Elige Solo el Amor. Sebastián Blaksley
amor vivo, y de la cual Elige solo el amor es parte integral, es el siguiente:
«Ha llegado el tiempo de la relación directa con Dios, una relación sin intermediarios, tal como lo era en el origen del tiempo».
En la relación directa con Dios es donde se alcanza la plenitud del ser y, por ende, la plenitud del amor. Esto se debe a que es en Dios donde eres tal como él te creó para ser. Es en la relación directa entre el creado y su creador donde el ser se conoce a sí mismo en la verdad de lo que es. Conocerse a sí mismo, tal como Dios lo conoce, es un anhelo inherente del ser, porque ser y conocer son en verdad uno y lo mismo.
Dado que el amor es relación, puesto que es unión, el amor divino solo puede conocerse en la relación con lo divino, es decir, con Dios. Dicho llanamente, conocerse a uno mismo en la relación directa con Dios es conocer a Dios, fin último de todo ser. Conocer a Dios es tu meta y tu destino.
En la relación directa con Dios es donde descubres, por medio de la revelación, la verdad de lo que eres: el Cristo viviente que vive en ti. Vivir en armonía con este descubrimiento es lo que significa retornar al amor.
Preludio
Un mensaje de Jesús, identificándose a sí mismo como “el Cristo viviente que vive en ti”
Amado mío,
¿Qué cosas turban tu corazón? Cuéntamelo todo. Soy tu Jesús de Nazareth. Soy tu ser. Soy aquel que vela por ti, mañana, tarde y noche. He venido en respuesta a los latidos de tu corazón. Te has hecho todo un torbellino de emociones, que se asemejan mucho al mar encrespado, donde un día demostré que mi voz puede atemperar el viento y calmar las aguas. Siento tus preocupaciones. Advierto tus miedos. Veo tu anhelo de amor y de paz, escondidos tras las nubes de tu emocionalidad y de la del mundo.
¡Hay, humanidad arremolinada! ¿Por qué os afanáis? ¿Acaso no es tiempo ya de vivir en paz? ¿No es acaso tiempo ya de aprender la lección de los lirios del campo y las aves del cielo?
Por qué os demoráis en venir a mí. Soy la paz que no tiene contrario. Soy la unidad del ser. Soy vuestro anhelo y vuestro refugio seguro. Toda preocupación, angustia o dolor proceden de no vivir en mí, pues no hacerlo significa no vivir en vuestro verdadero ser y no tener un ser es algo angustiante, si es que fuera posible.
Amado de mi sacratísimo corazón, es tiempo de que aceptes vivamente que eres uno conmigo, y vivas en esta realidad de modo pleno. Somos una unidad. Todo lo que sientes, lo siento yo. Todo lo que yo siento, lo sientes tú. Sí, hasta ahora has pensado en relación con nuestra unidad como una relación desde mí hacia ti. Esto ha sido por causa de tu humildad y falta de presunción, todo lo cual procede de la santidad de tu mente crística. Pero también debes aceptar el hecho de que una relación supone dos partes unidas. Al estar unidas, existe un flujo que va desde una parte hacia la otra y viceversa, a través de la relación. La relación, ya lo hemos aprendido, no es ni una cosa ni otra, sino que es lo que mantiene unidas a ambas cosas, haciéndolas una en la relación, sin dejar que cada cual sea lo que es.
Quiero que todo el mundo sepa que no existe un solo anhelo, deseo, sentir o pensar que no tenga un eco en mí. Y también quiero que sepáis que, aquellos que, por su propia voluntad, en unión con la gracia divina, se han hecho conscientes de la unidad que sois con todo, también sois conscientes de los latidos de mi divino corazón.
Alma enamorada, me queman las ansias de amor y verdad. Gracias por responder a mi llamada. Sigamos asidos de la mano y recorramos juntos los caminos del amor. Recuerda, a medida que sigues recibiendo estas palabras, cuánto te amo. Recuerda también que eres la delicia de mi corazón, el rostro del padre en la tierra y el amor encarnado.
Déjame llevarte dulcemente a lo más profundo del corazón de Dios, allí donde mora la ternura, allí donde la luz de la verdad brilla en toda su gloria. Déjame llevarte a la plena consciencia de tu resurrección a la vida eterna.
