Enamorado de la vida. Osho
no porque eres dios; el verdadero amor ama por sí mismo. El objeto del amor es irrelevante. Estás tan lleno de amor que vas compartiéndolo con aquellos que son imperfectos. Y, de hecho, lo necesitan más. Aquellos que no son valiosos, necesitan más. Aquellos no tienen merecimientos, de hecho necesitan más.
El dios perfecto no tiene necesidad de tu amor; el dios perfecto es sólo una hipótesis, sólo está en tu mente. Nunca te lo has encontrado; de otra manera, el hombre que va buscando imperfecciones encontraría también imperfecciones en Dios.
¿Alguna vez has pensado en eso? Si de pronto Dios se apareciera frente a ti, ¿no serías capaz de encontrarle imperfecciones?
Tal vez no sea tan hermoso como te lo imaginabas. Probablemente parece chino, o quizás sea negro, o tal vez sea ¡una mujer negra! Tal vez sea muy viejo, un anciano, sin frescura alrededor, sino sólo un viejo apestoso que ha estado ahí durante siglos.
Hay muchas concepciones hipotéticas acerca de Dios. Algunos piensan que tiene cuatro manos. ¿te imaginas cómo se verían cuatro manos? Y otros suponen que tiene mil manos. Una persona de mil manos sería muy útil para estar en un museo, pero amarlo... Y si te da un abrazo... ¡con mil manos! Una vez que puedas salir de ese abrazo nunca más pensarás en Dios.
Hay concepciones de Dios con tres caras, sería curioso verlo, pero no sería hermoso un ser con tres caras. Y quién sabe qué clase de caras serían.
La perfección de Dios está en tu mente, porque Dios sólo es una proyección mental. Y resulta muy fácil que ames a Dios, porque no hay Dios, así que no hay problema.
Amar a una mujer o amar a un hombre... Existen problemas: tus gustos difieren, tus preferencias también. Quieres ir al cine, y tu mujer insiste en no ir; tiene dolor de cabeza.
Alguna vez le preguntaron a Henry Ford: “Cómo logras hacerte rico y más rico; ¿cuál es tu motivación? Él respondió: “Para decirles la verdad, quiero ver si puedo ganar más de lo que mi mujer pueda gastar, y debo aceptar que soy un fracaso”.
Cuando está la otra persona, hay un problema. Quieres dormir y tu marido ronca, ¿que puedes hacer con alguien que duerme a tu lado, y ronca, y que no se le puede ayudar? Se han intentado miles de métodos para evitar el ronquido. El último es una bolsa diseñada eléctricamente que cuelga sobre la boca de la persona. En el momento en que ronca, la bolsa de inmediato cae sobre su cara, y entonces despierta; ¿lo dejarías dormir toda la noche o no? Cada vez que ronca, la bolsa cae sobre su nariz y boca y las cierra.
Tienes una esposa cuyo cuerpo no huele bien y no lo puedes tolerar...
Con Dios todo es hermoso porque ni tienes que dormir con él, déjalo roncar, ni tienes que vivir con él. Si su cuerpo apesta, déjalo que apeste. Sólo es una hipótesis en tu mente.
En cambio, estar en contacto con un ser humano real es una experiencia totalmente diferente. Resulta un prueba de fuego para el amor. Es muy fácil amar a Dios; es muy difícil amar a las personas. No cuesta nada amar a Dios; se requiere una tremenda comprensión para amar al hombre.
Así que aquellos que escapan dentro del bosque y las montañas, y están proyectando una idea de Dios, y aman a ese Dios, han escogido una clase muy fácil de vida. Su amor no va a crecer porque no tiene retos.
El viejo santo está hablando casi en esencia del acercamiento de las religiones: “El amor a la humanidad me destruiría. El hombre, para mí, es una cosa muy imperfecta”. Esto es egoísta. Él piensa de sí mismo que es perfecto y que la humanidad es muy imperfecta. Desde luego que un hombre perfecto sólo puede amar a un Dios perfecto, y Dios es sólo tu alucinación. Si persistes, podrías ver al Dios de tu concepción: no es nada más que un sueño visto con los ojos abiertos; es alucinatorio. No hay nadie frente a ti, pero tu propia idea te ha hipnotizado.
