El fin del autoodio. Virginia Gawel
de los contenidos internos sin aferrarnos a ellos, tal como, legalmente, un testigo se define como alguien que no participa del evento, sino que lo ve desde afuera.
Ese testigo interno puede entrenarse en la soledad y el silencio, como lo proponen las distintas técnicas de meditación, pero la habilidad de autoobservarse con profundidad es puesta a prueba especialmente cuando estamos involucrados en la vida cotidiana, y ya no con los ojos cerrados, retirados del mundo.
En una u otra situación implicará darnos cuenta de nuestros pensamientos, emociones, sensaciones, actitudes, patrones de comportamiento... Podría decirse que se trata de un acto de contemplación de sí mismo. (Por eso la disciplina científica que las estudia se denomina Neurociencia Contemplativa, y el enfoque Transpersonal puede definirse también como una Psicología Contemplativa).
Al principio puede resultar abrumador advertir que tenemos tanto ruido interno; poco a poco, desarrollando la perseverancia en la práctica, se va generando la posibilidad de ejercer el discernimiento. El discernimiento es considerado fruto de la sabiduría cotidiana, tan altamente que, por ejemplo, en el yoga se le llama la Joya del Discernimiento. Esa habilidad espiritual nos permite distinguir contenidos internos que proyectamos en lo externo, sensaciones que confundimos con emociones, pensamientos repetitivos que hacen que se disparen emociones destructivas, actitudes o patrones de conducta que no son acordes a lo que más hondamente anhelamos... Ver todo lo que acontece en nuestra interioridad, y ver qué es qué.
Desarrollar esa Conciencia Testigo implica tomar cierta distancia de todo eso que nos pasa: sucede en mí, pero no soy yo. Está en mí, pero no soy yo. No soy ese pensamiento que me llena de miedo por algo que podría llegar a pasar. No soy esta emoción que me sumerge en la desesperanza, ni tampoco esa sensación de exaltación que me produce el enamoramiento, ni esa actitud de querer siempre salvar a los demás, ni esta arrogancia que de pronto acontece en mí y que a otra parte de mí le da vergüenza que yo sienta… No muerdo el anzuelo de ninguno de esos contenidos internos (aunque a veces, por descuido, atraviese su filo mi frágil mejilla de pez humano).
A medida que practicamos, día a día, la atención deja de ser “un músculo flácido“ (como le llamó el doctor Charles Tart al estado que la atención tiene en quien no ha sido entrenado en autoobservarse): tonificamos ese “músculo” para que se vuelva cada vez más vigoroso. Así, la atención adquiere estas tres características:
n nos permite darnos cuenta de que no nos estamos dando cuenta, cada vez más seguido;
n se sostiene cada vez durante más tiempo;
n se vuelve una atención cada vez más penetrante, capaz de observar con profundidad creciente y complejidad mayor (diferentes “capas” de lo que nos pasa por dentro y de lo que sucede fuera, tendiendo a no excluir nada de lo que podamos advertir, independientemente del apego o el rechazo).
Diario de autoobservaciones
La autoobservación que no se registra suele ser evanescente: así como olvidamos los sueños si no los anotamos de inmediato, lo que nos sucede mientras vivimos en el trance consensual de la vigilia también, pues se diferencia menos del sueño nocturno que lo que querríamos admitir. Sobre todo cuando aquello de lo que nos percatamos contradice la imagen que tenemos de nosotros mismos, o resulta incómodo, doloroso…
Por la misma razón, entonces, que registrar los sueños ayuda a ver cada vez con mayor claridad los patrones internos, para conocer y transformar poco a poco los circuitos del autoodio puede resultarte de enorme valor anotar lo que tus prácticas te permitan observar, llevando un Diario de Trabajo sobre Sí. En él, podrás volcar notas acerca de lo que te diste cuenta en cuanto a tus emociones, reacciones automáticas, subpersonalidades (como luego veremos), y todo hallazgo que te acontezca.
Será particularmente importante que puedas hacer foco en los momentos de autorrechazo.
Para que ese registro sea eficaz, te sugiero que pongas la mira especialmente en estos aspectos de lo que observes:
Importante: la práctica de la autoobservación requiere mucha paciencia y es algo que se va perfeccionando durante toda la vida. Implica, con frecuencia, advertir (sobre todo en los inicios) que constantemente nos olvidamos del propósito de vernos funcionar. Esto es natural, porque en la mayoría de las personas la atención no está bien entrenada. (Aún en el proceso de educación no se nos enseña a prestar atención correctamente, de modo relajado, presente, sin autoacoso; más bien se nos enseña que seremos castigados si no hemos prestado atención “debidamente”).
¿Qué hacer si adviertes que se te olvidó el propósito, que llevas ya varias horas que no te estás autoobservando en absoluto… o incluso desde hace un par de semanas ni siquiera recordabas que te lo habías propuesto? Como quien educa a un niño, sé firme pero amable (que debiera ser la esencia de toda disciplina psicoespiritual). Hay dos conceptos que vienen a nuestro rescate cuando esto sucede:
Desidentificación: más allá del me gusta/no me gusta
Un día, conversando con Cecilia, una amiga muy querida, ferviente practicante de estos ejercicios, estábamos contándonos recíprocamente aquello de lo que nos habíamos dado cuenta durante los últimos meses en que no nos habíamos visto. Como suele suceder cuando, de pronto, acontece el milagro de la comunicación entre Esencias sin que el ego perturbe, nos hallamos inundadas de pleno entusiasmo, aun hablando de mecanismos perturbadores y complejos. El reloj se había aburrido de nosotras, dejando de marcar las horas.
En un momento, ambas hicimos silencio, tanta era la riqueza de lo que las palabras rezumaban; entonces, ella alzó la vista hacia el vacío, y con los ojos llenos de faroles dijo: “¡Qué hermosa que es la vida observada!”. Sí, definitivamente sí: la vida observada es algo fascinante, que vuelve cada instancia que nos toque atravesar un terreno digno de ser explorado en busca de hallazgos. (Pero eso es así solamente para quien tiene alma de explorador).
En lo personal, me resulta muy interesante realizar la práctica de la autoobservación y el discernimiento como un experimento muy íntimo, particularmente en aquellas circunstancias