El verso y la vida. Asensio Liarte Liarte

El verso y la vida - Asensio Liarte Liarte


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eran hermanos.

      Queridos primos y primas,

      mi petición es, de facto,

      hagamos como las rimas,

      que no pierden el contacto.

      Serrejón es una villa

      en las faldas de Monfragüe,

      pueblo de gente sencilla

      donde la flor amarilla

      hace que la fida fragüe.

      Sus gentes son buena gente,

      todo limpio, nada sucio,

      y entre ellas Pedro Burcio,

      hombre cabal y decente.

      Pedro Burcio es el amigo

      de mi amigo Fabriciano

      y pongo a Dios por testigo

      que es el placer más mundano

      estrechar a ambos la mano.

      Siempre que voy a Serrejón

      como en casa yo me siento

      y haga frío o haga viento

      me hace una gran ilusión

      y siempre alegre me siento.

      La iglesia de Serrejón

      es pequeña pero hermosa

      y no tiene parangón

      ni tiene comparación

      con cualquier casa casposa.

      En su torre las cigüeñas

      hacen sus enormes nidos.

      Sus gentes están conformes

      con las grandes y pequeñas.

      Sevilla, qué maravilla,

      tierra de tortas de aceite,

      donde la gente sencilla

      las toma con gran deleite

      desde cubierta a la quilla

      en el barco de Chanquete.

      Y no quisiera olvidar

      a las nobles aceitunas,

      producto del olivar,

      buenas para acompañar

      aquello que desayunas.

      De Sevilla no me hables

      sin provocar mi nostalgia.

      Ciudad en la que fui feliz

      y, aunque no comí perdiz,

      nada allí fue una falacia.

      Es la ciudad a la que adoro

      y la seguiré adorando.

      Yo no sé cómo ni cuándo

      a sus calles volveré,

      pues yo la sigo soñando.

      A ti, que aprendiste a volar con las alas del alma.

      A ti, que escalas las más altas montañas sin siquiera pisar la tierra.

      A ti, que conviertes en flores los abrojos y cubres de amapolas los caminos.

      A ti, que hiciste de la virtud tu forma de vida y tu bandera.

      A ti, que nadas en todos los océanos sin llegar a mojar tus dorados cabellos.

      A ti, que amas todas las cosas naturales de la vida y rechazas lo artificioso.

      A ti, que perdonas las ofensas sin esperar la justa correspondencia.

      A ti, que perfumas con tu aroma la quietud silenciosa de los cementerios.

      A ti, que devuelves amor, y solo amor, a quienes te avasallan.

      A ti, que despiertas a los gallos cuando el sol comienza a levantarse.

      Tú, que has podido adueñarte del mundo sin ningún esfuerzo y no lo has hecho.

      Tú, que vienes de la nada y a la nada te diriges con paso firme y decidido.

      Tú, que desprecias el dinero y solo te interesas por la vida eterna y pura.

      Tú, que ya vienes de regreso cuando la mayoría todavía va hacia ninguna parte.

      Tú, que amas la palabra paz en vez de la ignominiosa y maldita palabra guerra.

      Tú, que prefieres la muerte antes que la ofensa a tu prójimo.

      Tú, que tienes dentro de tu corazón todos los secretos que conducen a la virtud.

      Tú, que compartes lo que tienes con todos aquellos que son poseedores de nada.

      Tú, que vives al abrigo de la envidia y del rencor de los humanos.

      Tú, que tienes por lecho el mundo y por techo el brillante manto de las estrellas.

      Siempre tienes en tu boca la palabra justa para consolar al afligido.

      Siempre recoges los nutritivos frutos que producen las semillas que con amor sembraste.

      Siempre entregas tu inmensa e inmaculada alma, incluso a aquel que no lo merece.

      Siempre tienes en tu boca la palabra justa para mostrar el lado bueno de la vida.

      Siempre estás acompañado por una legión de imitadores que quieren ser como tú eres.

      Siempre eres bienvenido a los maravillosos lugares donde el amor campa por sus respetos.

      Siempre descubres al bondadoso aunque este se encuentre entre un millar de malvados.

      Siempre ofreces la miel de tu colmena en lugar de venderla a los impíos.

      Siempre ocuparás un hueco en el corazón de todo humano bien nacido.

      Siempre me tendrás a tu lado, amigo, de la manera más incondicional que imaginarte puedas.

      Evita correr delante del toro desbocado; procúrate un árbol al que subirte.

      Evita creer a todo el que miente porque solo es útil para hacer el mal a los mortales.

      Evita cenar copiosos manjares; solo servirán para que enfermes.

      Evita soñar con un mundo nuevo; este viejo es y así continuará siendo hasta la eternidad.

      Evita el dolor que produce el necio; si tú no te apartas de su mal camino, te llevará consigo.

      Evita jurar por los dioses todos; ellos son muy suyos y nunca te ayudarán por mucho que lo desees.

      Evita vivir junto a la serpiente, pues con su veneno y sus malas artes segará tu vida.

      Evita que vuelva el tiempo pasado; ya no será lo mismo y daño agregará a tu existencia.

      Evita la pena que produce el llanto; el que llora es siempre el gran perdedor.

      Evita el polvo del camino porque en él puede estar el mal en suspensión.

      No pienses en el dinero; él no compra la felicidad ni la salud ni nada que sea sublime.

      No persigas el poder; el poder corrompe y solo ayuda a abrir las pesadas puertas del infierno.

      No olvides


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