Primero los Fundamentos. Stephen Kaufmann
ser un maestro que enseña de acuerdo a los principios cristianos. También obtenemos una visión cristiana del alumno, una visión cristiana del proceso de aprendizaje y una visión cristiana de la misión de la escuela.
En la medida que los maestros cristianos y administradores continúen creciendo en el conocimiento de cuáles son los propósitos distintivos de una escuela cristiana, es mi oración que este tratado pueda asistir en ese crecimiento.
Stephen Kaufmann
Covenant College
Lookout Mountain, Georgia
USA
Capítulo unoLa Misión de laEscuela Cristiana
Si aquellos que no están familiarizados con la educación cristiana fueran a examinar el plan de estudios de una escuela cristiana, podrían preguntarse qué es lo que la hace diferente. Ellos verían que la escuela enseña matemáticas, lectura, historia, ciencia, literatura, etcétera. Claro, la escuela tendría una capilla y podría también tener un plan de estudios bíblicos, pero aparte de eso los cursos tendrían los mismos títulos que los de una escuela secular.
¿Por qué esto es así? Porque tanto la escuela cristiana como la escuela secular estudian el mundo a su alrededor, pero estas lo estudian desde perspectivas y con propósitos significativamente diferentes.
Un escritor ha ofrecido esta definición de la misión de la escuela cristiana: “La tarea de la verdadera educación cristiana es desarrollar un conocimiento de Dios y su realidad creada y usar ese conocimiento para ejercer un dominio creativo y redentor sobre el mundo en el que vivimos. Tal resultado sólo puede lograrse amando a Dios y estando en comunión con Él, resultando esto en una adoración incondicional a Dios”.1 De manera similar, Comenius enfatizaba la naturaleza integral de la educación cristiana; él decía que los alumnos debían ser “…educados en todos los caminos. No para pompa y espectáculo, sino para la verdad; es decir, para poder hacer que los hombres sean lo más parecido posible a la imagen de Dios, a cuya imagen fueron creados; verdaderamente racionales y sabios, verdaderamente activos y llenos de vida, verdaderamente morales y honorables, verdaderamente piadosos y santos; y, por lo tanto, verdaderamente bendecidos, tanto aquí como en la eternidad”. 2
Para que los propósitos de la escuela cristiana sean cumplidos, los alumnos y maestros por igual deben llegar a entender que ellos viven y aprenden en la presencia de Dios, quien se deleita en los procesos de enseñanza y aprendizaje cuando son dados en amor y servicio a Él. El aprendizaje no existe por el mero propósito de aprender, sino que debe ocurrir en el contexto de una comunión creciente con Él. Como lo dijo el salmista, “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!… Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?” (Salmo 8:1, 3, 4a) Nuestro aprendizaje debe producir humildad y adoración a Aquel quien se revela a nosotros en la Creación y en la Biblia.
Cuando comprendemos que estamos llamados a amar a Dios con nuestros corazones y nuestras mentes en la escuela, estamos entonces listos para emprender el llamado de Dios a ejercer un dominio creativo y redentor sobre su mundo. ¿Qué quiere decir ejercer un dominio creativo? Dios nos llama en Génesis 1:26-28 a la tarea de gobernar y administrar su mundo.
En respuesta, las escuelas cristianas deben equipar a los alumnos con las herramientas y el conocimiento para desarrollar las potencialidades del orden creado y a administrarlo en nombre de Dios. Las escuelas nunca enseñan meramente para promover los intereses personales del alumno, aunque seguramente el alumno se beneficia al aprender.
Para las escuelas, es vital que enseñen a los alumnos que ellos están siendo equipados no para ser meramente doctores, abogados, ingenieros, plomeros o secretarias. Los alumnos deben llegar a conocer que las habilidades que ellos adquieran no son para servirse a sí mismos, sino para servir a Dios al usar sus capacidades para ejercer dominio sobre este mundo.
