Palabras de vuelta. Pedro Arturo Estrada

Palabras de vuelta - Pedro Arturo Estrada


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no acude nadie

      y el tigre del vacío

      —es tan real.

      En la casa

      Para Gilma Zapata

      En la casa de taburetes ordinarios

      paredes que la sombra borra

      ella vive y medita

      plancha la ropa y lava

      esa mugre acumulada de los días

      Tras los techos de cal

      vida que se cumple simplemente

      Tiempo que se descuelga monótono del almanaque

      sin que nadie sepa la aritmética exacta de la muerte

      ni descifre los signos que dios escribe

      en los dormitorios penumbrosos.

      El grillo

      El grillo todo

      se hace estilete

      Aguja

      que cose la noche a los oídos

      Largo hilo que nunca

      dejará de zurcir

      —su tela negra.

      Los otros nosotros

      Aquellos que también fuimos

      Aquellos que quizá aún somos

      desconocidamente otros

      siendo, sin embargo, nosotros

      Parte del juego

      de ser y no saber dónde empezamos

      dónde ciertamente terminamos

      qué de verdad nos pertenece

      qué de verdad hemos perdido

      Parte del juego

      de haber venido por azar

      equivocadamente, sin rol

      Extraviados en medio de una fiesta

      donde no nos conocen

      —ni conocemos a nadie.

      Morada real

      El tiempo excava en ti

      una tumba

      El vacío que habitas

      ya sin sueños

      y fáciles palabras

      Secreto y único lugar

      donde más vivamente

      —te posees.

      Saber perder

      Acaso nada se pierda

      ni la vida cuando en verdad

      nada antes teníamos

      Ni el amor

      que nunca fue completamente nuestro

      Espejismo salvaje

      una costumbre más

      un sueño menos

      Saber perder

      saber pasar sobre las cosas

      camino de la nada

      Saber ganar

      bajo tanta pérdida aparente

      Saber vencer

      en el despojamiento de uno mismo

      Todo olvido

      todo fracaso

      Como la única y última

      —victoria posible.

      Nadie

      Carne a traílla del vacío

      madrugando a su turno

      de soledad y náusea

      Dónde está aquel que respiraba

      cierta luz y palabras

      al aire matinal

      En las afueras de mí mismo

      estoy llamándome

      —parece que no hay nadie.

      Fuego fatuo

      Ardes solo en la noche

      sin voces que te llamen

      sin ojos que te encuentren

      Todo te sabe a nada

      y el amor ya no vuelve

      Solo es tuya la sombra

      el silencio que incrusta

      —su raíz en tu boca.

      Lucha con el ángel

      Luego de todo cuanto fue el sueño

      a solas se regresa en la noche

      Y el ángel de la verdad

      que es uno mismo

      medio burlón y sabio

      —espera.

      Artaud

      La locura tomó forma de flor decorativa

      y los poetas recaemos

      en los más antiguos y nauseabundos vicios

      Una vez más estás solo

      encerrado en tu celda de hechizos

      mientras psiquiatras y buenas personas

      gente normal se juega

      —tu túnica de alucinaciones.

      Bach

      Esa noche

      alguien abrió una puerta desconocida

      y la casa fue pasto de la araña

      que por primera vez aparecía

      en nuestra corta existencia

      Su caliente terror en los poros

      su red meticulosa

      áspera

      metálica

      cayó sobre nosotros

      —La llamamos J. S. Bach.

      Mozart

      Para Javier Ángel Estrada, en memoria

      Al despertar de golpe esa mañana

      el cuarto rebosaba de una suave alegría

      los cristales llameaban con un resplandor de oro

      Comenzó a estremecerme

      aquella sensación de sedosas

      alas en el aire…

      Fue entonces cuando mi hermano

      hacía rato despierto

      dijo lleno de una fuerte convicción:

      —Oye, es Mozart.

      Las brujas dejaban contemplar sus encantos

      Para Óscar Jairo González

      He visto sonreír las caras ebrias de las hechiceras

      aquellas noches cuando las horas altas oprimían los huesos

      y el alma se arrastraba como una luna achacosa

      Jóvenes y expertas en un arte de siglos

      febriles, vagamente sensuales

      untaban sus ungüentos prodigiosos

      como si acariciaran un amante dormido

      en sus cuerpos desnudos…


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