Posontológico, posfundacional, posjurídico. Óscar Mejía Quintana
de Foucault. Es impensable poner en un mismo plano el poder y la resistencia, siendo que la última solo puede aparecer en función de las relaciones de poder que se configuran en un momento determinado. No obstante, Castro-Gómez afirma que las objeciones de Žižek no son correctas, y lo explica remitiéndose a la ontología nietzscheana de la voluntad de poder, tomada por Foucault cuando afirma el carácter ontológico de los agonismos. De acuerdo con el autor, Foucault entiende el poder desde una concepción agonística, esto es, como el enfrentamiento de fuerzas que es constitutivo de la experiencia humana, por lo cual supera cualquier forma de poder fáctico que quiera ser impuesto, y está presente de manera incesante en el cuerpo social, motivo por el que la sociedad jamás se entiende como una totalidad cerrada.
La relación agonística de las fuerzas no opera como instancia fundamental, pero estas sí preceden a cualquier organización política y social y se encuentran en posibilidad de emergencia permanente. La fuerza que es capturada cuenta con un cierto margen de libertad, que le permite ejecutar acciones de desgobierno frente a la fuerza homogeneizadora, que implica que dicha posición dominante nunca es definitiva y en ese sentido la sociedad no es una construcción terminada. El carácter ontológico de los antagonismos radica en su existencia permanente, dentro de las relaciones y prácticas de poder que actúan sobre la cotidianidad del sujeto.
Además de lo anterior, Castro-Gómez considera pertinente hacer una diferenciación entre contradicción y antagonismo. Al hablar de la contradicción se hace alusión a la idea marxista según la cual capital y trabajo entran en colisión, puesto que las dinámicas del capitalismo buscan subsumir a la clase obrera generando una especie de colisión. Bajo este supuesto, la sociedad termina atacándose a sí misma por razones atribuibles a ella, “la dominación del hombre por el hombre” (Castro-Gómez, 2015, p. 243). En consecuencia, se tiene que en el modelo marxista las relaciones económicas capitalistas son el condicionante de las luchas sociales, que buscan consolidarse permanentemente en el poder.
Como quedó demostrado, las críticas de Žižek a Foucault sobre la eliminación del antagonismo se desdibujan con el argumento del agonismo en las relaciones de poder, solo que este no hace referencia a un sujeto trascendental (al que se refiere Žižek), sino a “la experiencia ontológica del cuerpo” (Castro-Gómez, 2015, p. 251). Ahora bien, según Castro-Gómez (2015) Žižek acierta cuando evidencia el poco trasfondo que le dio Foucault a la relación entre lucha política y antagonismo, y a estos como mecanismos para actuar en contra de las redes de dominación. Para lo anterior, señala el autor, será necesario ahondar sobre la diferencia ontológica.
Desde la diferencia ontológica se pretende plantear un nuevo horizonte de análisis de los acontecimientos que parta de la diferencia que existe entre lo político y la política. Por su parte, lo político hará referencia a aquel campo definitorio que funciona como filtro definitorio de la política, la cual, por otra parte, alude a las instituciones, discursos y prácticas cuyo propósito es organizar el comportamiento humano. Dentro de este panorama, el antagonismo cobra una importancia fundamental en la medida que instituye no solo la dimensión social sino la política misma, razón por la que la política no pretende la eliminación del antagonismo, sino una redistribución del poder.
Para el caso de la teoría foucaultiana, lo político se configura como la dimensión previa y ontológica del poder, en la medida que sobre lo político se fundan las prácticas institucionales, lo que indica que el modo de ser de estas no depende de sí mismas, sino de aquella matriz bélica donde funcionan los antagonismos. La sociedad y la política existen a raíz de los antagonismos, razón por la cual no deben ser eliminados ni armonizados, sino que, por el contrario, el objetivo de la política es redistribuir el poder. Con esto en mente se puede entrar a ahondar en una variación de la diferencia ontológica, la diferencia entre lo social y lo político, desarrollada principalmente por Laclau y Mouffe.
La postura de los autores referenciados surge, según Castro-Gómez, de la crítica a la escuela althusseriana, según la cual lo social se encuentra en una categoría superior de lo político, en la medida que las relaciones de producción y de clase son las que determinan lo político y definen, consigo, el lugar que deben ocupar los agentes políticos. Por tal razón, la acción política es subyacente a lo social, en tanto que lo social determina su sentido a priori. No obstante, lo social está determinado por un conjunto de relaciones antagónicas, las cuales jamás se fijan de manera previa a la experiencia. Lo único que se fija a priori es el antagonismo como instituyente social.
En ese orden de ideas, los antagonismos son la única instancia fundamental posible, y son definidores de sentido que se materializan en el ámbito de las relaciones y prácticas sociales, pero cuyo carácter no puede ser establecido a priori, ni puede ser una instancia fundamental de determinación, dado su carácter contingente y dinámico; sin embargo, ello no evita la fijación de órdenes de sentido temporales derivados de parámetros sedimentados.
Si bien lo social no tiene un sentido permanente y fundamental esto no es impedimento para que en la vida social se fijen sentidos. Dichos sentidos no tienen su origen en los antagonismos, sino que son naturalizados o sedimentados. Simplemente, es posible que se encuentren inactivos a causa de la sedimentación, pero con su cualidad de agónico el antagonismo puede despertar y emerger de forma inesperada. De esta manera aparece el concepto de acontecimiento, el cual se refiere a una reantagonización que no siempre necesita de la tragedia y la revolución, ya que puede generarse en el marco de un sistema democrático.
Desde la diferencia ontológica se trata de establecer lo social como contingente, dadas las relaciones de fuerza que operan en él y que se caracterizan por el antagonismo. Debe tenerse claro que, dado el estatuto ontológico del antagonismo, no es posible llevar a cabo la emancipación total y definitiva, ya que siempre surge una fuerza opositora que lo impide. Para Castro-Gómez estos son los insumos teóricos para postular una teoría de la democracia.
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