Una introducción a la crítica textual del Nuevo Testamento. Ernst Walder

Una introducción a la crítica textual del Nuevo Testamento - Ernst Walder


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de ancho y varios metros de largo. Al final de la última hoja se pegaba una varilla y alrededor de ésta se enrollaban todas las hojas, formando un rollo que también se llamaba “volumen” (del término en latín que designaba a “algo enrollado”). El largo de un rollo dependía del peso porque, a partir de cierto gramaje, su manejo se volvía demasiado difícil y ya no se lo podía sostener en las manos. Se unían aproximadamente veinte hojas de modo que el largo total normalmente no superaba los diez metros, aunque era preferible uno de cinco a seis. Es posible, por ejemplo, que Lucas haya decidido escribir dos tomos separados (el Evangelio y Hechos) en vez de uno solo, porque el texto de los dos no encajaba en un solo rollo. Por lo tanto, dividió su obra en dos partes y utilizó un rollo para cada una. Se escribía en columnas de izquierda a derecha, para que de esta manera se pudiera enrollar y desenrollar el rollo poco a poco mientras se leía el texto. Cada columna tenía un ancho aproximado de diez centímetros, pero podía variar. A veces se escribía también en líneas horizontales y se leía de arriba hacia abajo, agarrando con una mano la parte superior del rollo y con la otra la parte inferior.

      El uso del rollo era bastante incómodo: por un lado, se tenían que usar ambas manos para sostener el rollo y, por otro, era complicado ubicar una cita específica, salvo una indicación de la columna en que estaba. Además, para cada documento escrito se tenía que guardar un rollo aparte.

      Probablemente muy al inicio del siglo II (o quizás ya al final del siglo I) se introdujo el uso de páginas y lo que nosotros conocemos como “libro”.

      Los libros de esta edad temprana también se conocen con el nombre de “códices”. La ventaja de estos es obvia: se puede hojear con más facilidad y encontrar cierto párrafo. Por ejemplo, es posible leer con una sola mano, y se puede variar el grosor del libro y el tamaño de las páginas.

      Para la iglesia cristiana, la forma de libro tenía una ventaja adicional: se podían juntar y agrupar textos similares, como los cuatro evangelios o varias cartas, en una sola pieza sin importar la cantidad de texto.

      Se escribía con un “cálamo”, una caña hueca, que podía provenir del tallo de una planta (junco) o de la pluma de un ave. Como líquido se usaba tinta. Los escribas eran capaces de producir diferentes colores de tinta. El color más común era el negro, una mezcla de hollín con goma y agua. Para otros colores se añadían diferentes minerales.

      Las mayúsculas

      Las minúsculas

      Parece que a lo largo de los siglos, las unciales se fueron deteriorando y cada vez eran menos legibles, incluso las escritas con cuidado minucioso. Por ello, al principio del siglo IX, tuvo lugar una reforma y se introdujeron letras más pequeñas y cursivas. El término en latín para “bastante pequeño”, es minuscule, y de allí viene la palabra “minúsculas”. No se sabe exactamente quién inició esta reforma, ni dónde.

      El uso de minúsculas revolucionó la distribución del texto del NT, pues con éstas se podía escribir más texto en una misma hoja, lo que hizo menos costosa la adquisición de los libros. Además, el copista podía escribir más rápido, y de este modo producir más en el mismo tiempo.

      En la antigüedad no se dejaban espacios entre palabra y palabra y muy pocas veces se empleaban signos de puntuación. Las palabras tampoco llevaban acentos para diferenciarlas. Todo esto nos podría llevar a pensar que era difícil leer y entender el texto, pero si usted hace la prueba en su propio idioma, se dará cuenta de que no es tan difícil, ya que uno conoce las reglas del idioma que domina y el contexto textual.

      En ciertas circunstancias —de escasez de material, depresión económica personal o social— se usaba el pergamino por segunda vez. Se disolvían las letras rascando la tinta y se lavaba el pergamino. Después se copiaba en el mismo pergamino el nuevo texto. Un pergamino usado por una segunda vez, se llama “palimpsesto”. No era posible borrar por completo el primer texto. Por consiguiente quedaban rastros de él, que en la actualidad es posible recuperar, aunque con mucho esfuerzo y dedicación. Por ejemplo, uno de los manuscritos más importantes del NT, el Códice Ephraemi, es un palimpsesto.

      Esto muestra claramente que no se tenía un respeto tan profundo hacia las Sagradas Escrituras como para no usar un pergamino con texto bíblico y luego borrarlo y escribir sobre el mismo pergamino otro texto no bíblico.

      Comentarios adicionales alrededor del texto principal

      A menudo los copistas comentaban en los márgenes de las hojas acerca de su trabajo. Expresaban que se hallaban contentos porque su labor se había terminado o que les dolía todo el cuerpo y estaban molestos con las circunstancias o maldecían a futuros rateros. También escribían bendiciones y hasta oraciones completas. Algunos monjes incluso usaban el pergamino para comunicarse entre ellos mientras copiaban en silencio. En ciertos casos se menciona el nombre del copista, el lugar y la fecha; información muy valiosa para deducir en qué lugar y año se escribió, qué copista y con qué estilo.

      Se pueden encontrar también explicaciones de palabras difíciles. Mayormente se hallan en los márgenes de la hoja, pero en algunos casos también entre las líneas. Igual como ocurre hoy con algunos creyentes, que apuntan información importante para ellos en las hojas de las Biblias de su uso, los lectores de estos textos antiguos incluyeron comentarios privados.

      Más complicado se vuelve el asunto cuando no se sabe con certeza si un comentario adicional al texto copiado es un comentario personal o una parte olvidada del texto bíblico que el copista añadió posteriormente. Este tipo de comentarios eran sobre todo difíciles para futuros copistas porque no podían interpretar el hecho y, en consecuencia, no sabían si incluirlos en sus copias o no.

      Ayuda para la lectura privada

      En algunos manuscritos antiguos, también se encuentra un tipo de “títulos descriptivos” para cada capítulo. Como hoy, su propósito era dar un resumen sobre el contenido del pasaje.


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