Sologuren. Mirko Lauer

Sologuren - Mirko Lauer


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la invención,

      La arrogancia suicida

      De palabras que se deslumbran

      Ante el espejo

      De lo nunca antes dicho,

      Camino del espasmo epiléptico

      Del vómito dadá.

      Página tasajeada por espantadas cesáreas,

      Por alaridos sin vértebras,

      Extraña la calma de un soneto,

      O la tranquilidad en las babosas mieles

      De lo ya escrito.

      En el mundo de la originalidad,

      Volver a comenzar

      Es desaparecer.

      [Los jóvenes empiezan a llegar...]

      Los jóvenes empiezan a llegar.

      Mientras hurgan,

      Preguntan por mis papeles,

      & todo lo que pueden devorar

      Teléfono-cámara-grabadora,

      Y su sincera curiosidad.

      Han leído mis antiguos poemas y ahora

      Quieren saber qué pasa con ellos,

      Y conmigo.

      Les informo que no pasa nada.

      ¿Qué interés podría tener

      Esta frágil serenidad entrenada

      En mis sesiones de natacion?

      El tema es papeles a medio borronear,

      Aquello que Yuri Lotman llama

      La comunicación yo-yo,

      Violentos garabatos de intimidad.

      Acaso los jóvenes intuyen

      Que en realidad lo más valioso

      Está en lo que ya hace mucho

      Perforan ágiles polillas:

      Cartas de amigos desaparecidos,

      Libros dedicados con frases vehementes,

      Anécdotas presas del olvido,

      Gruesas indiscreciones de lo literario

      Son jóvenes ambiciosos y severos,

      Que llegan sabiendo exactamente cómo

      Me estoy volviendo mugre.

      No les pueden pasar inadvertidos

      Los cuellos volteados,

      Los zurcidos apenas invisibles,

      Los calzoncillos secretos

      Manchados a diario por la próstata.

      En entrevistas infidentes

      Les pago el amable interés

      Con una irresponsable vanidad

      Y les alcanzo

      También perfumes y pestilencias

      De un panteón de colegas

      cuyos célebres nombres omito en vano:

      Intensos desaseos,

      Letales desencuentros familiares,

      Falsas biografías,

      Severas tristezas,

      Veladas mezquindades,

      Santidades burdeleras,

      Duras elegancias. Todo ello

      Intentando hacer interesante

      Una vida entre poetas.

      Nada de eso es mío,

      Pero esta misma tarde

      Se lo pueden llevar

      Los interesados.

      [Entrego el último inédito...]

      Entrego el último inédito

      Que me van a sacar.

      Están esperando que me jubile

      Y ponga en remate mis bibliotecas.

      Quieren exprimir conceptos de mi poesía.

      Este catedrático que revisa mis textos

      Y los mete a su archivador,

      Ya le conozco

      Su único terno horrible y lustroso.

      A sus asistentes, entre idiotas y pendejos,

      Ágiles burócratas de la literatura,

      Nunca los he visto antes.

      Pero al final son todos ellos

      Los que me van a pasar la notificación.

      Seguro que me ven triste y cansado.

      Me pregunto

      Qué van a hacer con mis ensayos.

      ¿Y mis poemas

      Que sin duda jamás han entendido?

      Mejor así.

      [Luego de haber adornado...]

      Luego de haber adornado

      Rosáceas plaquetas los poemas,

      Que descarté apenas escritos,

      Se volvieron indescifrables

      Pruebas de mi vanidad.

      Pero aun así, olvidados y feos,

      Todos están allí, juntos

      Como la obra de otra persona

      Que no me cae bien.

      Culpables de sí mismos,

      Ocupando páginas que no reconozco.

      Sin duda esperan reaparecer

      En las obras reunidas, en las completas,

      En la reedición, en la antología,

      En la página pirata de Internet,

      Usurpando mi nombre

      Sin pudor alguno.

      [Ahora la vejez me ha vuelto...]

      Ahora la vejez me ha vuelto

      Un verdadero artista de la mentira:

      Debilidad por todos los poros,

      Modestia en cada frase,

      Sentimientos hábilmente impostados,

      Versos falsamente confesionales.

      Hay una ganancia canosa y neta

      En el paso de nunca decir lo que hay

      A siempre decir lo que no hay:

      De esa manera nada se disipa,

      Y todo empieza a regresar

      A una farsa originaria asentada

      En un jardín de flores patulecas

      Donde bandadas de pájaros calvos

      Vuelan hacia atrás

      En busca de sus plumas perdidas.

      El día las esparce desordenadas

      En un moaré indescifrable y apestoso.

      Pero en realidad siempre soy yo

      Juntando palabras derribadas

      Que luego no tengo fuerza


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