores. Rodrigo Flores
puede componer de: autoimagen, autoconcepto, autovaloración, autoevaluación, autorrealización, etcétera.
Si se quiere vincular la teoría de sistemas sociales autopoiéticos con la teoría fundamentada, es posible justificar tal sintonía a partir del concepto de observación, donde una indicación es aplicada y reaplicada.
2.3. La emergencia de una metodología de sistemas fundamentada
Desde nuestra perspectiva, es posible vincular la teoría sociológica de sistemas autopoiéticos con las operaciones metodológicas de la teoría fundamentada. Entendemos que ello implica forzar ambas teorías a transitar caminos metodológicos —en el primer caso— y teóricos generales (no empíricos) —en el segundo— que no han contemplado y sobre los cuales no necesariamente poseen respuestas adecuadas. Sin embargo, entendemos que existen argumentos suficientemente poderosos como para intentar una utilización como la aquí expuesta.
Un argumento a favor de la conciliación de ambas perspectivas, dice relación con la constatación que han realizado diversos autores sobre la utilización de la teoría fundamentada como una forma de análisis comunicativo de lo social, y no necesariamente como una forma de hacer análisis sociológico. Por ello es que la teoría fundamentada ha llegado a estar tan inmersa dentro de varios campos profesionales de investigación, como la enfermería, la educación o el trabajo social, haciéndose cada vez más autónoma de la empresa sociológica. Por otro lado, podemos indicar que la teoría de sistemas proporciona un marco sociológico general que permitiría anclar las distinciones sociales de la teoría fundamentada.
Junto con esto, nuestro objetivo ha sido sopesar el grado en el cual la combinación entre las teorías de sistemas y la fundamentada puede generar conocimiento para el mundo social. Por ello se propone esta metodología alternativa. Esta aproximación implicaría perfilar la noción de “observación de sistemas fundamentada” y los productos generados, como proponen algunos autores (Gibson, Gregory & Robinson, 2005), podrían ser llamados entonces “metodología de sistemas fundamentada”. Nos gustaría sugerir ese nombre para la metodología que estamos proponiendo, ya que profundiza mucho más en la idea de sustentar elementos, relaciones entre elementos y conceptos por medio de información empírica.
La metodología de sistemas fundamentada, como aquí se sugiere, debiera sustentarse en una serie de premisas y directrices, las que detallamos a continuación:
a) En primer lugar, el análisis social cualitativo debe centrarse en develar la comunicación presente en la sociedad. La comunicación, como hecho social por excelencia y elemento mínimo de lo social, aleja el análisis sociológico de la acción y su tradición antropocéntrica, centrada en la persona (Luhmann, 1993). Ello, en cierta medida, es coincidente con el análisis realizado por la metodología cualitativa, pues por medio de la utilización de las técnicas nos interesa rescatar la semántica que se encuentra presente en la sociedad (Gutiérrez y Delgado, 1994) en cuanto dicha comunicación es tributaria de un nivel de emergencia distinta a la individual, creencia sociológica que lleva más de cien años (Durkheim, 2003).
Analizar la comunicación permite aislarla como fenómeno social y observar en ella otras distinciones; por ejemplo, su mecanismo especializado de transmisión, el lenguaje, dispositivo que permite hacer reflexiva la comunicación. Es con el lenguaje que la comunicación puede referirse a sí misma (Luhmann, 1993) y completarse como “cierre” comunicativo. Ello no siempre ha sido bien entendido, pues nuestras técnicas cualitativas habitualmente se despliegan en ambientes interaccionales y tendemos a personalizar la información. La misma idea tan arraigada en metodología cualitativa de “actor social” que tiene cabida en un “escenario”, confunde y personaliza el análisis. Muchos consejos y directrices pretenden justamente hacer tratable esta complejidad personal; por ejemplo, la misma idea de Rapport. El análisis debe hacerse sobre la comunicación que emerge por medio de la aplicación de las técnicas y ella debe ser entendida como distinta de las disposiciones personales que le dieron origen. Por ejemplo, cuando realizamos/analizamos historias de vida, nos interesan los casos particulares en cuanto ellos son el reflejo de la semántica que tiene cabida en la sociedad y no necesariamente en sus características estructurales. De ahí la importancia del muestreo teórico, tal como lo realizó Lewis en sus obras La cultura de la pobreza y Los hijos de Sánchez. Si la comunicación es selectividad coordinada (Luhmann, 1993), entonces la doble contingencia hay que entenderla como productora de emergencia social, no como la puesta en juego de significados intersubjetivos, y que puede ser rescatada por medio de técnicas cualitativas.