Las escuelas cristianas también enseñan a los alumnos a ejercer dominio redentor sobre el mundo, todo en el nombre de Cristo Jesús y para su gloria. ¿Qué quiere decir esto? Debido a la caída en pecado de la humanidad, la tierra en si misma está maldita, y uno de los objetivos más importantes de la educación es equipar a los alumnos a superar los efectos de la caída en ellos mismos, sus familias, sus empleos y en el mundo en general. Las personas y las cosas deben ser restauradas a su significado creacional. Hay una manera de ver esta restauración a un alto nivel, la cual solo puede llegar con el regreso de Cristo Jesús y el regocijo de su pueblo alrededor de su trono. Pero existe también una manera de verla en las cosas pequeñas, viendo como esta restauración ocurre todo el tiempo en innumerables y variadas maneras. Se limpian los ríos, se reconcilian los esposos, las escuelas reciben los recursos adecuados y maestros calificados, se visita a la viuda y al huérfano, al igual que los ancianos en los asilos. Las personas se unen en causas virtuosas, los adultos salen a trabajar en empleos gratificantes y las comidas son momentos de buenas conversaciones y celebración en lugar de mera ingestión de comida. Hay mucho deleite y resplandor: el camino del hombre con una doncella, el camino del barco en el mar y el camino de la serpiente sobre la roca. Se resuelve un problema y una disputa, se arregla una gotera, la calefacción está encendido y el bloqueo ha terminado. La escuela cristiana debe estar llena de oportunidades para explorar triunfos grandes y pequeños que lleven a vidas más ricas y piadosas. Dentro de este gran propósito de equipar a los alumnos para el dominio creativo-redentor sobre la creación de Dios, hay algunos comportamientos claves que la escuela cristiana debe engendrar en sus alumnos. Ninguna misión escolar será exitosa a menos que los alumnos sean cambiados de maneras significativas. Lo que sigue es una descripción de los varios efectos que una buena escuela cristiana tiene en sus alumnos.
La escuela cristiana enseña
a los alumnos a pensar bien3
Si bien es cierto, el papel de los alumnos va más allá de solo ejercer el pensamiento, si estos fallan en pensar bien, se perderán de aquello que es lo más importante en una escuela cristiana. Es importante condicionar esta declaración, debido a la posibilidad de que un intelectualismo árido suplante lo que debe ser un asunto del corazón con Dios.
Un buen lugar para comenzar es con esta declaración clásica del propósito de la educación en el informe de la Universidad Yale de 1828. Los autores del reporte señalaron que “los dos grandes puntos a ser ganados en la cultura intelectual son la disciplina y el mobiliario de la mente: expandiendo su poder y aprovisionándola con conocimiento”.
El valor de esta declaración está en la metáfora del “mobiliario”, la cual comunica una verdad importante sobre el pensamiento. Pensar bien conlleva más que la mera absorción de información. Dicha información debe ser clasificada, analizada, categorizada e interpretada de acuerdo a las suposiciones básicas de la naturaleza de la realidad.
¿Qué tipo de mobiliario debe habitar en las mentes de los alumnos? ¿marxista? ¿secularista? ¿positivista y científica? ¿cristiana? ¿Debe el mobiliario ver hacia afuera, hacia adentro o hacia ambos lados? ¿Creerán los alumnos que la ciencia es dios? ¿Qué el dinero es dios? ¿Qué el estado es dios? ¿Que uno mismo es dios? ¿Jehová es Dios?
En efecto, lo fundamental para pensar bien es adquirir una forma específicamente cristiana de concebir la realidad. Esto es mucho más que una piedad sentimental que cubre una cosmovisión secular, y es muy diferente de un adoctrinamiento irracional que substituye la creencia coaccionada por la alimentación de la mente.
La piedad por sí sola tiende a aislar a los alumnos de los problemas del mundo y a hacerles pensar que el Señor está interesado únicamente en su vida devocional delante de él. El claustro, y no la escuela cristiana, apoya tal punto de vista. Por otro lado, el adoctrinamiento hará que los alumnos piensen que los cristianos siempre están en lo correcto, y que los problemas del mundo vienen de las personas malas que están en el exterior. El mobiliario de la mente del cristiano, sin embargo, habilita a los alumnos para ver los problemas no solo en la cultura secular sino también en las comunidades cristianas.
La escuela cristiana debe proveer