Relatos indisciplinados. Victoria Alonso Gutiérrez
los frutos secos, que siempre permanecían intactos.
* * *
Era tarde aquella mañana cuando se despertó y sintió la mordedura del dolor de cabeza, la confusión y la sequedad de la garganta, pero todo aquello quedó en un segundo plano cuando reparó en el temblor imparable de sus manos. Era imposible detenerlas. Se inquietó enormemente e intentó pararlas, pero fue inútil. Solo lo consiguió uniéndolas en un gesto de pequeña y disimulada súplica.
Él mismo se quedó sorprendido. No lo esperaba. Al menos no tan pronto. Empezó a sentirse mal y, sin saber muy bien qué hacer a continuación, su confusa cabeza le dijo que necesitaba una copa para poder dejar de temblar. Empezó la búsqueda en ese momento. Abrió las puertas y cajones de los lugares habituales en la cocina, en el salón… Buscó debajo de la cama a ver si encontraba algún resto de botella de las madrugadas más duras, pero allí no había nada.
En ese momento decidió vestirse rápidamente y salir a la calle. Necesitaba una copa. Necesitaba parar ese temblor. En la puerta se encontró con un vecino esperando el ascensor y decidió bajar la escalera a toda prisa. No quería que nadie lo viera. Musitó un buenos días y echó a correr escaleras abajo. Estaba desesperado.
El sol del medio día le golpeó en los ojos con fiereza e intentó ponerse las manos a modo de visera para atenuar el latigazo. Por la acera una madre paseaba a su hijo y tuvo que esquivar el tropiezo de Luis, que casi se abalanza contra el carrito del bebé. La mujer empezó a insultarlo y Luis no se atrevió a farfullar palabra alguna.
Llegaría al bar de siempre y pediría un coñac. Sería lo más rápido. Con un par de copas tendría suficiente por el momento. Podría volver a casa y recomponerse. Con las dos copas se le quitarían los temblores y podría tomar una ducha y ponerse algo de ropa limpia si es que aún le quedaba alguna.
Estaba llegando. Ya podía leer el cartel del bar de la plaza del barrio, el mismo bar de siempre donde solía esperar a su mujer algunas tardes al salir del trabajo y donde iban juntos los domingos por la mañana al vermú. Sin embargo, no pudo esquivar el camión de reparto que se le vino encima. El conductor iba distraído comprobando la dirección y el volantazo no fue suficiente para evitar el tropiezo de Luis contra el parachoques delantero.
CRÓNICA SEMANAL DE UNA MAESTRA EN LONDRES
¡Pues yo también estuve en el London Pride y me reí como una loca! Porque, tú sabes, ¡¡nunca había ido al de Chueca!! (No te rías, que ya sé que lo merece). Aquí ya sabes que son sosos, y el desfile (parade) fue a las doce de la mañana; eso sí, los tuvieron... Porque cortaron todita Oxford Street, que ya se dice pronto. Después, la concentración era en el Soho que es mi barrio favorito, cutre, requetecutre, super suburbian, marginal y multicultural; es decir, como la vida misma en Lavapiés, pero con acento inglés, ¿o no?
Íbamos con un profe amigo de Mercedes (muy pride, él) que decía que por qué no me dedicaba a comentarista, porque te puedes imaginar, con esas pintas y sin que nadie te entienda (¿o sí?) pues el cachondeo era extremely important, you know. Así que me lo pasé pipa viendo a mis primos vestidos de cualquier cosa, sobre todo, ¡ay que ver lo que me ponen a mí los chicos con kilt! (o sea, falda escocesa), no sé si por la querencia/remembranza de haber estado es las escocias o qué.
Bueno, el estand de la British Airwyas de impresión, ¡qué pedazo de tíos vestidos de capitanes/pilotos/azafatos…! ¡Eso es un cuerpo y no el de bomberos!, pero de verdad: guapos, altos, rubios, monísimos, extremely educated... Qué pena que todos gays... ¡Hay que joderse con la people! Las solteras/separadas/viudas... no tenemos nada que hacer, así que, aprovechando que tu prima dice que me compro zapatos de lesbiana, estoy por darme al bollo en septiembre, que ya no doy más oportunidades a los primos londinenses. Claro, que no sé para qué hablo tanto... Lo que no puede ser no puede ser y además no estoy in the mood.