b) Si centramos nuestro análisis cualitativo en la comunicación, entendemos que ella es “generada” (Maturana, 1997) y co-construida entre un observador y un sistema observado (Rodríguez, 1992). Se entiende que no es una realidad externa “observada” o “levantada”; no es una cosa ni tampoco un dato que está allá afuera, lejos de la experiencia del observador como se ha propuesto desde la sociología clásica (Durkheim, 2003). En este sentido, nos atrevemos a proponer el reemplazo de la idea de dato empírico, que explicita una idea de realidad inmanente, externa al investigador, por el concepto de información, la que debe ser generada por medio de la utilización de las técnicas cualitativas. Para ello, seguimos a algunos autores (Maturana, 1997), que plantean el reemplazo de la idea de objetividad tradicional —entendida como un argumento explicativo que tiene por fin la obligatoriedad de aceptación de los enunciados—, por la de objetividad, que reúne las características antes descritas por nosotros; y la noción de realidad representada, por la noción construcción de conocimiento. En tal tránsito, se debe tratar la observación de distinciones presentes en la comunicación como fuente de análisis, ya que ellos son la expresión de los medios observacionales e interpretativos disponibles en el repertorio de la sociedad.
c) La metodología cualitativa genera conocimiento, estableciendo distinciones pertinentes sobre las comunicaciones que realizan los sistemas sociales parciales en la sociedad. La distinción es el trazo que marca una diferencia, la cual denota dos lados de un fenómeno (Spencer-Brown, 1979). No es posible conocer sin establecer una distinción, pues la distinción permite “crear diferencias”. Lo que hace la distinción es interrumpir un continuo entre lo que se observa y lo que permanece en el trasfondo: se refiere a algo que se indica (indication) y simultáneamente se distingue del resto (distinction). La operación de la observación siempre comprende los dos momentos de indicación y distinción, que aparecen conjuntamente: cuando se tiene una indicación se tiene siempre una distinción y viceversa. Tales reflexiones son consistentes con la idea de codificación abierta de la teoría fundamentada (Glaser y Strauss, 1967). La función de los códigos es justamente realizar una abstracción, altamente conceptual, del material objetivado —sea una transcripción o una imagen— que dispone el investigador. Por medio de los códigos se realiza un proceso de “síntesis” del material registrado, uniendo propiedades y dimensiones (Glaser, 1978). Este proceso no deja de ser creativo y altamente construido por el investigador.
Como lo sugiere la lógica del observador (Maturana, 1997; Rodríguez, 1992), no se pueden generar explicaciones sobre fenómenos sociales, si ellos son considerados en forma independiente de las operaciones mediante las cuales se generan. De este modo, la investigación cualitativa permite y hace posible el conocimiento mediante la observación y descripción de observaciones; es decir, haciendo distinciones e indicaciones cuyos resultados constituyen horizonte o piso para la emergencia de nuevas distinciones e indicaciones en forma recursiva (Spencer-Brown, 1979). Sabemos que una vez trazada la primera distinción, todas las distinciones siguientes tienen su base en ella; sin embargo, no puede ser traída a la sociedad sino en cuanto comunicación.
d) En cuarto lugar, si aceptamos la centralidad de la comunicación, entonces es objetivo de la metodología cualitativa buscar sus elementos comunes en los sistemas propios de la diferenciación vertical establecidos por la teoría de sistemas: interacción, organizaciones y sociedad (Luhmann, 1998). Ello supone evidenciar una serie de problemas, los que deberían ser salvados por nuestras técnicas. Por ejemplo, el acceso a los sistemas funcionalmente diferenciados de la sociedad no es directo. Sabemos sus problemas y su comunicación dominante, pero no sus características específicas. Asumimos que la tradición indica que nuestras técnicas se encuentran ancladas