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Cuarenta días hacia la resurrección
Un mensaje de Jesús, identificándose a sí mismo como “el Cristo viviente que vive en ti”
I. Preludio
Amado del cielo.
Hoy quiero invitarte a unirte a mí de un modo particular. Quiero que pases un tiempo a solas con vuestro ser de puro amor que soy. Un tiempo que nos llevará a la plena consciencia de la resurrección que eres en verdad. Yo mismo he recorrido este camino que hoy te invito a recorrer en unión conmigo, que soy el Cristo en ti.
Este camino hacia la resurrección (o hacia la toma de consciencia de la vida eterna que vive en ti) es un camino de relación entre iguales. Un camino de relación basado en el dar y recibir. Para recorrerlo y sacar el máximo provecho, hay ciertas cosas que deben ser recordadas. Una de ellas es que si hay relación tiene que haber intercambio. Esta realidad del intercambio existente entre las partes que conforman la unidad, por medio de la relación, es de lo que he venido a hablarte hoy. Muy especialmente hoy, que comienza en el calendario del mundo, un tiempo cuya energía espiritual no tiene parangón. Es el tiempo que muchos llamáis cuaresma.
Hijos, este es un tiempo de inicio de lo nuevo. Un tiempo en que mi divino corazón absorbe, en lo que llamáis la consciencia de Cristo, la universalidad del dolor y la angustia de un ser quebrantado, y lo transmuta en la radiante realidad de la resurrección. Os aseguro que no existe un tiempo de mayor gracia que este. Es el tiempo donde las promesas de la restauración, la cual forma parte de la historia de la creación se hace realidad consciente para todos.
Hoy comenzamos los cuarenta días que fueron necesarios hasta el tiempo de mi resurrección. Os quiero invitar, desde el inicio de este libro o volumen, el tercero dictado en esta obra a esta mano amiga, escriba del cielo, para que juntos recorramos esta cuaresma, la cual no es propiedad de un culto o de un sistema de creencias sino de todo el universo. La realidad de Cristo es siempre universal, tal como lo es el amor, sin importar cómo esta se manifiesta o expresa.
II. Cuaresma y creación
Lo que me ocurrió a mí cuando caminaba sobre la tierra, ocurre infinita y eternamente, porque soy eternidad y amor infinito. Lo mismo ocurre con vuestro verdadero ser. Pensar en la cuaresma y la resurrección, como un acontecimiento de alcance cósmico, es pensar en términos verdaderos. La resurrección y sus diferentes pasos o fases previas fueron parte de la realidad de toda la creación. No existe una sola dimensión de la divina realidad que no fuera alcanzada por ella.
La pasión, muerte y resurrección de Cristo fue el movimiento creativo del ser de puro amor que Dios es, por medio del cual, por decirlo de alguna manera, la ilusión de la caída fue transmutada en la verdad y santidad del pensamiento divino. La cuaresma, bien entendida, es el tiempo de recordación o restauración en la consciencia, de un hecho cuyo alcance no puede ser entendido por una mente separada. Esto se debe a que es un acto creativo y, por ende, un acto del amor, que es siempre unidad. Estos tiempos son de transformación en la luz de la santidad. Son de llevar todo a la cruz para que se vaya por siempre y podamos resurgir gloriosos en la resurrección.
Alma enamorada, te pido que, para recorrer este camino, que son los próximos cuarenta días, te conectes con tus sentimientos más profundos. Te pido que los observes, los abraces. Te pido también que observes, abraces e integres todo pensamiento que surja en tu mente. No nos vamos a dedicar a discernir entre lo verdadero y lo falso. Nos vamos a sumergir en un estado de consciencia nuevo. Nuevo para tu consciencia singular, eterno parar tu consciencia crística. El hecho de que este estado de consciencia cuaresmal sea eterno para Cristo, y que puedas sumergirte en él, es lo que hará que seas consciente de la unidad que somos y con ello de la unidad con todo lo que es verdad.
Tal como se os invitó a unirse a la consciencia crística universal, que es la consciencia de la plenitud del ser, durante los tiempos