Después de la London Pride parade/meeting/concentration..., fuimos a ver un espectáculo altamente recomendado en la biblia londinense del ocio, es decir el Time Out; oye, estupendo, un grupito de veintitantos chicos/chicas muy elásticos ellos, saltando y brincando como vaca sin cencerro y, a nuestro corto entender, sin ton ni son... ¡Qué cosas!, debemos estar un poco gagás porque nos pareció un espanto. En el último acto, ya saltaban por encima de unas mesas metálicas antiestéticas que habían llevado en unos camiones a tal efecto y provenientes de Alemania. Será que allí la cultura de la expresión corporal está más adelantada, no sé.
Yo me quedé un poco rezagada en el segundo intermedio y cuando entré y terminó el «festival de la cultura del salto y el brinco» mis amigas habían llegado a la sabia conclusión de que al resto del público asistente les había gustado tanto porque los que aplaudían convulsivamente eran los familiares y/o amigos de los saltarines/danzantes, porque otra cosa no era entendible. Esta mañana le hemos dicho a la poseedora del Time Out, compañera que nos recomendó el susodicho espectáculo, que el castigo por ello era que tenía que ir a verlo fuera como fuese.
Por lo de la casa, estoy a ver si me llama otro primo que vende unos flats a veinte minutos on food from the school con una pinta estupenda y… ¡Nuevos! Porque aquí las casas poco viejas tienen cien años; las antiguas, trescientos; y las que tienen un luxury bathroom es porque tiene bidet. Normal, aquí lo de lavarse a menudo y sobre todo las partes bajas es cosa de los/las del continente, que para eso ellos siguen con sus cosas, sus medidas reales, su conducción por la izquierda y fieles a las más rancias tradiciones. ¡La que lio mi tocaya reina con lo de la moda de las casas victorianas! ¡Vaya tela! Ya te contaré. Los pisitos tienen two bedrooms y valen trescientas mil libritas de nada, pero merece la pena, si es que llego a comprar alguno.
Hoy justamente he recibido tu letter. El texto no parece difícil at all. ¿Cuántos capitulitos son y cuánto pagaría por fin tu primo for the translation?
Ayer estuve flipping out toda la tarde porque pusieron en la tele en directo el concierto que han organizado estos príncipes que tiene la Gran Bretaña para celebrar el cumpleaños de su difunta madre, ¡que vaya tela con la pobre difunta en cuestión! Íbamos a haber ido Ana y yo, pero la entradita más barata costaba ciento cincuenta libritas y no fuimos, claro. Pena, dolor, porque actuaron los mejores cantantes del mundo y encima tenía el morbo de ver al Harry y al Willy bailando y haciendo el soso, porque otra cosa... ¡Mira que tienen poca gracia estos dos hijos de la realeza! A continuación vendría una grosería que no te voy a escribir porque esto queda todo grabado y yo soy tu tía... ja, ja, ja.
Bueno, que vas a necesitar media jornada laboral de CCOO para leer el mensajito.
P. D. El tiempo sigue estupendo: 2 de julio, la calefacción encendida, lluvias torrenciales, el norte del país inundado, amenaza de bomba en el centro de la ciudad y también en el aeropuerto de Glasgow... En fin, la paz y la tranquilidad más absoluta... ¡para qué pedir más! Por si fuera poco, y como ya de por sí el transporte es tan estupendo, pues por el motivo antes mencionado, el domingo apenas funcionaron los autobuses y los trenes directamente no lo hicieron. Oye, ¡qué bien!; según lo estoy escribiendo me parece una maravilla.
Te quiero mucho, cuídate;
Your auntie, Victoria
DE MOMENTO, SIENTO FRÍO
Me tumbo en la cama con la respiración contenida. El pasado de mi reciente nuevo ser se ha convertido en un alien engullido que se va apropiando de todos mis interiores y se quiere expandir a toda prisa por mis adentros. Siento la presión en los intestinos; en los pulmones, que se hinchan; en el corazón, que late apresuradamente, mientras que allí afuera todo se está empezando a difuminar, se decolora y se va disolviendo en un líquido borroso, oscuro y espeso que no parece ser nada de lo que conozco.
Las voces me miran y los gritos me preguntan reprochándome mi indiferencia por todo lo mío; la desidia y el abandono a mis atenciones.
Prefiero no pensar en dormir. La soledad de la noche me atormenta y los fantasmas van tomando posiciones. No quieren esperar a que me duerma. No quiero pensar en dormir. Tengo que cerrar los ojos y esperar a ver si se van, pero no puedo mantenerlos más de dos o tres segundos y de nuevo los abro sobresaltada. Siguen ahí. No sé qué puedo hacer. Será mejora