Negra oscuridad, misericordia gloriosa. David Powlison

Negra oscuridad, misericordia gloriosa - David Powlison


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hilo será el himno lleno de sabiduría «Cuán firme cimiento». Escogí este himno porque expresa la forma en que un hermano o hermana que no conocemos captura la gracia de Dios trabajando en el obrando. Lee este himno cuidadosamente. Cántalo si eres movido a hacerlo. Y léelo de nuevo. Siéntete libre de subrayar o comentar tus primeras impresiones.

      ¡Cuán firme cimiento se ha dado a la fe,

      de Dios en su eterna Palabra, Su ley!

      ¿Qué más Él pudiera en su libro añadir,

      si todo a sus hijos lo ha dicho el Señor?

      «No temas por nada, contigo Yo soy;

      Tu Dios yo soy solo, tu amparo seré;

      Tu fuerza y firmeza en mi diestra estarán,

      y en ella sostén y poder te daré.»

      «No habrán de anegarte las ondas del mar,

      Si en aguas profundas te ordeno andar;

      Pues siempre contigo en angustias seré,

      Y todas tus pruebas podré bendecir.»

      «La llama no puede dañarte jamás,

      Si en medio del fuego te ordeno pasar;

      El oro de tu alma más puro será,

      Pues solo la escoria se habrá de quemar.»

      «Mi amor siempre puro, invariable, eternal,

      En todos los tiempos te habrá de guardar;

      Seré con mi pueblo paciente Pastor,

      Que es de sus ovejas el fiel protector.»

      «Al alma buscando que en Mi reposar,

      Jamás en sus luchas la habré de dejar;

      Si todo el infierno la quiere perder,

      ¡Yo nunca, no, nunca, la puedo olvidar!»3

      En este capítulo haré dos comentarios introductorios acerca del himno completo y te animaré a explorar otros himnos que también hablen a tu sufrimiento. Luego, en capítulos posteriores, exploraremos el significado y las implicaciones de cada estrofa.

      El autor y la voz

      1. ¿De quién es este himno? Uno de los encantos sutiles de «Cuán firme cimiento» es que es anónimo. Solo Dios y el autor saben quién lo escribió. En un mundo obsesionado con llevarse el crédito y recibir pago por los logros, este himno es simplemente la ofrenda honesta que una persona desconocida ha hecho a Dios. ¿Qué sufrimientos importantes habrá enfrentado esa persona? No lo sabemos. Pero cada estrofa revela una experiencia personal con la mano de Dios en las dificultades de la vida. ¿Era el autor hombre o mujer? ¿Joven o anciano? ¿Casado o soltero? ¿Negro, moreno o blanco? ¿Rico, pobre o de clase media? ¿Bautista, presbiteriano o anglicano? No sabemos. Más allá de quién fue la persona, más allá de los problemas que hacían su vida tempestuosa, escuchamos palabras oportunas del Señor que interviene personalmente. Estas palabras de tu hermano o hermana hablarán a tu sufrimiento. El anonimato hace aún más adecuada la invitación a que te apropies de este himno como un medio de gracia.

      2. ¿Qué voz habla a través del himno? No siempre prestamos atención a esto, pero cada himno adopta un punto de vista, una voz que identifica al que habla y al que escucha. Por ejemplo, muchos himnos, como muchos salmos, cantan directamente a Dios. Al cantar «Oh, Dios de mi alma, sé Tú mi visión»4, le das voz a tu necesidad y expresas tu amor.

      Otros himnos, como algunos salmos, cantan acerca de Dios a los demás. En las palabras «Sublime gracia del Señor que a un infeliz salvó»5, proclamas lo que el Señor ha hecho por ti. En «Venid, fieles todos»6, llamas a tus hermanos y hermanas a levantarse y a adorar a nuestro Señor.

      Ocasionalmente, como en el Salmo 103, un himno te hace cantarte a ti mismo. En las palabras «Reposa, mi alma, Dios contigo está»7, tú te proclamas esperanza cuando estás inquieto y ansioso. Y en «¡A Ti mi corazón, Señor, levanto en alabanza!»8, te proclamas esperanza cuando te sientes aplastado por tus pecados.