Por eso es que un cristiano verá a Jesús, y un budista a Buda, y un hindú verá a Krishna. Ni por error un cristiano vería a Buda o a Krishna. Ni por error un Krishna vería a un cristiano; Cristo no consideraría a un hindú, porque esa gente no existe, son parte de tu mente; tú los creaste. La Biblia dice que Dios creó al hombre a su propia imagen. Yo les digo: el hombre creó a Dios a su propia imagen.
Zaratustra contestó: “¿Qué dije del amor? Traigo un regalo a la humanidad”.
El amor es siempre un regalo; de otra forma, sería poesía abstracta “¿Qué digo de amor? Traigo un regalo a la humanidad”. El viejo santo está diciendo cuestiones muy significativas: “No les des nada porque nunca perdonan a aquellas gentes que les da algo”.
Sócrates heredó al mundo un método inmensamente valioso para encontrar la verdad: el diálogo socrático. Pero ¿qué hizo la humanidad por él? lo envenenó.
El viejo santo tiene algo de razón cuando recomienda:
“No les des nada... mejor toma algo de ellos y cárgalos con ello, esto les complacerá más; si sólo esto te complaciera a ti”.
Es parte de la psicología humana que quieras ser un dador; no quieres ser uno que recibe. Pero hay cosas que debes recibir. No hay manera de que las des porque no las tienes.
¿Qué pueden darle al Buda Gautama o a Jesucristo o a Zaratustra? Son unos pordioseros, pero aun psicológicamente sucede que deben darles algo, y eso los haría feliz. Ellos han brindado tremendos tesoros, pero nunca se los perdonarán porque son dadores, y tú el que recibe. Son pordioseros. ¿Cómo podrías perdonar a alguien que te ha hecho pordiosero?
Tengo un amigo que nació pobre, pero fue adoptado por una de las familias más ricas de la India. Es un hombre muy generoso, hizo ricos a sus parientes. Estuvo dando a sus amigos, aun a los extraños. Sin embargo, me confesó una vez que viajaba conmigo en el tren:“Siempre quise preguntarte algo, pero no pude reunir el valor de exponerme. Les he dado a todos mis parientes que eran pobres, y ahora son gente rica. Les he dado a mis amigos. Les he dado a extraños que me han pedido. Nunca le he dicho no a nadie. Tengo tanto que puedo ir dando. Pero todos están enojados conmigo, hablan en mi contra”.
Le dije: “Es muy simple, ¿alguna vez les has permitido que te den algo?”.
Respondió: “Yo no necesito nada”.
Le dije: “Eso explica todo. Pero cosas pequeñas... Por ejemplo, puedes hablar por teléfono a un amigo a quien le has dado dinero, una fábrica, y lo has hecho rico, y decirle: “Estaba pasando por tu casa y vi unas rosas hermosas en tu jardín. ¿me podrías traer unas rosas?”. Y la actitud de tu amigo hacia ti cambiará.
“Si estás enfermo, puedes telefonear a alguien y decir: Estoy acostado en la cama con dolor de cabeza y fiebre, y me ha surgido un gran deseo de que estés junto a mí. Ven aquí, toma mi mano y siéntate a mi lado. Eso sería suficiente.
Tienes muchos carros, pero pudiste decirle a alguno de tus parientes: “Necesito tu carro por un día, no necesitas usarlo. Sólo guárdalo en el garage y por la tarde regrésalo”. Pero tu amigo o tu pariente, ellos también pudieron darte algo. Son necesitados.
Él dijo: “Lo voy a intentar, aunque tengo reservas. He hecho de ellos lo que son. ¿Por qué pediría algo? Tengo rosas en mi jardín. Tengo mis propios carros, y los que les he dado; les he dado sus casas.
Yo dije: “Es tu decisión. Tu ego es el que los está lastimando, de que tú eres el dador, y ellos siempre son los que reciben. Si quieres que cambien su actitud hacia ti, tienes que, de alguna manera, convertirte en alguien que recibe. Déjalos que disfruten por algunos momentos del ego de dar”.
Lo intentó, y la siguiente ocasión que nos vimos comentó: “¡Funciona, obra milagros! ¡Nunca lo había visto! Esa gente está feliz conmigo. Están hablado de mi generosidad. Ahora que estoy tomando cosas de ellos me he vuelto generoso. De otra manera, estarían diciendo siempre '¡Es sólo un egoísta; nos ha dado no porque necesitemos algo, nos ha dado sólo para humillarnos!'”
El viejo santo tiene