Relación médico – paciente. Carlos Acurio Velasco
paliativos.
En varias de las conversaciones con su médica se repitió el siguiente diálogo:
Médica: Lupe hay un 50% de probabilidad de que mejores con el tratamiento de quimioterapia.
Lupe: Mi médico de confianza que es biomagnético, me dijo que no me ponga la quimioterapia porque después no va a poder tratarme porque mi cuerpo se envenena.
Médica: Hay efectos adversos, pero también hay probabilidades de mejorar.
Lupe: El poco o mucho tiempo que tenga de vida, quiero vivir lo mejor que pueda y no quiero venir al hospital constantemente. Más bien, quiero arreglar los asuntos pendientes en mi vida y quiero morir en mi casa.
Discusión:
Conocí a Lupe durante la residencia de mi especialidad. Me enfrenté a mi aprendizaje y formación de “salvar la vida de las personas en todas las circunstancias”.
Sentía frustración por no haber logrado convencer a Lupe de recibir el tratamiento farmacológico disponible.
También reflexioné sobre las medidas desproporcionadas que podemos aplicar para mantener con vida a una persona, caer en encarnizamiento terapéutico y en las dificultades para la aceptación del proceso de morir.
Durante un proceso de comunicación, en el cual hay una renuncia a un tratamiento por parte de una persona competente, es difícil no abandonar a la paciente, seguir cuidando de ella y respetar su decisión libre, es decir, acoger su preferencia con humildad y sabiduría.
Lupe dejó el hospital sin recibir quimioterapia. Vivió 8 meses. En este tiempo tuvo una dieta saludable, subió de peso y se sentía relativamente bien. Murió en su casa, junto a sus familiares, como lo había solicitado.
Respetar la autonomía del paciente implica apoyarlo durante la vivencia de la enfermedad, asegurarse de que comprende el balance riesgo/beneficio de sus decisiones, aceptar sus preferencias y valores, y nunca dejar de cuidarlo, aún cuando no se lo puede sanar.
HISTORIA 4 UN BEBÉ BIEN ALIMENTADO
DRA. BETZABÉ TELLO PONCE,
DOCENTE PUCE
En una consulta de pediatría, Anita lleva a su pequeño, de una semana de vida, a su primer control de niño sano:
Anita: Buenos días, vengo al control de niño sano.
Pediatra: ¡Buenos días! Vamos a pesar, a medir y a examinar al niño.
Anita: Esta semana me he sentido cansada. Especialmente en la noche porque el bebé se despierta dos veces en la madrugada para lactar.
Pediatra: No se preocupe señora, le voy a ayudar. El peso del niño está bien. Le voy a enviar a casa con un tarro de leche de fórmula para que el niño se alimente bien. Así, si come bien en la noche, posiblemente, ya no se levantará en la madrugada.
Discusión
Es deber de los profesionales de la salud informar con veracidad los riesgos y beneficios de las intervenciones que aconsejan. Cuando esa información es comprendida, no solamente los padres de un niño, sino toda la familia, adopta una conducta beneficiosa para su crianza y desarrollo.
Anita tuvo, desde su embarazo, la predisposición natural para amamantar a su hijo. Además, en el hospital la animaron y acompañaron para que el bebé lacte adecuadamente. Sin embargo, el consejo del médico para que la madre pueda dormir más puede generar una pérdida sustantiva en la salud de la madre y –especialmente– en la del niño, al sustituir la leche materna por sucedáneos.
Posibles intereses económicos respecto a la producción y comercialización de las leches de fórmula hacen suponer que la historia de Anita no es un caso aislado y que hay profesionales de salud que inducen a las madres a sustituir la lactancia, sin informar adecuadamente.
La industria de sucedáneos de la leche materna se expande mediante: a) publicidad en los establecimientos de salud; b) educación médica distorsionada a través de cursos sobre lactancia materna y alimentación complementaria; c) financiamiento de congresos y charlas dentro y fuera del país; y d) regalos directos a los profesionales que los prescriben.
Existen casos –pocos, afortunadamente– en los cuales una madre realmente no puede dar de lactar a su bebé. En ellos, la información brindada por un profesional de la salud debe ser confiable, veraz, actualizada y, obligatoriamente, libre de interés comercial.
DRA. KARINA CASTRO MENDOZA,
DOCENTE PUCE
En la consulta del urólogo espera un paciente de 68 años que presenta dolor severo y dificultad para orinar, luego de haber recibido, hace tres años, varias sesiones de radiaciones por cáncer de próstata.
Médico: Señor Salinas, luego de revisarlo, hemos encontrado cálculos en su sistema urinario que obstruyen la salida de orina. Por lo tanto, va a necesitar intervención sencilla con láser. Hay que limpiarle la uretra, porque casi no ingresa la sonda.
Señor Salinas: Doctor, y ¿cómo es la intervención?
Médico: Es una RTU un procedimiento rápido. Ingresamos con el equipo y el láser permite eliminar las formaciones que le están impidiendo orinar. Es un “rasponcito” en la uretra, para limpiarla.
Señor Salinas: ¿Estaré dormido? ¿cuánto tiempo dura esto?
Médico: Estará sedado y no sentirá dolor durante la intervención. Puede durar una hora, según la cantidad de material que encontremos.
Señor Salinas: Si eso me permitirá orinar y detener el dolor… haga lo que tenga que hacer, doctor.
El día de la intervención, unos minutos antes de ingresar al quirófano, la enfermera le pide al paciente que firme el consentimiento informado. En ese texto, le dice ella, que constan los riesgos del procedimiento. Intranquilo por la intervención, incómodo por la bata que le han puesto y con una vía intravenosa colocada, el señor Salinas firma lo que le piden, sin preguntar nada.
Mientras el paciente permanece dormido luego de la intervención, el médico ingresa a la habitación y le explica a la esposa que tuvo que extraer la próstata porque la encontró muy engrosada.
Cuando el paciente se entera de lo sucedido, a través de la información que le brinda su esposa, queda perplejo y muy molesto. Él ingresó al quirófano seguro de que le iban a realizar, como le dijo el médico: “un rasponcito en la uretra”. No imaginaba que podrían extraerle un órgano importante como la próstata. Del mismo modo, tampoco sabe las consecuencias derivadas de esta intervención.
Discusión:
Los pacientes escuchan con mucha atención cada palabra del médico, particularmente, cuando se trata de una intervención que requerirá un quirófano. Pueden no entender la explicación, si se usan términos clínicos, como una “RTU”, sigla que posiblemente el señor Salinas hasta ahora no sabe qué significa. Sin embargo, no olvidará nunca la palabra “rasponcito” porque el lenguaje sencillo es lo que más memoriza el paciente.
En este caso, el médico debió:
1 Desarrollar un proceso de consentimiento informado para comunicar, correctamente, al paciente el procedimiento que se iba a seguir; aclarar y explicar en qué consiste y cómo se hace; el tiempo aproximado que toma; sus riesgos y beneficios; qué alternativas hay al procedimiento; los cuidados posteriores a la intervención; y consultar si es la opción que el paciente acepta.
2 Recordar que la responsabilidad de obtener la información para solicitar un consentimiento informado es del médico tratante, no de la enfermera, por lo cual se cometió un error grave.El consentimiento informado no es el papel firmado para cumplir con un requisito legal y administrativo. Es un proceso de comunicación, en el cual