Otra oportunidad. Ramón Redondo
En fin, unos días entre amigos realizando los deportes que más nos gustaba practicar, gozar de ese tipo de viaje sería inolvidable.
Durante mucho tiempo habíamos estado preparándolo. Iban a ser unos días inolvidables, seguro, aunque nunca pensé que fueran a serlo tanto.
La idea principal era pasar unos días entre amigos a la vez que disfrutábamos de nuestra pasión por la naturaleza y el deporte.
Salimos de Alzira (Valencia) un viernes trece de abril por la tarde. Nada más salir nos llevamos el primer susto. Con todo lo que estaba por pasar todavía, podría haberse tomado como una premonición, pero no le dimos mayor importancia.
Yo iba conduciendo uno de los coches cuando, inesperadamente, un vehículo que venía de frente se nos echó encima. Tuve una rápida reacción y pegué un volantazo a tiempo evitando el accidente y el desastre. Yo mismo dije: «Espero que esto no sea un presagio de lo que pueda suceder en el viaje». Pero solamente lo tomamos como un susto sin importancia, nada más. Continuamos rumbo a Montserrat. El resto del viaje fue tranquilo, no tuvimos ningún percance más hasta que llegamos al destino.
Una vez que llegamos allí, a última hora de la tarde, intentamos acceder al camping. La carretera estaba cortada y la entrada al paraje cerrada, así que decidimos buscar algún lugar para hacer un vivac, acampando de manera provisional en algún lugar en el que pudiésemos pasar la noche.
Parece ser que, por la hora que se nos hizo al llegar, habían cerrado el acceso para que la gente no pudiese llegar a las instalaciones del monasterio de Montserrat, cerca de donde estaba ubicado el camping.
El primer lugar que nos encontramos con posibilidades para pasar aquella noche fue una edificación que, en una primera evaluación, parecía algún tipo de hospedaje abandonado, o algo así, gran parte en ruinas.
Justo antes de entrar, uno de nosotros, Riki, nos dijo que había visto algo en el interior, como una sombra por una de las ventanas. Este hecho no evitó que entrásemos a escudriñar el interior igualmente: teníamos que encontrar un lugar donde pasar la noche. Parecía una casa del terror, nos resultaba gracioso y parecía emocionante, comenzamos a bromear, estaba muy deteriorado todo. En el interior, al pasar por encima de unos escombros, pudimos ver diferentes habitaciones. Todas ellas tenían el mismo desorden.
Llegamos a un patio interior, donde nos aparecieron tres personas con una tabla de güija. La verdad es que nos atemorizó bastante. Supongo que ellos también se intimidarían, puesto que nosotros éramos un grupo más numeroso. Pero eran muy buenos tipos, incluso llegaron a aconsejarnos cuál podía ser la mejor habitación. Además, recomendaban cuáles eran los lugares donde se escuchaban menos psicofonías…
Por supuesto que no nos quedamos allí y salimos rápidamente de aquel lugar.
Continuamos con la búsqueda de un lugar para pasar la primera noche por allí: había que encontrar un cobijo para así poder descansar y prepararnos para todo lo que teníamos en mente realizar los días siguientes.
Decidimos dirigirnos a un monasterio que habíamos visto y que estaba ubicado junto a la carretera, cerca del lugar en el que acabábamos de estar. Aquel claustro tenía un porche en la entrada principal donde podíamos vivaquear, y que era perfecto para pasar la noche.
Decidimos pernoctar allí, en el suelo, pero bajo techo, todo un «lujo».
Aunque ya estábamos decididos, pensamos que lo mejor era llamar a la puerta de aquel lugar.
Nos abrió una monja que vivía allí. Le explicamos la situación, y que queríamos pasar la noche allí fuera, si no era mucha molestia. Le dijimos que les avisábamos para evitar que se asustaran si oían ruidos allí fuera esa noche.
Cenamos allí mismo compartiendo lo que cada uno había llevado de casa.
Al finalizar la cena, a sorpresa nuestra, volvió a salir aquella monja y amablemente nos invitó a que entráramos y pasáramos la noche en el interior y que durmiéramos allí, en la base de la torre del campanario del monasterio. Se lo agradecimos y rápidamente le dijimos que no era necesaria tanta hospitalidad, pero al final le hicimos caso y nos echamos en el suelo en la parte baja del campanario. Tuvimos mucha suerte de encontrarnos con buenas personas que nos tendieron la mano y nos dejaron pasar la estancia esa noche con ellas.
Empezaba muy bien el viaje: de dormir a la intemperie, pasamos a estar perfectamente en el interior de un monasterio.
Fue una noche muy divertida, nos reímos mucho haciendo bromas sobre la imagen de una vieja que aparecía en la ventana en las películas de miedo. Uno de nosotros, desde una pequeña ventana de la torre, hacia el simulacro, ¡qué risa…! Momentos así entre amigos son una gozada.
Dormimos todos juntos en aquella sala en la base de la torre, en el suelo con las esterillas, fue genial, teníamos hasta un cuarto de baño superlimpio y máquina de café, infusiones…
Muchas gracias de todo corazón.
Al día siguiente teníamos proyectado hacer la vía ferrata Teresina. Una vía ferrata es un recorrido construido a base de presas, grapas, etc., en la pared de una montaña con el objetivo de permitir acceder con seguridad a zonas de difícil acceso.
Pero lo que prometían ser unos días inolvidables en los que lo pasaríamos muy bien entre amigos, se truncó con lo que iba a pasar en poco tiempo.
Ya era sábado, día 14 de abril, empezaba la actividad esa jornada.
Cuando nos levantamos no nos podíamos creer la suerte que habíamos tenido, estancia en un lugar como si fuese un parador nacional y con un coste increíble: ¡gratis!
Antes de ir a la vía ferrata nos dirigimos al camping a instalar la tienda de campaña donde íbamos a pasar esa noche. Tuvimos mucha suerte: gracias a las fechas que eran, daba la casualidad de que estábamos solos y lo teníamos todo para nosotros.
Por fin fuimos rumbo al inicio de la vía ferrata, donde disfrazamos a Agustín, que era el que se casaba a la semana siguiente. El disfraz que le pusimos no tenía ningún sentido y eso fue lo divertido.
Por razones de seguridad, siempre muy importantes, se quitó todo lo accesorio para realizar la actividad que íbamos a hacer a continuación.
La ferrata la realizamos sin ningún incidente y disfrutando mucho de su ejecución. Fue impresionante, nos encantó, acababa en una de las cumbres graníticas de Montserrat, en el cim de Sant Geroni, en el mirador. Maravillosas vistas y momentos tensos por caída de piedras y pasos complicados.
La actividad estaba cumpliendo con lo esperado e iba transcurriendo con normalidad. Amigos, naturaleza y deporte: ¿se puede pedir algo más?
Esa misma noche hicimos la cena en la zona de acampada. Buena comida y risas, todo perfecto.
ACCIDENTE
Tercer día de viaje: era 15 de abril, domingo.
El día amaneció nublado y frío, ¿sería una señal? La noche anterior descansamos en el campamento.
Nada presagiaba cómo terminaría aquel día para nosotros. Todo transcurría con normalidad.
Desayunamos y partimos hacia el inicio del barranco que íbamos a descender aquel día en Montserrat, justo debajo de la estación del funicular.
Ese día íbamos a hacer la ruta del barranco de Vallmala, un descenso en el que deberíamos emplear el rápel en alguna ocasión para descender por sus paredes.
Cogimos todo el material necesario para la realización del descenso: cuerdas, arneses, cascos, etc.
Empezamos bajando por un camino. El primer tramo del barranco había que