El ocaso del hielo. Sergio Milán-Jerez
lo suficiente como para saber eso. Me limito a atender a la clientela.
―Le entiendo... Volvamos a esa noche, ¿pasó algo inusual?
El camarero meditó un instante la respuesta.
―Bueno... ahora que lo dice, sí. Al menos a mí me lo pareció. Carles reservó una mesa a las ocho y media, pero ella llegó una hora antes y se sentó en aquella mesa de allí. ―Señaló con el dedo índice la mesa que estaba al fondo―. Normalmente, la gente viene diez o quince minutos antes, pero una hora...
El sargento Ruiz anduvo hacia la mesa.
―¿Dónde se sentó?
―En la silla de la derecha ―contestó alzando un poco la voz.
El sargento Ruiz tomó asiento en la misma silla que había ocupado la «mujer misteriosa». Cristian Cardona se acercó a él.
―Desde esta posición se puede tener una visión completa de todo el local ―dijo el sargento.
―Da la impresión de que quería controlar todo lo que pasaba a su alrededor.
―Metódica y organizada ―añadió. Luego se volvió hacia el camarero―. ¿Bebió algo mientras esperaba a Carles Giraudo?
―No.
―¿Y dónde se sentaron cuando él llegó?
―Carles se sentó justo delante suyo.
―Pero no había reservado esta mesa, ¿verdad?
―No. Carles siempre reservaba la mesa que está al lado del baño, en la segunda planta.
―¿Y se sorprendió al verla aquí sentada?
―Recuerdo que no le hizo mucha gracia. Pero la cosa no pasó a mayores. Simplemente, se sentó y empezaron a hablar.
―¿Diría que durante la cena tuvieron una actitud pasiva o estuvieron acaramelados? ―preguntó Cristian Cardona.
―Por la forma en la que hablaron, me pareció que se conocían de antes. Sin embargo, no creo que se tratase de una cita. Desde el principio noté cierta tirantez entre ellos.
Aitor Ruiz se levantó y se colocó junto al agente Cardona.
―Es muy probable que fuera ella la que llamó al hotel haciéndose pasar por su secretaria ―le dijo.
―Pero... ¿qué relación guarda con Carles Giraudo?
―Eso es lo que tenemos que averiguar.
El camarero se rascó la espalda mientras esperaba seguir contestando a sus preguntas. Luego, consultó el reloj y miró a su alrededor; todavía le quedaba la mitad del trabajo por hacer.
―¿Sabe a qué hora se marcharon? ―preguntó Aitor Ruiz.
―Alrededor de las diez.
Ambos policías reflexionaron sobre ello. La sospecha de que esa mujer pudiera estar involucrada en el secuestro y asesinato de Carles Giraudo aumentaba por segundos. La cronología de la investigación indicaba que la supuesta secretaria de Carles Giraudo había llamado al hotel de Berlín para cancelar la reserva una hora más tarde; de modo que se podía pensar perfectamente que durante ese espacio de tiempo se produjo la desaparición.
Era evidente que aquella mujer era una de las últimas personas que había visto a Carles Giraudo con vida. Por tanto, tenían que averiguar su identidad.
Necesitaban encontrarla y hacerle unas cuantas preguntas.
―¿Disponen de sistema de videovigilancia? ―preguntó el agente Cardona.
―Sí, pero tendrán que hablar con el gerente del restaurante.
―Háganos un favor y llámelo ―dijo Aitor Ruiz―. Necesitamos ver las imágenes de ese día cuanto antes.
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