Georgia. vvaa

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accidentes en los gasoductos, Moscú cierra el grifo a Georgia durante unas semanas, mientras el invierno de acerca. Pero Tiflis aguanta y consigue diversificar su abastecimiento (Azerbaiyán, Armenia). En septiembre de 2006 las autoridades georgianas arrestan a miembros de la embajada rusa en Tiflis acusándolos de espionaje. Es la «crisis de los espías». Los embajadores respectivos son retirados, y Moscú reacciona con una dura campaña antigeorgiana: los georgianos son expulsados llenando aviones enteros y los productos georgianos son boicoteados. Aunque se evita el conflicto por poco, las relaciones son muy tensas. A lo largo de 2007, Tiflis acusa repetidamente a Rusia de perpetrar atentados o bombardeos en territorio georgiano, lo que Moscú niega.

       Pero después de tres años ya son muchos los desilusionados con la Revolución de las Rosas. Hay quien acusa al régimen de concentrar todos los poderes en torno al Presidente y de intimidar a la oposición. Zurab Jvania, el mentor de Saakashvili, es hallado muerto en su casa en circunstancias dudosas. Salomé Zourabichvili, ministro de Asuntos Exteriores, es expulsado, al igual que, un año después, el beligerante ministro de Defensa, Irakli Okrouachvili. Solo un grupo de políticos, entre los cuales el ministro del Interior, Vano Mérabichvili, siguen en el gobierno.

      La segunda era Saakashvili: cinco años con puño de hierro

      A principios de 2007, con la acumulación de todos estos diversos factores, la tumultuosa sociedad de Tiflis empieza a expresar un descontento creciente con el gobierno. Una oposición heteróclita se une entonces para manifestar su ira en la calle; la contestación, rozando a veces la insurrección, durará cinco años. En frente, Saakashvili endurecerá más y más su respuesta. Estos cinco años de disturbios internos se superponen a las difíciles relaciones con Rusia y las repúblicas separatistas, y hacen de este periodo una etapa especialmente complicada para el joven país.

       Acontecimientos de noviembre de 2007. En septiembre de 2007 el ex ministro de Defensa Irakli Okrouashvili vuelve a la política y critica duramente al presidente Saakashvili en la televisión de la oposición, Imedi. Al tercer día es arrestado por corrupción cuando estaba en funciones. Una alianza de fuerzas diversas de la oposición manifiestan entonces su indignación. Okrouashvili expresa un arrepentimiento público –más tarde dirá que se vio obligado a hacerlo– y paga una suma enorme para salir de la cárcel.

      La confrontación entre el gobierbo y la oposición se radicaliza. El 1 de noviembre, el bloque de la oposición organiza la mayor manifestación que Georgia ha conocido desde la Revolución de las Rosas, entre otras cosas para protestar contra la presidencialización del régimen y para pedir un régimen parlamentario y unas elecciones parlamentarias anticipadas. Al cabo de unos días el gobierno sigue sin proponer ningún diálogo, y algunas facciones comienzan a corear «¡Saakashvili, dimisión!».

      El 7 de noviembre, una policía antidisturbios ultramoderna interviene y dispersa brutalmente una manifestación. Las cadenas de televisión de la oposición son cerradas por la fuerza y el Presidente declara el estado de emergencia. Unas horas más tarde, anuncia, para sorpresa de todos, la celebración de elecciones presidenciales anticipadas el 5 de enero de 2008. Se juega el todo por el todo y cuenta con su carisma para derrotar a una oposición que no tendrá tiempo de organizarse para las elecciones. Tras una breve campaña electoral, Saakashvili obtiene una frágil victoria. En Tiflis, en particular, queda detrás del candidato del bloque de la oposición, Lévan Gatchétchiladzé. La oposición protesta por las falsificaciones masivas y las presiones del poder, especialmente en las regiones. Aunque los observadores internacionales declaran que las elecciones fueron «en general honestas» y los Occidentales definen los comicios como «una victoria de la democracia», muchos testimonios denuncian fraudes de todo tipo (autobuses de falsos electores enviados a los colegios electorales, votos de electores emigrados desde hacía tiempo, invalidación de votos de los candidatos de la oposición, etc.). Desde el día siguiente a las elecciones, la oposición vuelve a salir a la calle. Anécdota interesante: el día anterior por la noche las autoridades inundaron el lugar donde al día siguiente debía celebrarse una manifestación para convertirlo, en aquel invierno riguroso, en una verdadera pista de patinaje.

