Danzando con el diablo. Meyling Soza

Danzando con el diablo - Meyling Soza


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estaba por ir con mis amigas cuando una mano no me dejó continuar.

      —¿Estás cómoda con el cambio? —curioseó Santiago con genuina preocupación.

      —Sí, Helena tenía razón, ese encuentro debía ser más...

      —Sexual —completó. Reímos.

      —Sí, creo que es necesario el cambio.

      —¿Pero tú estás cómoda? —insistió—, no quiero hacerte sentir incómoda, le dije a mi novio que eras la mejor pareja que he tenido en todo este tiempo.

      Al escuchar «mi novio», fue imposible no romper a reír, una sonora y alta carcajada salió de mí e hizo que el castaño de ojos grises me mirase con el ceño fruncido.

      —¿Sucede algo?

      —No, es solo que...

      —¿Te da risa que tenga novio? —interrumpió serio, de inmediato me callé.

      —No, Santi, lo siento, es que Erín dijo que...

      Su rostro se dividió con una blanca sonrisa, me sentí confusa.

      —Soy bisexual, Luciana. —Se me pegó un poco más—. Y las castañas de ojos dorados me resultan muy atractivas.

      Ni siquiera supe qué responder. Mi boca se abrió un poco y en eso, él se echó a reír.

      —Es broma, niña, soy orgullosamente gay, y si bien creo que eres hermosa, no cambiaría a mi novio por nada

      Suspiré al fin.

      —Lamento haberme reído antes —me disculpé.

      —Tranquila, no era lo que esperaba, pero Dios, hay tan poca malicia en ti que ni siquiera me molestó. —Besó mi mejilla—. Nos seguimos viendo.

      —Claro, Santi, cuídate.

      Sin decir más, se alejó. Mis amigas llegaron a los segundos, me miraban con picardía.

      —Literalmente te lo hizo en el escenario —dijo Erín, emocionada—. Te dije que tú...

      —Es gay —la corté—, y tiene novio.

      Susana se carcajeó y se alzó de hombro.

      —Se lo dije, mas no me hicieron caso. —Me rodeó de los hombros—. Igual no te preocupes, hoy vamos de rumba, así que mínimo te encontramos quién te haga eso, pero en una cómoda cama.

      —Susy —resoplé.

      —¿Qué? ¿Hace cuánto que no has, ya tú sabes?

      —Yo dos semanas —respondió Erín.

      —¿Qué? ¿Cómo es posible? —reclamé—. Si hemos estado en ensayos, comemos juntas, y… ¿cómo pasó eso?

      —Cuando te quedaste una hora más en el ensayo con Susana, puliéndote —musitó, imitó mi voz—, tuve un encuentro con un excompañero.

      —¿Bailarín? —preguntó Susana

      —No, excompañero de secundaria, es abogado ahora o algo así, vino unos días a la ciudad y bueno, simplemente pasó.

      —Qué bien —hablé, audaz—, tú tienes encuentros casuales y lo más cercano que he tenido al sexo en meses ha sido lo que Santiago me hizo enfrente de todos.

      —Por eso, ¡hoy tendremos sexo duro! —gritó Susana en medio pasillo, dos alumnos cerca nos escrutaron—, ¿qué? —inquirió como si nada hubiera pasado.

      Mis amigas eran tan diferentes como especiales, me sorprendía que personas como ellas congeniaran con alguien como yo, aunque debía admitir que me sentía un poco más segura y en confianza, sobre todo conmigo desde que estaba con ellas.

      Habíamos decidido ir a un disco bar para variar un poco de nuestras habituales salidas al cine; la última vez que fui a un bar, fue con Lina, quien ahora estaba en España con su prometido por un viaje de negocios. Aposté que ella tenía sexo todos los días.

      Después de cenar, nos dirigimos a nuestra habitación, me tiré en mi cama y le escribí a mi madre sobre mi día, comenzaba a creer que tal vez la posibilidad de un hermanito no era una total locura.

      Ya eran las ocho de la noche, Susana dormitaba en su cama y Erín se reía mientras veía un episodio más de Friends.

      —Chicas, son las ocho —murmuré

      —¿Qué? —gruñó Erín, así despertó a Susana—. Hay que alistarse.

      Susana se desperezó y se metió en el baño, nos tomó un poco más de una hora alistarnos y cuando el Uber llegó por nosotras, ya estábamos casi listas.

      El bar resultaba espacioso y un grupo daba lo mejor de sí en la tarima, nos ubicaron en una mesa con sillas altas. El mesero pareció haber hecho clic con Susana en cuanto la vio, era bastante simpático.

      La noche empezó con tres margaritas. Una segunda ronda llegó cortesía de nuestro atento mesero, quien no podía evitar que sus ojos se perdieran en el escote pronunciado del vestido negro de Susana.

      —Vamos a bailar —pidió Erín.

      La pista estaba algo vacía, las pocas parejas intentaban seguirle el ritmo a una veloz salsa.

      —La salsa no es lo mío —comuniqué.

      —Eres una bailarina, mujer, todos los ritmos son los tuyos, vamos.

      Me jaló hasta la pista donde sacó sus mejores pasos de salsa, pronto algunas de las parejas nos abrieron espacio, seguirle el ritmo a Erín resultaba algo difícil, pero muy divertido.

      Las demás personas en la pista nos animaron a seguir y los cantantes nos daban su mejor mix de salsa. Cuando tocaron mi hombro, me sorprendió ver a Santiago ahí, me sonrió grande; Erín ya se movía por toda la pista con un chico de brillante cabello verde y ambos se reían como niños en una dulcería

      —Él es Bob, mi novio —vociferó Santi sobre la música.

      —Es guapo.

      Él solo se alzó de hombros.

      —Si quieres algo real, debes buscar lo mejor.

      Santiago era mejor guía que Erín, nos movíamos un poco más despacio. Sin embargo, me gustaba el ritmo.

      —¿Cuánto llevan juntos?

      —Dos años —respondió, alegre—, es bailarín también.

      —Puedo verlo.

      Sin duda, Bob hacía sudar a mi amiga, jamás pensé que alguien pudiera seguirle el ritmo a Erín, pero él lo hacía muy bien.

      —¿Andan solo las tres?

      —¡Sí! Susana está en la mesa.

      Al girarme, me sorprendió ver a Susana con Helena, el mesero había agregado otra mesa y unas sillas.

      —¿Helena anda con ustedes? —grité para que me escuchara.

      —Sí, su novia es mi hermana.

      Me quedé quieta un segundo; una chica de cabello rojo se acercó a nuestra mesa y luego de darle un casto beso a Helena, se sentó a su lado.

      —Llevan como cinco años de noviazgo, Helena es mi ¡ídolo! —Hizo énfasis en la última palabra—. Sus novelas son hermosas, tiene un talento nato, como tú.

      —¿Yo?

      —Sí, con la danza. —Me deslizó por la pista—. Captas rápido, te dejas guiar y conoces las técnicas a la perfección. —Se me pegó más—. Aunque parece que la música clásica es tu fuerte.

      Fue imposible no reírme, bailamos un par de piezas más y luego fuimos a la mesa, Erín parecía haber encontrado a un gran rival en Bob, ninguno parecía querer salir de la pista.

      —Bob


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