Palabras de vuelta. Pedro Arturo Estrada
al amor. Guárdate
de sus miradas de manso leopardo
la destrucción viene por dentro
Cuando escales la fiebre de la luna
cuídate. Los venenos del cuerpo
llegan también por la luz y el dulce viento
en que sin darte cuenta penetras
Una estancia profusa de sorpresas
iluminada por la estrella del sueño
es el alma de aquel que se aventura
por el paraje de los labios
la piel a media sombra
las promesas en el ocaso mortecino
luego del brillo funesto de los ojos
y el encabritamiento de los cuerpos
Del fuego fatuo del amor no te confíes
hasta el último hueso, sangre, fibra, aliento
consumirá de ti
—insaciable.
Pies desnudos
La noche
este oscuro país en ruinas
que soy
Y en mi cuarto tus pies
tus punzantes pies desnudos
Toda la noche caminaron
como niños perdidos en un bosque
como dos reyes ciegos en la oscuridad
En el amanecer
Solo huellas muy tenues
—brillaban con el sol.
Poesía
Traidores de Rimbaud
Traidores de Mallarmé
Traidores de la poesía
volvemos cada tiempo
a las mismas palabras.
Fatum
2000
Belleza del abismo
Es la lluvia del insomnio
su voz en crudo, en fiebre, en sal
y lentos alcoholes
El choque de los dedos contra un muro rugoso
Una boca de más que infringe las horas malditas
Las manos del vacío pidiendo tu cadáver
Un momento llega en que el mundo
es solo ese fantasma
—o uno es esa última niebla
Monstruosa crece
la soledad en tu carne
y el ojo de la muerte te corona
No te queda otra belleza
que la belleza
—del abismo.
Treno por los muchachos muertos
Para Javier Ángel y Diego Alexánder Estrada, en memoria
Su silencio es herida mortal, oscuro labio
que condena la luz de una ciudad que, como pájaros
los vio pasar y caer sobre sus calles
una noche, una tarde, una mañana cualquiera
¿Dónde están hoy sus rostros de estrella medular,
sus ojos de inquietud, su fuego, su deseo insaciable?
Sus gritos, ¿a qué fondo, a qué altura,
a qué extrema frontera se lanzaron?
La noche los acogió bajo su ala de cuervo
y entre estallidos cósmicos sus voces
melodías eléctricas modulan con la mecánica estelar
Pero solo el asfalto aquí abajo
—piedra de sacrificio
solo el perfil danzante de la nube
en lo alto de la casa, ese rincón donde alguien
que los amó los recuerda
Solo el libro, la flor que nuevamente se abre
en el pequeño jardín, la música y las fotografías
en el álbum guardadas, son vestigios
de su paso apurado por la tierra
ángeles adolescentes súbitamente desaparecidos
En otras bocas, otros ojos, volverá a moldearse
acaso su milagro, pero quién nos dirá
qué verdad, qué grandeza, qué mundo irrepetible
se ha perdido
se ha ofrendado
—al abismo.
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