Condenando la Esperanza. Dr. Luis María Viale
lo pequeño de su mundo que en muchos casos se limita a la casa, la esquina, la comisaría, el baile y no mucho más allá”.
Ya en el final de mi trayectoria y próximo a jubilarme como empleado de minoridad, decidí hacer el Doctorado en Comunicación Social en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba. Como una forma de homenajear y agradecer a los queridos jóvenes el inmenso afecto y gran respeto que me brindaron, y con la intención de aportar alguna luz a un camino en el que creo prevalecen las penumbras, decidí realizar mi tesis de doctorado sobre “El derecho a la comunicación en contexto de encierro: el caso de los niños y adolescentes del Complejo Esperanza”. En mi investigación, dentro de lo que permite un reglamento tan estricto como lo es una tesis doctoral, intenté de cuestionar los aspectos más importantes de lo que se está haciendo con el joven infractor para así animarnos a pensar lo no pensado, para aportar algunas ideas que faciliten nuevas líneas de acción.
Breve referencia personal
Le cuento, estimado lector, que me costó más esfuerzo terminar mis primeros años de estudio cuando era niño que terminar el doctorado en comunicación. Me imagino cuántos certificados de defunción anticipados me habrán firmado con mis pésimos antecedentes escolares los gurúes de la conducta humana juvenil y hoy, con mucho orgullo, puedo decir que he alcanzado el máximo título que otorgan las universidades en Argentina.
Hago mención a esto por la enorme cantidad de certificados de defunción que estos gurúes de la conducta humana firman por anticipado a los jóvenes infractores de la ley penal: “van a terminar todos en las cárceles de adultos”, “no se merecen vivir”, “es necesario bajar la edad de imputabilidad” y muchos etcéteras más. ¿Dónde quedaron los certificados de defunción que le firmaron al niño/joven Luis (yo) que hoy tiene el máximo título que dan las universidades argentinas? En el mismo lugar en el que quedarán los pronósticos pesimistas que hoy se hacen con respecto a los niños/jóvenes infractores de la ley penal: “son irrecuperables”, “todos terminan en la cárcel”.
En uno de nuestros primeros encuentros con el querido padre Pepe Di Paola, él hizo mención a las vocaciones sacerdotales que han existido y existen en las villas de emergencia y pasan desatendidas/desapercibidas. Esto me llamó mucho la atención y me llevó a pensar cuánta inteligencia y sabiduría que hay en estos queridos niños/jóvenes estamos desperdiciando; y lo mismo podríamos decir de otras cualidades que pasan desapercibidas como la lealtad, la honestidad, y el amor.
Edgar Morin solía hacer el siguiente juego: entre el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad, ¿cuál eliges? A lo que el mismo Morin respondía que a ninguna de las dos, sino al ¡optimismo de lo improbable! A este juego lo hice con muchos profesionales que trabajan en el Complejo Esperanza y es muy común que al comienzo todos se dejen llevar por el optimismo de la voluntad, todo se puede cambiar. Sin embargo, con el transcurrir de los años el sistema los va llevando cada vez más hacia el pesimismo de la inteligencia, todo está perdido, no hay nada que se pueda hacer, los chicos no tienen futuro por la realidad que les toca vivir y por el sistema carcelario en el que prevalece la gobernabilidad penitenciaria.
En mis treinta y siete años de trabajo con jóvenes siempre mantuve el optimismo de lo improbable y la realidad me ha dado la razón, ya que a diario me encuentro con aquellos niños —hoy ya personas adultas— que tuve en mi programa de chicos de la calle o a los que tuve en el correccional cuando fui director:
—Don Viale, ¿se acuerda de Oscar?
—Le pido disculpas la verdad es que no me acuerdo de Oscar.
—Usted lo tuvo cuando fue director, lo hablaba mucho, desde que salió del correccional nunca más volvió a caer, es padre de dos nenas.
(Diálogo mantenido en la puerta de un ministerio con la madre de un joven —empleada de limpieza del ministerio— que yo tuve cuando fui director del CIC).
O el no tan joven que vende medias en una calle de Córdoba y que al enterarse de que me jubilaba me dice: “Viejo, cuando te jubiles, vení que te regalo un par de medias”. Diálogos como estos los tengo a diario y me llenan el corazón.
El director del postgrado que hice en 1988 nos despidió con un concepto que siempre he mantenido presente: “Estaremos perdidos el día que nos roben la utopía”. Me casé con la ·señora utopía a los dieciocho años y doy gracias a Dios de haber mantenido vigente ese matrimonio y, como siempre digo, voy a morir con las botas puestas: el firme convencimiento de que estos queridos jóvenes se merecen un futuro mejor y que se puede, se puede y que pueden llegar… y ni hablar si estos centros de detención se transformaran en verdaderos centros de reflexión, de encuentro con la buena persona que existe en cada uno de ellos.
6- Viale, 2015.
7- Laudato si’, 93.
8- Evangeli gaudium, 54.
9- Evangeli gaudium, 55.
10- Evangeli gaudium, 58.
11- Cf. Laudato si’.
12- Laudato si’, 107.
13- Ídem.
14- Busaniche, 2007.
15- Postman, 1983
16- Sartori, 2005, p. 131
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.