      Ya sea que le hablemos a Dios, a otros hermanos o a nosotros mismos, le damos voz a nuestra fe, a nuestra necesidad y a nuestro gozo. Pero en «Cuán firme cimiento» cantas en una voz inusual. Únicamente en la primera estrofa hablas del Señor y llamas a otros a escuchar lo que Él ha dicho. En el resto del himno, Dios te está hablando directamente a ti. Observa que cada una de las cinco estrofas finales empieza con comillas. Estas son las palabras del Señor. Aunque cantamos estas palabras, nuestra posición es la de aquellos que escuchan—como en el Salmo 50:5–23.

      Dios te está hablando a ti. Medita en esto. Canta este himno escuchando atentamente. ¿De qué está hablando Dios? Él está hablando directamente a tu sufrimiento. Él dice Quién es Él, cómo es, y qué está haciendo —no en lo general, sino con respecto a lo que tú estás atravesando. Él habla de Sus propósitos en medio de tu angustia. Él te promete exactamente lo que necesitas. Muchos himnos expresan nuestra fe—a Dios, a los demás y a nosotros mismos. Este himno es más elemental. La voz de Dios nos invita a la fe. Él te está llamando.

      Esto es particularmente apropiado cuando se trata del sufrimiento. El autor del himno demuestra una profunda compasión por los que sufren en pruebas y necesidades. La necesidad primordial de alguien que está sufriendo es escuchar a Dios hablar y saber que Él está obrando con un propósito. Cuando escuchas, consideras y sabes que Él está contigo, todo cambia, aún cuando tu situación no haya cambiado. Pero si actúas tú solo, reaccionas ciegamente. Tus problemas te obsesionan, te distraen, te deprimen. Recurres a cosas absurdas. Dios parece invisible, silencioso, distante. El peligro, el dolor y la pérdida gritan fuertemente. La fe parece muda. La tristeza y la confusión te invaden. Es difícil recordar otra cosa, es difícil poner en palabras lo que realmente está pasando, es difícil sentir la fuerza de Quien Jesucristo es.

      Puedes musitar las respuestas correctas, pero es como leer el directorio telefónico. Oras, pero tus palabras parecen mecánicas, vagamente irreales, generalidades piadosas. Jamás le hablarías así a una persona real. Mientras tanto, el conflicto que se agita dentro de ti es todo excepto mecánico e irreal. La presión y el dolor te absorben completamente. Estás atrapado en un torbellino de aprensión, angustia, remordimiento, confusión, amargura, vacío e inseguridad.

      Esta lucha no es inesperada. Éxodo 6:9, por ejemplo, describe cómo «la congoja de espíritu» y la «dura servidumbre» ensordecían al pueblo. Se sentían tan abatidos que las palabras de Moisés no causaban ningún efecto. Sospecho que todos nos hemos sentido así algunas veces. Las palabras que otra persona considera llenas de significado y cree que serán de ayuda no son más que palabras, sonidos vacíos y sin sentido.

      Pero Dios obra para revertir esa espiral que desciende hacia la sordera y la desesperanza. A medida que la historia de Éxodo se desarrolla, el Señor continúa diciendo lo que Él hace y haciendo lo que Él dice. El sufrimiento del pueblo, su sordera y su ceguera no desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Pero ya en Éxodo 15,el pueblo estaba viendo y escuchado, y cantaban con un gozo profundo y sincero.

      Cuánto más se extienden hasta nosotros la mano y la voz de Dios en nuestros días. El Espíritu Santo obra poderosa e íntimamente en esta era de la nueva Creación para comunicar a nuestros corazones las palabras de Dios, Su presencia y Su amor. Los que sufren se despiertan para oír la voz del Padre y para ver la mano del Salvador en medio del sufrimiento.

      Necesitas escuchar lo que Dios dice, y experimentar que Él hace lo que dice. Necesitas sentir el peso y el significado de lo que Él está haciendo. Él jamás miente. Él jamás decepciona (aunque sabiamente se dispone a decepcionar nuestras falsas esperanzas para que seamos libres de nuestras ilusiones). Aunque andes por el valle de sombra de muerte, no debes temer mal alguno. Él está contigo. El bien y la misericordia te seguirán. Esto es lo que Él está haciendo. La voz de Dios habla más profundo que lo que ocasiona dolor, es más brillante que lo oscuro, perdura más que lo que se ha perdido, y es más verdadera que lo que ha pasado.


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