Antoine de Saint-Exupéry en la Guerra Civil Española y en Rusia. Tomás Ramírez Ortiz

Antoine de Saint-Exupéry en la Guerra Civil Española y en Rusia - Tomás Ramírez Ortiz


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el alma dormida;

      y el sol nos rozaba,

      con su pálido color.

      Así nació el poeta-aviador Antoine de Saint-Exupéry. Una vez confirmado piloto de aviación, dedicaba el tiempo de ocio que podía gozar, en escribir; y lo hizo porque su vocación literaria nació en él al descubrir, en su primer vuelo, sensaciones nunca antes experimentadas. Al principio escribía sobre la aviación, que era algo tan novedoso como extraordinario. En 1932 le concedieron el prestigioso premio literario Fémina (ocasión que le brindó conocer para siempre el que sería su mejor amigo Léon Werth); pero debido a los ataques que recibía, pronto se quedaría sin saber qué hacer a pesar de su vocación literaria y del premio recibido. Por envidia fue atacado por muchos escritores. En su justo valor lo clasificó André Maurois –y no fue el único– que escribió sobre él las siguientes palabras:

      Demasiados escritores, desde hace veinte años, nos han hablado de las flaquezas del hombre. He aquí por fin uno que nos habla de su grandeza.

      Saint-Exupéry consideró la idea de abandonar la confección de un nuevo libro. Andaba mal de dinero y se interesó por el cine, sin éxito... No obstante se dejó convencer para dar a la prensa artículos con los que podría solucionar su más que escasa, catastrófica pecunia. La década de los años treinta fue muy dura para nuestro admirado escritor. Empezó a escribir artículos sobre la aviación en diversos periódicos y revistas. Le gustaba tanto escribir como pilotar; pero no llegaría a triunfar como buen piloto. Tuvo muchos accidentes de avión; algunos de ellos provocados por sus torpes desmaños.

      En 1935, Saint-Exupéry sufrió, una vez más, grandes dificultades económicas. En la primavera de ese año, su amigo Hervé Mille le propuso ir a Polonia y a Rusia para que enviase reportajes al periódico Paris-Soir, aunque tenía un equipo de periodistas muy bien formados. La propuesta le gustó mucho tanto más cuanto que sentía gran curiosidad y mayor interés sobre el plano económico-social. Pronto se desencantaría al ver que la URSS concedía más predominio a la técnica que al pensamiento; su decepción se confirmaría durante su corta estancia en Moscú. Stalin se comportaba como un zar rojo. Lo único que le marcó dolorosamente fue el sufrimiento de los obreros polacos emigrantes que regresaban a su patria, debido a la crisis económica por la que atravesaba Francia desde 1930. En esas fechas pasó un año entero en Argentina, con la misión de abrir una línea aérea hacia al sur; vuelve a Francia y atraviesa de nuevo por dificultades de dinero.

      A partir del año 1935, publica en diversos soportes mediáticos; en la revista Air France, Le Minotaure, L’Intransigeant y Paris-Soir.

      Cuando participaba en una expedición aérea, en la que quería batir el record del tiempo entre París-Saigón, el viaje quebrantado por una avería, le obligó a un aterrizaje forzoso en el que hubieran perdido la vida, él y su mecánico Prévot, si no los socorriera un grupo de nómadas saharianos... En enero de 1936, da, en exclusiva, a L’Intrasigeant que publica, bajo el título Vol brisé, Prison de sable (Vuelo quebrantado, Prisión de arena) contando sus vicisitudes, el relato –en primera página– del accidente aéreo que le ocurrió en el desierto de Libia, que retiene el aliento de los lectores (Luc Estang). A raíz del citado accidente, quiere dar término a su libro Terre des hommes (Tierra de los hombres).

