El ministerio de la bondad. Elena Gould de White
Acostúmbrense a expresar la alabanza de Dios. Hagan felices a otros. Esta es vuestra primera obra. Fortalecerá los mejores rasgos del carácter. Abran de par en par las ventanas del alma hacia el cielo, y permitan que entre la luz del sol de la justicia de Cristo. Por la mañana, al mediodía y a la noche vuestros corazones podrán estar llenos con los brillantes rayos de la luz celestial (RH, 7-4-1904).
Volver a encender el espíritu de la evangelización de 1844. (2) Recientemente, en la vigilia de la noche, mi mente fue impresionada por el Espíritu Santo con el pensamiento de que si el Señor ha de venir tan pronto como creemos, debiéramos ser aun más activos de lo que hemos sido en años pasados en presentar la verdad a la gente.
En relación con esto, mi mente se volvió a la actividad de los creyentes adventistas en 1843 y 1844. En aquel tiempo se hacían muchas visitas de casa en casa y se desplegaban esfuerzos incansables para amonestar a la gente en cuanto a las cosas que se dicen en la Palabra de Dios. Debiéramos desplegar esfuerzos aún mayores que los que desplegaron quienes proclamaron el mensaje del primer ángel con tanta fidelidad. Nos estamos acercando rápidamente al fin de la historia de este mundo; y al comprender que Jesús ciertamente viene pronto, seremos despertados para trabajar como nunca antes. Se nos ordena que hagamos sonar una alarma a la gente (GCB, 27-5-1913, p. 164).
Practicar nuevamente esta obra. Al ir como los discípulos, de lugar en lugar narrando el relato del amor del Salvador, ganarán amigos y verán el fruto de su labor. Todos los obreros verdaderos, humildes, amantes y fieles serán sostenidos y fortalecidos con el poder que emana de lo alto. Se abrirán camino al corazón de la gente al seguir el ejemplo de Cristo. Ministrarán a los enfermos, orarán por los afligidos. Se escucharán las voces del canto y la oración. Se abrirán las Escrituras para testificar de la verdad. Y con señales que sigan, el Señor confirmará la palabra hablada.
Esta clase de obra ha pasado de moda. Practiquen nuevamente esta obra. Los campos están blancos, listos para la cosecha. El Señor desea que muchos más vayan al campo de la cosecha. Él está con quienes estudian su Palabra y obedecen sus mandamientos. Les impartirá su gracia. Avancen en el nombre de Cristo, recordando que es su compañero, que cada oración, cada palabra, cada himno es oído por él. El mensaje de la pronta venida del Señor, con poder y grande gloria, proporcionará convicción a muchos corazones (RH, 4-2-1904).
2. Este último mensaje de Elena de White a la Asociación General, reunida en sesión en 1913, fue leído ante la Asociación por parte del presidente Arturo G. Daniells el martes 27 de mayo por la mañana.
CAPÍTULO
10
Bondad: La llave que abre los corazones
Muchos son ganados solamente con amor y bondad. Quienes están empeñados en hacer la obra casa por casa, encontrarán oportunidades de toda clase. Debieran orar por los enfermos y hacer todo lo que esté a su alcance para aliviarlos. Debieran trabajar por los humildes, los pobres y los oprimidos. Debiéramos orar por los desvalidos y con ellos, con quienes no tienen fuerza de voluntad para dominar los apetitos que la pasión ha degradado. Se deben realizar esfuerzos fervientes y perseverantes para la salvación de aquellos en cuyos corazones se ha despertado un interés. Muchos pueden ser alcanzados únicamente por medio de actos de bondad desinteresada. Sus necesidades físicas deben ser aliviadas primero. Cuando ellos vean la evidencia de nuestro amor desinteresado, será más fácil que crean en el amor de Cristo.
Los enfermeros misioneros están mejor calificados para esta tarea, pero otros debieran asociarse con ellos. Estos, aunque no estén preparados especialmente en enfermería, pueden aprender de sus compañeros de tareas [que tienen conocimientos profesionales] la mejor manera de trabajar.
La cháchara, el farisaísmo y la alabanza propia son abundantes; pero nunca ganarán almas para Cristo. El amor puro y santificado, un amor como fue expresado en la obra de la vida de Cristo, es como un perfume sagrado. Llena toda la casa de fragancia como el vaso de ungüento que quebró María. La elocuencia, el conocimiento de la verdad, los talentos raros, mezclados con el amor, son todos dones preciosos. Pero la habilidad sola o los mejores talentos solos no pueden tomar el lugar del amor (T 6:83, 84).
