El ocaso del hielo. Sergio Milán-Jerez

El ocaso del hielo - Sergio Milán-Jerez


Скачать книгу
/section>

      Sergio Milán-Jerez

      EL OCASO DEL HIELO

      TRILOGÍA DE VIDAR 2

C:\Users\Propietario\AppData\Local\Microsoft\Windows\INetCache\Content.Word\caliopebit.png

      Primera edición: noviembre de 2019

      ©Grupo Editorial Max Estrella

      ©Editorial Calíope

      ©Sergio Milán-Jerez

      ©Trilogía de Vidar 2

      ©El ocaso del hielo

      ©Portada: Alex Dmetal Designs

      ISBN: 978-84-121004-8-8

      Grupo Editorial Max Estrella

      Calle Doctor Fleming, 35

      28036 Madrid

      Editorial Calíope

      [email protected]

      www.editorialcaliope.com

      A mi madre, por haberme dado tanto.

       Agradecimientos

       Prólogo

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Capítulo 13

       Capítulo 14

       Capítulo 15

       Capítulo 16

       Capítulo 17

       Capítulo 18

       Capítulo 19

       Capítulo 20

       Capítulo 21

       Capítulo 22

       Capítulo 23

       Capítulo 24

       Capítulo 25

       Capítulo 26

       Capítulo 27

       Capítulo 28

       Capítulo 29

       Capítulo 30

       Capítulo 31

       Capítulo 32

       Capítulo 33

       Capítulo 34

       Capítulo 35

       Capítulo 36

       Capítulo 37

       Capítulo 38

       Capítulo 39

       Capítulo 40

       Capítulo 41

       Capítulo 42

       Capítulo 43

       Capítulo 44

      Creo que es de bien nacidos ser agradecido y no podía empezar sin dar las gracias a todas aquellas personas que han sido importantes en mi apasionada aventura como escritor. En primer lugar, me gustaría agradecer a mi familia por haber estado siempre a mi lado; a mi primera editora Adoración Pérez, por haber creído en mí desde el primer momento; a Bibiana Ripol, Nuria y Andrea, porque gracias a vuestra fantástica ayuda he podido vivir momentos inolvidables; a las personas que, de manera sincera, se alegran de mis éxitos; a Carlos de Alvarado, porque tus valiosos consejos en Derecho me han servido de mucho; y, por supuesto, a vosotros, lectores y lectoras, porque vuestro aliento y fuerza me animan a seguir escribiendo y a mejorar cada día.

      Gracias por hacer todo esto posible.

      «A menudo el odio se disfraza con una careta sonriente y la lengua se expresa en tono amistoso, mientras el corazón está lleno de hiel».

      Solón

      Miércoles, 1 de febrero

      04:27 de la madrugada

      La furgoneta blanca avanzó a gran velocidad, saltándose varios semáforos en rojo, como el que huye de un peligro que acecha. El nerviosismo en el interior del vehículo era tan evidente, que se podía cortar la tensión con una navaja.

      Cuatro personas, tres hombres y una mujer, de entre treinta y cinco y cuarenta años, aguardaban en silencio. Ella, sentada en el asiento del copiloto, no dejaba de mirar por el espejo retrovisor una y otra vez. En un momento dado, volvió la mirada atrás y se fijó en la alfombra enrollada que estaba apoyada en el piso, entre el par de individuos, de aspecto pendenciero, que permanecía de pie a falta de asientos traseros.

      La noche había resultado agotadora y el resultado obtenido no fue el esperado. El trabajo que ella realizaba estaba lleno de variables y le pagaban una gran suma por ello. Su equipo, renqueante con los buenos modales, utilizaba diferentes técnicas y sorpresivos métodos para dar respuesta a las preguntas qué, dónde, cuándo, quién y por qué; y no siempre por este orden. Eran rápidos y se esmeraban por cumplir con su cometido. De hecho, resultaba inútil intentar escurrir el bulto y negar la evidencia. Todo el mundo acababa hablando. Sin lugar a duda, todo el mundo, y en caso de que no fuera así… mejor que se atuvieran a las consecuencias.

      El conductor cruzó las estrechas calles de Barcelona y se incorporó a la Gran Vía, vacía y despoblada, en dirección a la autovía.

      Nadie había aguantado tanto. Joder, se habían pasado toda la maldita noche «dialogando» con aquel tipo, pero no lograron ponerse de acuerdo. Se suponía que no daría problemas, que entraría en razón a la primera de cambio; pero, finalmente, no fue así; acabó convirtiéndose en una piedra en su zapato. Y precisamente, aquello era lo que querían evitar.

      Pregunta. Negativa. Amenaza. Negativa. Golpe. Negativa. Y vuelta a empezar. Insistieron, de una manera supuestamente eficiente, para no entrar


Скачать книгу