       La rutina de las manifestaciones. A partir de entonces, una serie de constantes manifestaciones organizadas por la oposición marcan el ritmo de la vida en la capital hasta el verano de 2009, cuando el movimiento comienza a mostrar síntomas de agotamiento. Hay el breve «intermedio» de la guerra en agosto de 2008, en el que todos se alinearon con del presidente (aunque algunos, a posteriori, describieron la guerra como una estrategia presidencial para forzar la unión nacional). Pero, excepto durante la guerra, los líderes de la oposición no paran de reunir enormes multitudes en las calles de Tiflis, a veces más de 100.000 personas, sin conseguir llegar hasta el final y forzar a Saakashvili a dimitir. Las elecciones parlamentarias de mayo de 2008, de nuevo repletas de fraudes, la guerra, las múltiples acciones gubernamentales tanto en política interior como exterior: los motivos para manifestarse se multiplican.

       La última victoria del Movimiento Nacional. En febrero de 2010, un farol televisivo (en una cadena progubernamental) simula una nueva invasión rusa. Pone en escena a la oposición traicionando a la nación. La oposición es entonces incapaz de reorganizarse y de desencadenar una ola de manifestaciones: el Gobierno demuestra esta vez que es él quien controla los acontecimientos y que ya no puede topar con obstáculos importantes. En marzo de 2010, Guigui Ougoulava, el «protegido» de Saakashvili, alcalde saliente de Tiflis, gana de nuevo las elecciones municipales, y esta vez no hay acusaciones de fraudes masivos. La oposición no ha sabido unirse ni proponer una alternativa política, lo que facilita la victoria del Movimiento Nacional Unido. Los opositores, que estuvieron en varias ocasiones muy cerca de tomar el poder si hubieran llegado hasta final con el método revolucionario, vuelven a unas protestas más episódicas.

       El fin de un reinado. Nadie habría predicho, después de la confirmación de su poder en 2010, que Mijeil Saakashvili y su equipo lo perderían de una vez por todas en otoño de 2012. Porque algunos previeron entonces una deriva autoritaria del poder. Pero ante una oposición obstinada, reconstruida a partir de 2011 alrededor del oligarca Bidzina Ivanishvili, el hombre más rico e influyente del país y cercano a un círculo de poder que hasta entonces había evitado entrar en política, el Presidente, abandonado por sus aliados internacionales, que ya no apoyaban sus imprevisibles decisiones, criticado e impopular, ya no podía evitar su derrota quedándose dentro de un marco democrático. Y Saakashvili no dará el paso hacia el autoritarismo. En las elecciones legislativas de 2013 debe dejar paso al Sueño Georgiano de Bidzina Ivanishvili e instalarse en una convivencia a la francesa.

      La guerra de agosto de 2008

      Tras el último conflicto armado en Osetia del Sur, en verano de 2004, había entre georgianos y osetios un estado de paz armada, con algunos disparos y emboscadas de vez en cuando en la zona de conflicto, en torno a los puntos fronterizos. Con Rusia apoyando firmemente a los separatistas, la retórica subía regularmente de tono, para a continuación volver a bajar rápidamente.

       En la primavera-verano de 2008 la situación era particularmente tensa tanto en Abjasia como en Osetia, y los intercambios de disparos se multiplicaban. Pero esta tensión era habitual; todos pensaban desde hacía años que podía degenerar en un verdadero conflicto… o no.

      La noche del 7 al 8 de agosto de 2008, para sorpresa de muchos, Georgia lanzaba un ataque masivo y demoledor sobre la capital de Osetia del Sur, Tsjinvali. La parte georgiana afirmó que era necesario para detener los ataques del lado osetio y restablecer la autoridad. Para muchos, Georgia había caído en una trampa tendida por Rusia, que había reunido a un ejército importante en Osetia del Norte dispuesto a prestar asistencia


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