Con amor que emana del corazón. El amor es la base de la piedad. Cualquiera que sea la profesión que se haga, nadie tiene amor puro para con Dios a menos que tenga amor abnegado para con su hermano. Pero nunca podemos entrar en posesión de este espíritu tratando de amar a otros. Lo que se necesita es que esté el espíritu de Cristo en el corazón. Cuando el yo está sumergido en Cristo, el amor brota espontáneamente. La plenitud del carácter cristiano se alcanza cuando el impulso a ayudar y beneficiar a otros brota constantemente de adentro, cuando la luz del cielo llena el corazón y se revela en el semblante.
Es imposible que el corazón en el cual Cristo mora esté desprovisto de amor. Si amamos a Dios porque él nos amó primero, amaremos a todos aquellos por quienes Cristo murió. No podemos llegar a estar en contacto con la divinidad sin estar en contacto con la humanidad; porque en Aquel que está sentado sobre el trono del universo se combinan la divinidad y la humanidad. Relacionados con Cristo, estamos relacionados con nuestros semejantes por los áureos eslabones de la cadena del amor. Entonces la piedad y la compasión de Cristo se manifestarán en nuestra vida. No esperaremos que se nos traigan a los menesterosos e infortunados. No necesitaremos que se nos suplique para sentir las desgracias ajenas. Será para nosotros tan natural ministrar a los menesterosos y dolientes como lo fue para Cristo andar haciendo bienes.
Siempre que haya un impulso de amor y simpatía, siempre que el corazón anhele beneficiar y elevar a otros, se revela la obra del Espíritu Santo de Dios (PVGM 316, 317).
El amor y la simpatía de Cristo atraían a la gente. Era al desechado, al publicano y al pecador, al despreciado por las gentes, a quien Cristo llamaba, y a quien su ternura amorosa apremiaba para que acudiese a él. La única clase de gente a quien él nunca quiso favorecer era la de quienes se engreían por amor propio y menospreciaban a los demás (MC 121).
Amar como Cristo amó. El amor que se inspira en el amor que tenemos por Jesús verá en cada alma, rica o pobre, un valor que no puede ser medido por la estimación humana. El mundo se hunde en la insignificancia en comparación con el valor de un alma. El amor de Dios revelado por el hombre está más allá de todo cómputo humano. Es infinito. Y el agente humano, que es participante de la naturaleza divina, amará como Cristo ama, trabajará como Cristo trabajó. Habrá una compasión y simpatía íntimas que no fallará ni se desanimará. Este es el espíritu que se debe fomentar en cada corazón y se debe revelar en cada vida. Este amor sólo puede existir y se puede conservar refinado, santo, puro y elevado mediante el amor del alma por Jesucristo, alimentado por la comunión diaria con Dios. Toda esta frialdad de parte de los cristianos es una negación de la fe. Pero este espíritu se desvanecerá ante los brillantes rayos del amor de Dios en el seguidor de Cristo. Voluntaria y naturalmente obedecerá la orden: “Que os améis unos a otros; como yo os he amado” [Juan 13:34] (Manuscrito 60, 1897).
Orar pidiendo un corazón que simpatice. Tan ciertamente como creemos en Cristo y hacemos su voluntad, sin exaltación propia, sino caminando en toda humildad de la mente, así también ciertamente el Señor estará con nosotros... Oren para que Dios les dé un corazón de carne, un corazón que pueda sentir los dolores ajenos, que pueda ser conmovido con la angustia humana. Oren para que Dios les dé un corazón que no permita que hagan oídos sordos a la viuda o al huérfano. Oren para que puedan ser vasos de misericordia para el pobre, el desvalido y el oprimido. Oren para que puedan amar la justicia y odiar el fraude, y que no hagan diferencia en la dádiva de sus favores, con la excepción de tener en cuenta los casos de los necesitados e infortunados. Entonces se cumplirán en ustedes las promesas registradas en Isaías 58 (Carta 24, 1889).
Hablar una palabra de ánimo. Nunca sean fríos, sin corazón y simpatía, ni dados a la censura. Nunca pierdan una oportunidad de decir una palabra que anime e inspire esperanza (JT 2:56).
Al trabajar en pro de las víctimas de los malos hábitos, en vez de señalarles la desesperación y ruina hacia las cuales se precipitan, dirijan sus miradas hacia Jesús. Hagan que se fijen