Maestros de la Poesia - César Vallejo. Cesar Vallejo

Maestros de la Poesia - César Vallejo - Cesar  Vallejo


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que, incluso como poesía verbalista, pregona conocimientos de toda clase?

      —Me di en él sin salto desde los Heraldos Negros. Conocía bien los clásicos castellanos… Pero creo, honradamente, que el poeta tiene un sentido histórico del idioma, que a tientas busca con justeza su expresión.

      —¿Qué gente conocía usted en París?

      —Poca. Desde luego no busqué escritores. Después encontré a un chileno, Vicente Huidobro, y a un español, Juan Larrea.

      (Séame aquí permitido recordar a Juan Larrea, poco o nada conocido de nadie. Gran poeta nuevo. Le conocí en el Archivo Histórico Nacional, donde era archivero. Un día se despidió, abandonó la carrera y dijo que iba a hacer poesía pura a París. Dos o tres años. Se fue a París, diciendo que se iba a hacer poesía pura, y se metió en un pueblo peruano, donde, naturalmente, no se le había perdido nada. Dos años de soledad, de aislamiento. Nunca quiso publicar sus versos. Un día se cansará definitivamente, y diciendo que se va a hacer poesía pura, llegará al limbo de los buenos poetas, donde ángeles desplumados tocan violines de sueño. ¡Gran Larrea!)

      —Para terminar, amigo Vallejo, ¿obras inéditas?

      —Un drama escénico: Marnpar. Un nuevo libro de poesía.

      —¿Qué título?

      —Pues… Instituto Central del Trabajo.

      Selección de poemas

      Absoluta

      Color de ropa antigua. Un julio a sombra,

      y un agosto recién segado. Y una

      mano de agua que injertó en el pino

      resinoso de un tedio malas frutas.

      Ahora que has anclado, oscura ropa,

      tornas rociada de un suntuoso olor

      a tiempo, a abreviación... Y he cantado

      el proclive festín que se volcó.

      Mas ¿no puedes, Señor, contra la muerte,

      contra el límite, contra lo que acaba?

      ¡Ay, la llaga en color de ropa antigua,

      cómo se entreabre y huele a miel quemada!

      ¡Oh unidad excelsa! ¡Oh lo que es uno

      por todos!

      ¡Amor contra el espacio y contra el tiempo!

      Un latido único de corazón;

      un solo ritmo: ¡Dios!

      Y al encogerse de hombros los linderos

      en un bronco desdén irreductible,

      hay un riego de sierpes

      en la doncella plenitud del 1.

      ¡Una arruga, una sombra!

      Altura y pelos

      ¿Quién no tiene su vestido azul?

      ¿Quién no almuerza y no toma el tranvía,

      con su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?

      ¡Yo que tan sólo he nacido!

      ¡Yo que tan sólo he nacido!

      ¿Quién no escribe una carta?

      ¿Quién no habla de un asunto muy importante,

      muriendo de costumbre y llorando de oído?

      ¡Yo que solamente he nacido!

      ¡Yo que solamente he nacido!

      ¿Quién no se llama Carlos o cualquier otra cosa?

      ¿Quién al gato no dice gato gato?

      ¡Ay, yo que sólo he nacido solamente!

      ¡Ay! ¡yo que sólo he nacido solamente!

      Amor prohibido

      Subes centelleante de labios y de ojeras!

      Por tus venas subo, como un can herido

      que busca el refugio de blandas aceras.

      Amor, en el mundo tú eres un pecado!

      Mi beso en la punta chispeante del cuerno

      del diablo; mi beso que es credo sagrado!

      Espíritu en el horópter que pasa

       ¡puro en su blasfemia!

      ¡el corazón que engendra al cerebro!

      que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.

       ¡Platónico estambre

      que existe en el cáliz donde tu alma existe!

      ¿Algún penitente silencio siniestro?

      ¿Tú acaso lo escuchas? Inocente flor!

      ... Y saber que donde no hay un Padrenuestro,

      el Amor es un Cristo pecador!

      Ausente

      Ausente! La mañana en que me vaya

      más lejos de lo lejos, al Misterio,

      como siguiendo inevitable raya,

      tus pies resbalarán al cementerio.

      Ausente! La mañana en que a la playa

      del mar de sombra y del callado imperio,

      como un pájaro lúgubre me vaya,

      será el blanco panteón tu cautiverio.

      Se habrá hecho de noche en tus miradas;

      y sufrirás, y tomarás entonces

      penitentes blancuras laceradas.

      Ausente! Y en tus propios sufrimientos

      ha de cruzar entre un llorar de bronces

      una jauría de remordimientos!

      Avestruz

      Melancolía, saca tu dulce pico ya;

      no cebes tus ayunos en mis trigos de luz.

      Melancolía, basta! Cuál beben tus puñales

      la sangre que extrajera mi sanguijuela azul!

      No acabes el maná de mujer que ha bajado;

      yo quiero que de él nazca mañana alguna cruz,

      mañana que no tenga yo a quién volver los ojos,

      cuando abra su gran O de burla el ataúd.

      Mi corazón es tiesto regado de amargura;

      hay otros viejos pájaros que pastan dentro de él...

      Melancolía, deja de secarme la vida,

      y desnuda tu labio de mujer...!

      Bordas de hielo

      Vengo a verte pasar todos los días,

      vaporcito encantado siempre lejos...

      Tus ojos son dos rubios capitanes;

      tu labio es un brevísimo pañuelo

      rojo que ondea ¡en un adiós de sangre!

      Vengo a verte pasar; hasta que un día,

      embriagada de tiempo y de crueldad,

      vaporcito encantado siempre lejos,

      la estrella de la tarde partirá!

      Las jarcias; vientos que traicionan; vientos

      de mujer que pasó!

      Tus fríos capitanes darán orden;

      y quien habrá partido seré yo...


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