El verso y la vida. Asensio Liarte Liarte

El verso y la vida - Asensio Liarte Liarte


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irse,

      sino en ganar la batalla.

      Vivan Murcia y Cartagena,

      vivan Portmán y La Unión

      y también Puerto Lumbreras,

      que es tierra de promisión

      y de frondosas higueras.

      Los almendros de sus lomas

      producen almendras nuevas

      cuando sus flores se asoman

      esparciendo sus aromas

      en todas las primaveras.

      Sus montañas de pizarra

      producen bellos milagros

      y entre pedruscos y cardos

      va su rambla de Nogalte,

      inspiración de los bardos.

      Amigo Sebas, tú sabes

      que ser poeta no es fácil.

      La rima es cosa de vates

      y a los vates no los mates,

      pues son pasta de aguacates.

      Trovar se te da muy bien,

      eso te vendrá de herencia.

      Trovar es un periquete,

      que está en la esencia también

      desde Murcia hasta Albacete.

      Existió un tiempo glorioso

      en el que fuimos paisanos.

      Ahora sigue siendo hermoso

      el estrechar nuestras manos

      con convicción y gran gozo.

      La amistad viene de lejos.

      En Cartagena viviste,

      estudiamos en la escuela

      ciencia de las minerías

      y algo también de zarzuela

      y los cantes de Herrerías.

      Albacete, llega y vete,

      no te vayas a quedar.

      La que se quedó es «Cienfuentes»

      y también la Cospedal,

      que son dos hembras valientes.

      A veces quedarse es bueno,

      pero lo bueno es huir

      cuando lo propio y lo ajeno

      con nos se quieren venir.

      Pero qué ingrata es la vida,

      que tan mal a veces trata

      cuando quien mete la pata

      de la moral va y se olvida.

      La ética y la honradez

      son cosas que van parejas

      y cuando de ellas te alejas

      entras en la estupidez

      y te crecen las orejas.

      Cada minuto que pasa

      más me encuentro yo perplejo.

      Tengo que hacer tabla rasa

      y no mirarme al espejo.

      Pues si me miro al espejo

      esto suele resultar,

      que siempre veo al mismo viejo

      al que no quiero mirar.

      Yo llegué aquí, que no es poco,

      tras un largo caminar.

      Seguro estoy que tampoco

      yo lo podré desandar.

      Aquí me quedo, sobrino,

      hasta que la parca quiera.

      No conozco mi destino

      ni conocerlo quisiera.

      El lunes fui a Barcelona

      a despedir a mi tío.

      Él también nos abandona,

      el último que se ha ido.

      Fue el más joven de mis tíos,

      hijo de mi abuela Pepa,

      una mujer de amplios bríos,

      pues nadie en esto discrepa.

      Él era más que mi tío,

      él fue mi hermano mayor.

      Después de yo haber nacido

      él llegó a ser mi mentor.

      De mi tío yo aprendí

      muchas cosas cada año

      como a cazar la perdiz

      y cuidar bien del rebaño.

      De cabras era el rebaño,

      propiedad era de mi abuelo.

      Comía en el monte aledaño,

      de nombre Monte Carmelo.

      Por costumbre inveterada

      cuatro Asensios somos, cuatro.

      Menos uno, que no estaba

      en el familiar teatro.

      Con sus hijos me encontré

      y alguno más de mis primos.

      Sus hijas también hallé.

      Con tristeza nos reunimos.

      De tiempo no nos veíamos,

      hará más de cuatro años.

      Siento que no mantuvimos

      la promesa de juntarnos.

      Su gran familia creó

      junto a su mujer, tía Rosa.

      Tiempo ha que nos dejó

      persona tan bondadosa.

      Ahora que mi tío no está

      he quedado yo el primero.

      Soy el de mayor edad,

      aunque me mantengo entero.

      Estos lazos familiares

      los debemos mantener.

      Unidos cual militares

      es justo permanecer.

      Reunirnos es necesario

      para no olvidarnos nunca

      que la vida es un calvario

      cuando la hermandad se trunca.

      No debemos olvidarnos

      que nuestros padres nacieron

      y juntos


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