      En 1936, en el mes de agosto, Saint-Exupéry fue, también como enviado especial, de L’Intransigeant, a Barcelona, donde tomaría notas para varios artículos sobre los acontecimientos luctuosos a raíz de la Guerra Civil de España. Todos iban bajo el título general de España ensangrentada. Dichos artículos no serían publicados hasta su regreso a París, los días 27 y 28 de junio y el 3 de julio de 1937, debido a su imposible posibilidad de dictarlos por teléfono o enviarlos por cualquier otro medio.

      A finales de 1936, consagra varios artículos a la memoria de su camarada Jean Mermoz, desaparecido en el Atlántico Sur, a bordo del hidroavión Croix du Sud (nombre tomado de la constelación del hemisferio sur, situada entre el Navío y el Centauro, y que servía de guía o referencia a los pilotos –de avión y barco– europeos que la verían por vez primera).

      En 1937, en el mes de junio, Saint-Exupéry viaja de nuevo a España, esta vez a Madrid contratado por el periódico Paris-Soir, como enviado especial. Con este rotativo firmó un contrato para diez artículos, de los que solo se publicarían tres bajo el título La paz en la guerra, (no tengo noticias de las razones de tal incumplimiento). En Madrid, se encuentra con Henri Jeanson, enviado del periódico Le canard enchainé, que les organiza el transporte hacia el frente de Carabanchel.

      Ambos informaban al mundo sobre el terrible drama que penó nuestro pueblo a raíz del golpe de Estado de aquellos que helaron el corazón de media España. Saint-Exupéry visitó, tanto en Barcelona como en Madrid, los campos de batalla en el frente republicano y –quizá– por esa razón no le interesaría el debate político, debido a que solamente contactó con los guerrilleros anarquistas y no con gentes más moderadas y menos radicales.

      De modo y manera que sus relatos como reportero de guerra, están motivados más por las sensaciones que recibió en vivo y en directo. Por vez primera conoce a una humanidad transformada en masa. Quedó asombrado por la “lógica militar” que sacrifica a los hombres sin razón. Le llama poderosamente la atención el ”heroísmo” –que él detesta–, en los hombres que encuentran su profunda naturaleza confrontada a los peligros de la muerte.

      Parece como si le doliera la humanidad, y en ella cada individuo, se conduele por el poco progreso que han hecho los hombres, marcados por el afán de poseer bienes materiales; por imponer, los fuertes, sus ideas...

      Otros tres artículos titulados ¿La Paz o la Guerra? aparecen en el mes de octubre de 1938. En toda la obra escrita de Saint-Exupéry hallamos una idea repetida constantemente: construir al hombre.

      Le indigna la falta de valores espirituales, el egoísmo, la carencia de fraternidad, defectos todos que van adquiriendo la gran mayoría de personas en el transcurso de sus vidas, viendo, desde la niñez, iniquidades y perversiones, que modelarán su ser.

      Ese será su verdadero curriculum vitæ. Solo grandes esfuerzos y sacrificios morales podrán hacerles rectificar.

      Poca gente es consciente de que lo que prevalece en el hombre son su comportamiento y su actitud frente a su prójimo.

      La vida del hombre está plagada de avatares no siempre fastos. La felicidad es un concepto tan raro como efímero, acorde con el entorno ecológico. Esas circunstancias son las que nos moldean. Para nuestra gran desgracia, los humanos –al igual que los demás seres vivientes– formamos parte integrante de la cadena trófica. Las necesidades de uno se satisfacen en detrimento de los demás.

      Saint-Exupéry no confiaba para nada en los dirigentes de las potencias que dominaban el mundo de entreguerras.

      De nada serviría la nefasta experiencia de la Primera Guerra Mundial, puesto que veinticinco años después volverían todas las Potencias a tropezar en la misma piedra negra.

      Nuestro admirado poeta-aviador desconfiaba de la reunión en Munich los días 29 y 30 de septiembre de 1938, entre Daladier por Francia, Chamberlain por el Reino Unido, y Hitler y Mussolini por Alemania e Italia, respectivamente.


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